¡Corre! ¡Corre! — decía una voz masculina desconocida.
— ¡¿A dónde debo correr?! — preguntó Joel desesperadamente —¡hay mucha oscuridad, no alcanzo ver!
— Observa esa luz que a tu espalda, mortal, señala el inicio. Allí es a donde debes correr, allí donde tendrás más libertades.
— Pero ¿Dónde estoy? No entiendo — dijo frenéticamente.
— En algún lugar ¡ Corre, antes de que sea más tarde!¡No te detengas!
Joel, confuso, corrió desesperadamente hacia la luz que le había sido indicada por aquella extraña voz. «Joder, tengo mucho miedo», pensaba. El eco de sus pasos se extendía en lo ancho de la oscuridad y la voz seguía dictando la orden de correr sin detenerse. Atravesó la luz y vió más luz, muchas luces, ráfagas de luces, y escuchó sonidos, muchos sonidos, ecos de voces. De repente todo se paralizó hasta el propio Joel.
— ¿Qué sucede?¿Por qué no puedo moverme? — preguntó.
— Es normal, no te asustes — dijo la voz .
En el tiempo de un parpadeo se transportó a un cuarto gigante, tan así que no lograba ver el final del mismo aunque quizás se debía a que era oscuro. El suelo era esponjoso y confortable como para dormir largas horas, había también a la larga una cantidad infinita de columnas gigantes de madera que formaban dos rectas paralelas y triplican el tamaño de Joel, y juguetes en las inmediaciones.
— Recuerdo ese pulpo — dijo Joel señalando el juguete.
— Que casualidad, también le recuerdo — dijo la voz.
— Bueno, suelen haber muchos, la mayoría de los niños tienen uno así.
— ¡Tal vez! Mirá , hay un sonajero aquí. Que tedioso juguete, siempre lo odié.
— ¿Cómo puedes recordar ese odio de tu niñez? — preguntó Joel, extrañamente.
— Tú también puedes recordarlo — respondió la voz.
— Vaya chiste, mi memoria es de pez. Recordar para mí es tan difícil como pescar sin carnada.
Charló con aquella voz sobre sus recuerdos caminando sin destino cuando en un abrir y cerrar de ojos Joel se transportó a un parque. Apareció sentado en un banco con una pelota a sus pies. Todo el entorno era gris, los árboles apenas tenían hojas y el piso estaba muy polvoriento.
— ¿Un parque? ¿Pero qué demonios?.
— Avanzamos rápido — dijo la voz.
— ¿Puedes avisar para la próxima?
— Realmente estos saltos no los decido yo, los decides tú. No puedo llevarte a cualquier lugar a mi conveniencia.
— Esto es extraño, muy extraño — mirando a los alrededores — sentado aquí siento mucho miedo, pero también algo que me cautiva, un calor amoroso sobre mi cuello y unas palabras que suenan en mis oídos, las cuales no logro entender bien.
— Puedo comprender — dijo la voz — En este parque, te cuento, pasé una de la situaciones más frustrantes de las cuales tendría memoria. Mi pelota había terminado a la calle y corrí desesperadamente a buscarla, niño pequeño al fin. Un ebrio iba al volante del vehículo que pondría fin a mi vida si no fuera por mi padre que corría detrás de mí. En este banco, con la pelota entre mis piernas, mi padre me dió una lección sobre la vida que no olvidaré jamás: «Vive cada instante pero no vayas tan deprisa», dijo mientras me abrazaba. Por eso te sientes así y sientes ese calor en tu cuello con esas palabras.
— Espera, ¿Estoy viviendo tu pasado? — pregunto Joel, confundido.
— Exacto, sin nada que agregar ni quitar.
La calma del parque empezaba a disminuir a medida que unas sombras surgidas de la nada corrían, otras se dibujaban sobre el césped muerto y algunas ocupaban algunos bancos. Se escuchaban voces de niños, jóvenes que reían, la sombra de una anciano dando consejos a un grupo y familias de los alrededores.
— ¿Qué son? — preguntó Joel con susto.
— El pasado. Niños. Padres. Familias. Gente. Lo vivido y que ya no existe.
— Tengo miedo.
— Lo sé, yo también lo tendría pero nada en este plano podría afectarte.
— ¿ Por qué se acercan? — dijo inmóvil en el banco cuando notó que todas las sombras se acercaban lentamente.
—Dejalos, no pasara nada — dijo calmadamente la voz.
Las sombras rodearon a Joel haciendo un hula hula. Las voces retumbaban en lo oídos de Joel, cada vez más fuerte y más alto, formando un ruido muy profundo acompañado de lágrimas de dolor.
«¡Basta!», gritó a ojos cerrados y todo se calmo, volviendo al silencio. Pero ya no estaba en el parque sino en un aula y luego en otra aula y luego en otras más, y así sucesivamente.
— Una vida escolar llena de aprendizaje, caos y experiencia. La mejor escuela sin dudas es la vida, te cobra caro cada acción y te devuelve la mejor enseñanza — dijo la voz.
— La vida esta llena de mil demonios — refutó Joel.
— La mierda se va por el caño y la vida también, si la llevas colgando en los dedos.
— Muchas cosas por decir que no valen la pena .
— Puedes decirlas si gustas, así no te guardas tanto rencor.
— Sabes, la escuela y yo nunca tuvimos una muy buena relación, siempre fui muy práctico. Tuve la mejores y las peores notas, bastante regular y equilibrado - dijo haciendo una mueca con la boca mientras caminaba sin dirección —. Hice par de amistades, conocidos y en el tema del amor caminaba de espaldas. Nada mal, lo peor sería arrepentirse después de tanto tiempo.
— Creo que si puedes estarlo.
— No puedes saberlo.
— Intuición diría yo.
— Mi vida escolar no tiene tanta importancia, es sólo un proceso — dijo Joel alzando la voz —. Aunque si pudiera regresar para cambiar ciertas cosas, lo haría.
— ¡Bingo! — exclamó la voz —. Nada mal, cualquiera quisiera cambiar el pasado, no sólo en la etapa escolar como mencionas.
— Tienes razón — dijo sonriendo —. Oye, sabes, ya abruma un poco caminar en la oscuridad. Oh! Mirá, un interruptor.
— Veamos si funciona —dijo la voz mientras Joel accionaba el interruptor.
Y encendiéndose la luz: «Joder», dijo Joel. Se encontraba en una oficina con cientos y miles de burós pequeños y computadoras diminutas en todo lo ancho que no se podía encontrar el final. Todo estaba bien iluminado y tranquilo.