Amada por los Dioses: La maldición de la Luna

Capitulo 1

Actualmente.

Las luces. 

El humo. 

El alcohol. 

Me la estaba pasando de puta madre. Vivir de fiesta no está para nada mal. 

– ¡Ast-Mout! Alguien te necesita. – Escucho gritar a Âkil. Me acerco hasta él, mi fiel amigo y protector, su mirada me recorre de pies a cabeza y la lujuria brilla en sus ojos negros. 

– Si te portas mal recibirás un castigo Deacon. No es bueno interrumpir mi divercion. – Digo a medida que me encargo de repartir besos en su cuello. Sonrío para mis adentros al ver que está más que ansioso. 

– Te recuerdo que estamos en otro siglo, otro nombre su alteza – Dice mientras se aleja, no importa cuántos eones llevemos juntos, nunca se deja hacer. – ¿Dónde está Athan? 

Pregunto ahora que recuerdo que ya hace un buen rato que no veo a mi otro chico sexy. 

– Tiene asuntos que resolver.

Me deja con la duda. 

– Haber cuéntame de qué se trata esta vez. – Pido mientras me acerco a la barra el lindo Barman me de un delicioso vaso de whisky en las rocas.

¡Mi favorito!

El barman está excesivamente bueno. Ya luego le daré una probadita. De un trago ingiero todo el líquido ámbar, subo las escaleras con Âkil a mi espalda. Cuando entro al despacho me encuentro a un cambiaformas, pero no uno cualquiera, sino un Lobo. Un Alpha de Luna.

¡Maldita seas Desdémona!

– ¿Por que carajos hay un Alpha Luna en mi despacho, haber explicate Âkil. – Estoy furiosa, si justo ahora no he enviado a Akil a saturno de un golpe es por puro capricho. 

¡Mate! Mate, el es MIO 

Joder lo que me faltaba. 

¡Mate y un carajo Lune, no es nuestro Mate! Que te quede claro.

De un momento a otro el Alpha estaba pegado a mi cual garrapata.

¿Entiende, garrapata?

Va, mejor no.

– Mia. – Eso es lo único que dice mientras tiene su cara en mi cuello. Que alguien me lo quite. No quiero que me pegue sus pulgas.

– Vamos a aclarar un par de cosas, Cachorrito, de entrada te digo que no soy tu Mate, es una equivocación…

– ¡TU ERES MIA! – Ni siquiera me dejó terminar de hablar, Lobo idiota. – Athan, ¿Me lo quitas? Gracias. – Le pido al sexy pelirrojo que recién llega de –no se donde–.

Entre Athan y Âkil, me quitaron el pulgoso de encima. Rodeo el gran escritorio el cual es de mi propiedad y me siento en la cómoda silla de cuero. Athan paraliza al Lobo-idiota. Siempre es lo mismo. No importa cuantos siglos pasen siempre es lo mismo.

– No se ni porque voy a preguntar esto, se la respuesta. ¿De qué manada vienes? – Sé lo que dirá. Y me va a doler, a Lune le va a doler. – ¿Cuál es tu nombre? y sobre todo ¿Por que estas aqui?

– Vengo de Feroce Luna D'angelo. Son mis dominios en Europa, pero el castillo y gran parte de la manade residen en… – Ni siquiera lo dejó terminar.

– En Italia lo se. – Athan me mira. En silencio me pregunta qué hacer. Llevarse al perro, sacarme a mi. No sabe qué hacer. – Luka Francesco Lupi della Luna. Y estoy aquí porque estaba en la búsqueda de la que será la Reina de los Lobos, Mi Luna, esa eres tu. Mi padre tenía toda la razón, venir aquí me llevaría a Mi Luna.

Mierda, mierda y más mierda.

Voy a matarte por esto, Leandro Lupi della Luna. Voy a volverte polvo.

Me siento muy tensa y la única forma de liberar tensión, no es una opción, no ahora. El aire no me llega a los pulmones.

– Yo necesito aire. Suéltalo Athan. Volveré en un rato, denle una habitación en el pent-house. Voy a… bueno ustedes saben. – La cara de confusión que tiene el Lobo-idiota, es todo un poema. En otro momento me hubiera divertido, pero esto me supera. Tantas emociones que llevan años exiliadas de mi.

Salgo del club y de camino a la azotea, me encuentro a Lýcos. Ahora un precioso Rottweiler, me olfatea un poco y cambia de animal. El olor del pulgoso lo puso alerta y haciéndole honor a su nombre, es un imponente Lobo gris. Hace más de un siglo que no tomaba esta forma, mi corazon late muy rapido y siento que me desmayare en cualquier momento. No debí volver aquí. Estaba bien con mi gente, pero no tenía que ser tan testaruda como para volver con los humanos.

Me saco los carísimos tacones de 15 cm y los dejó en el ascensor. En la azotea no lo pienso y me acerco al borde, no tengo miedo de caer. –No es como que pudiera morir de todas formas– Cierro los ojos, la brisa helada vuelve mi cabello un caos, un remolino de emociones está dentro de mí, no pienso más y lo hago.

Me dejo caer al vacío, desde el piso 40. 

Entonces extiendo mis alas. Un precioso Fénix vuela a mi lado. Mi cortísimo vestido de 3000$ se rompió al dejar mis alas salir, me envuelvo en destellos. Y me dejo llevar, nada, absolutamente nada se compara con esto. Volar, no lo hago seguido, pero cuando me animo lo disfruto. 




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