El alien, babeando de rabia, tan gigante, me perseguía a través del corredor de la nave. Marte era un peligro mortal para la Tierra, así que su destrucción debía ser inminente. Corrí hacia la sala de motores, ubicada unos metros adelante, un sobrecalentamiento de los mismos bastaría. Pulsé el botón rojo, sus garras ya estaban sobre mí.