Amada Mía

Capitulo 13

Armando.

Me sentía agotado, mi cabeza procesaba todo lo que una ves sufri en el pasado, quería solo borrar todo y estar en Paz. Pero los recuerdos dolorosos me impedían vivir en paz.

***

—Ten tómalo, te va gustar pero espero que siempre lo guardes.

—Es mi cadenita de Diamantes. Te la regalo para que te acuerdes de mi cada que lo veas—Sus ojitos brillan al hablar—Me lo dio mi mama cuando tenía dos añitos y yo te lo regalo porque me gustas mucho.

Recibi la cadenita de Diamantes en forma de corazón en mis manos, es lindo me pregunto si no habrá problemas.

—¡Perla donde te has metido!— Grita la madre de la niña mientras la busca.

—Ay no, mi mama se enojará si se da cuenta que estoy aquí, no le digas a nadie, será nuestro secreto—Susurra extendiendo su pequeño dedito—Es una promesa de amigos.

Asentí sonriéndole, es increíble la manera en cómo mi corazón palpita al ver esa hermosa sonrisa en su rostro.

Perla sale del sótano cerrando las puertas, nuevamente quedo solo y sin saber cómo esta Diana dentro de esa casa y por otro lado siento que me estoy acostumbrando a las visitas de esta niña y eso no debe ser bueno. Dios ayúdanos a salir de este infierno, no entiendo porque razón Diana no ha hecho el intento para ser libres de esta familia. A veces me pregunto que habrá pasado con mi papa porque no viene a ayudarnos. Suspiro mirando la cadenita, la cuelgo sobre mi cuello pensando en las palabras de la pequeña, aun no puedo creer que una niña de tal solo 12 años diga que yo le gusto, niego riendo. 

Cansando cierro los ojos y a la vez pienso en los cuatro años que llevo encerrado en este sótano, todos los días  salgo solo para trabajar como un esclavo, luego en las noches a comer las migajas que ellos dejan, pero no me quejo mucho ya que la pequeña me trae comida a escondida, realmente mi vida es monótona, desconozco lo que hay fuera de esta inmensa casa que parece ser una cárcel con gigantescos muros. A diario me pregunto si mi madre se encuentra bien dentro de ahí.

Al despertar por la mañana me sentía exhausto por trabajar tanto, dejo de quejarme al oír la puerta de hierro abrirse, él entra y me mira con sus ojos furiosos noto que me trae un fajón de cuero y sin asco me propina varios azotes, no lloro solo coloco ambas manos en mi rostro, mi cuerpo está acostumbrado a estos maltratos siempre es lo mismo quisiera desaparecer pero recuerdo que no puedo hacerlo no sin antes sacarla de este infierno en que seguro esta ella.
Mama porque nos están castigando. Que mal hizo mi papa para que yo esté recibiendo este mal trato.


***


—¿Porqué no dices nada?—Inquiere Perla con su angelical voz.

No le digo nada sigo en mi posición desde hace dos horas, mi cuerpo esta entumido sin embargo no deseo levantarme.

—Bueno me voy, pero te dejo esta comida que preparo mi nana bonita—Dice levantándose del piso. Tomo su manito y le hablo.


—Quédate un rato más— Sonríe mostrándome sus dientes.

Después de comer la deliciosa comida, me quedo mirando fijamente a la niña y mi mente divaga en como seria cuando crezca, pero de repente temo por ella, no tengo la menor idea del porqué.

—Debes irte ya o el vendrá y luego no sé qué pueda pasar al verte aquí—le pedi con dificultad, asiente y antes de irse besa mi mejilla dejándome perplejo. Que niña más rara.

—Gracias por haber comido, mañana vendré, pero ya sabes debes hablarme, el día de hoy estas muy calladito.

—Está bien pequeña—. Sale dando saltitos.

Al quedarme solo pienso en cómo me gustaría poder escaparme, pero no serviría de nada ya que no llegare lejos, además ese maldito hombre es despreciable me amenazó con matar a mi madre si solo hago el intento de escapar.

Picoteo unos pasteles que ha traído la pequeña, siento lo dulce en mi boca y es como sentir su dulzura. Que tonto como voy a pensar esas cosas.

Niego suspirando.

Los días pasaron y los golpes siguieron más fuerte, ese mal hombre  me pegaba como si yo fuese un animal despreciable, no entendía su odio hacia mí, no hasta ese día en que mientras limpiaba el estiércol de los caballos los escuche discutir.

—Está usted loco, déjalo ya, él no tiene la culpa del error que según tu su padre cometió— Decía mama entre lágrimas. Él la toma del cuello juntando su asquerosa boca quise matarlo en ese instante pero no tuve el valor de hacerlo.

—Eres Mia Diana, así que ese bastardo pagara todo lo que me robo su padre y todas las muchas mas cosas incluyéndote a ti. ¡ENTENDISTE!—Le grita y ella llora a mares, se dejaba tocar y ser manipulada por ese maldito desgraciado, algún día me encantaría acabar con él.

La noche llega y un gran bullicio se oye en el interior de la gran casa. Tal parece que celebran la fiesta de un tal aniversario, según escuche.

De lejos veo a Diana ella viste un traje de sirvienta, se me hervía la sangre al verla de esa manera. Suspiro aturdido y decido que es mejor apreciar las estrellas.

—¿Te gustan las estrellas?—Pregunta una vocecita angelical, me sobre salto al oír su angelical voz tras mi espalda. La pequeña esta en pijama y en sus manos carga un peluche de conejito blanco.

—Qué haces a estas horas, deberías estar dormida— Replico nervioso.

 

—Ahí dentro hay mucho ruido y pues me escape por el balcón, además quería verte por suerte aun no te han encerrado en ese horrible lugar.

 


Niego bufando, Dios mío esta niña es un tanto rara ojalá y no se den cuenta sus locos padres que esta aquí afuera, hace lo que quiere, me pregunto cómo habrá bajado del balcón sin lastimarse, posee tanta energía. 


—Cuando sea grande quiero dibujar muchas estrellas—Habla como una lora, sin embargó me encanta oírla—¿ Alguna vez has tenido novia?—Pregunta dejándome perplejo. Rio despacio por sus locas preguntas.

 


—Nunca, pero porque serás tan preguntona y habladora— Se encoge de hombros mientras camina hasta mí, se sube en mi regazo dejándome sorprendido, no le digo nada, ella se acurruca en mi pecho, acaricio su cabellera rubia, la abrazo inconscientemente. Me



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En el texto hay: pasión, amor, venganza

Editado: 25.04.2024

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