Alter-Ego

5 El club de los Marginados

Recorrí varios pasillos más hasta llegar a mi salón, mi mochila pesaba demasiado, sentía que en cualquier momento se rompería alguno de los tirantes que la sujetaban, el profesor Jeff ya estaba en el salón, vestido siempre con su estilo moderno y sus lentes transparentes, sacaba sus libros y bolígrafos para ponerlos sobre el pupitre, miré a mi al rededor y dos asientos detrás mío del lado izquierdo estaba como siempre aquella tierna chica de actitud tímida y me miraba, como era costumbre evitaba mi mirada a toda costa. Algunos compañeros se lanzaban bolas de papel, hechas con hojas del cuaderno y una de ellas me golpeó la nuca, me pareció gracioso y una leve risa se escapó de mis labios.

—¿Alguien conoce a Martin Luther King? ¿ qué me pueden decir acerca de él?—
Preguntó repentinamente el profesor, apagando cada una de las voces que hacían ruido a la vez. Obvio yo sabía quien era Martin Luther King, pero mi timidez me impidió levantar la mano, así que opté por guardar mis palabras y conservar mi sublime silencio.
Nadie respondía nada, parecía que a nadie le interesaba saber absolutamente nada de historia, dudo que supieran algo sobre la historia de la vieja Argentina, mucho menos habrían de saber sobre la historia de los Estados Unidos de América. De pronto una llamada a su celular interrumpió la clase y él rápidamente sacó su teléfono móvil del bolsillo y respondió la llamada.
—¡Hola! Mariza, por favor, vamos a hablarlo, todo tiene una explicación y una solución, no dejes que un mal entendido acabe con todo lo que hemos construido, piensa en la niña—.
Era obvio que estaba pasando por una situación sentimental algo complicada, algo típico en las relaciones amorosas.
—Por favor nena, hablémos bien. No me digas es—
Decía en un tono de pesimismo. Así que tuvo que salir del salón sin avisar, quedamos perplejos, creo que nadie nunca había pasado por una situación igual: que un profesor abandonara la clase por cuestiones de amor.
Después de eso siguieron los juegos en el salón, y de nuevo las bolas de papel y los avioncillos comenzaron a volar por el salón. El profesor llegó quince minutos después para seguir impartiendo la clase, aunque su actitud carismática había cambiado a una complexión de seriedad.
Nos contó sobre Martin Luther King, nada que yo no supiera pero aún así me era interesante que él hablara sobre algo que yo ya sabía. Para despedir la clase nos encargó de tarea un escrito sobre la vida de dicho personaje y los hechos más relevantes en su vida y pidió una disculpa por haberse salido del salón sin siquiera dar una explicación.
Ese día pasó con más lentitud de lo que habitualmente pasaba, no vi en el receso a los amigos que había hecho un día anterior, pero si volví a ver a Lorena, en la misma banca de siempre, charlando con sus amigos y de quien ya tenía certeza que era su novio.
Mi mirada estuvo centrada en ella en todo lo que duró el receso, pero ella no lo notó y tal vez nadie lo hizo, nunca he sido una persona que sea el centro de atención a no ser que haga algo vergonzoso, algo vergonzoso que estaba por suceder.
Faltaban diez minutos para que llegara la hora de entrada nuevamente, así que fui a beber un poco de agua, pero los bebederos de afuera estaban ocupados (supongo que soy algo impaciente) así que fui hacia los bebederos de adentro de la escuela, a pesar de que faltaba tiempo para empezar clases ya había estudiantes en los pasillos, caminando, platicando, algunos sentados en el suelo jugando con cartas de Yu-Gi-Oh .
Seguí caminando evadiendo Miradas, llegué hasta el bebedero cerca del pasillo de los sanitarios, había algunos chicos riendo y uno de ellos quien bebía agua tenía su cabello mojado y en el pizo había un pequeño charco de agua pero no tomé importancia, ellos se alejaron y aproveché para beber agua. Me acerqué y puse mi boca cerca de la salida del agua y le di vuelta a la manivela que abrír la compuerta del grifo, pero un fuerte chorro de agua fue a dar directo a mi pantalón, así que cerré el grifo rápidamente, pero volvía a abrirse, tenía que apretarle justamente hasta cierto punto, si daba la vuelta con demasiada presión volvía a salir el agua. Mis labios apenas alcanzaron a humedecerse, miré a mi alrededor y aquellos mismos muchachos estaban mirándome y riendo, sus carcajadas podían escucharse por todo el pasillo, mi rostro se tornó de mil colores, me sentí avergonzado así que me retiré de allí directo hacia los baños, las risas seguían presentes mientras me alejaba.
—Te hiciste pipí, muchacho—
Escuché que dijo uno de ellos.
Llegué hasta el baño y tomé varias servilletas para secar manos y las hice bola para frotarlo contra mi pantalón, teniendo la esperanza de que eso ayudaría a secarme el pantalón, que era lo que más me interesaba en ese momento, escuché un ruido en uno de los compartimentos de los inodoros así que me metí a uno de los cubículos para no ser visto mientras hacía eso.
Cerré con seguro y seguí frotando contra mi ropa, pero la servilleta se había humedecido y no había logrado secar nada, así que tiré la toalla de papel al bote y seguí frotando con las palmas secas de mis manos, aunque tampoco funcionó. De pronto alguien a unos cuantos espacios al lado mío empezó a hablar en voz baja.

—¿Sigues ahí? No me quites el privilegio de seguir viendo a mi hija, ¡te lo suplico! El problema es solo tuyo y mío, ella es ajena. cualquier problema que nosotros podamos tener, sabes que no puedo estar sin verla—
Decía con una voz seria y grave.
—Por favor, diez años de matrimonio ¿ y ahora somos nada? Me parece despreciable... No...... No...... No me cuelgues, tuve un desliz pero ya fué, si yo pude olvidar tu pasado tormentoso tu deberías de olvidar mi error y empezar de nuevo, hacer como si nada hubiera pasado—
Era obvio que había hecho algo malo para que su esposa lo dejara, o al menos eso fué lo que me dió a entender con su conversación, de pronto se escuchó abrirse la puerta de entrada a los baños y el guardó silencio, así que aproveché para salir bajando mi playera lo más que podía para que no vieran mi pantalón húmedo, lo cual era bastante visible, en ese instante salió el profesor de historia de uno de los cubículos y al verme salir de otro se dió cuenta que había escuchado la plática e hizo un gesto extraño y me saludó levantando la cabeza, o al menos eso creo que fué "un saludo". Salí de ahí y me apresuré a llegar al salón, olvidé que ese día tocaban dos clases con el mismo profesor, pues impartía historia y geografía, me sentí de lo más incómodo al estar ahí, pues al entrar todos notaron la tremenda mancha en mi pantalón color gris y empezaron a hacer mofa de ello, los comentarios burlescos se hacían presentes nuevamente.
—Se hizo pipí—
—No alcanzó a llegar al baño—
—Se meó—
—Ya llegó el meón—
—Ahí viene el meado—
Entre otros más, mientras los demás reían.
Un minuto aproximado después que llegué al salón entró el profesor a impartir la clase las risas y juegos habían cesado, el profesor empezó a hablar pero cada que tenía la oportunidad de hacerlo volteaba a verme y centraba su mirada en mí y eso me incomodaba demasiado y así estuvo por toda la clase.
El día pasó lento, como si las horas tuvieran más minutos de lo normal, cada clase se prolongaba más y más.
Hasta que por fin llegó el ansiado momento de la salida, como siempre todos salían apresurados como si tuvieran tareas urgentes por hacer. Salí calmado, siempre me ha gustado ir en contra de la corriente (por así decirlo). Entre la gente pude ver a Eduardo y a Tomás caminando hacia la salida, pensaba en apurar mi paso y alcanzarles pero mi timidez me lo impidió, tal vez ni siquiera les había agradado o me recordaban , tan solo había tenido una leve conversación con ellos, pero esos chicos eran de mi agrado, me parecieron unos muchachos excelentes aunque eran casi desconocidos, tan solo conocía su primer nombre de ambos, mismo que ya había olvidado. Así que seguí caminando a mi paso.
Salí de las instalaciones y ubiqué mi autobús, afortunadamente estaba casi vacío aún, pensé que ya estaría casi por llenarse como era costumbre, pero fui de los primeros en llegar así que me ubiqué en uno de los asientos de adelante, no quería ir atrás como un completo asocial. Pasaban los segundos y se iba llenando de más estudiantes, llegó la chica tímida y tomó su mismo lugar de siempre en el último asiento de atrás, del lado izquierdo.
El chófer estaba por partir cuando me percaté de que todos evadían el lugar que había libre al lado mío, tal vez olía mal o tal vez les parecía demasiado feo, debo confesar que me sentí excluido y un nudo en la garganta se hizo notar cuando de pronto se sentó al lado mío un chico quien puso su mochila sobre sus rodillas, lo había visto antes, era el chico de cabello teñido que había visto en la mañana, noté que acomodó su cabello detrás de la oreja y sus movimientos eran bastante peculiares, algo afeminados pero no tomé importancia, pareciese que había acabado de tener nuevamente un DÉJÁ VÚ.




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