Llegó el fin de semana y me encontraba inmerso en mis propios pensamientos. Amanda me gustaba. Pero había muchas dudas con respecto a ella -“en primer lugar se debía a que ella estuvo casada y acababa de terminar, además de eso una semana después tenía nuevo novio, que como tengo entendido no duró mucho esa relación”- pensaba lentamente en cada una de estas cosas, no podía evitar sentirme frustrado. Mi cabeza estaba hecha un lío tanto que tiendo a hacer cosas estúpidas, a no mirar las cosas con claridad. Así que no dejé que esto me estropeara el día, tomé un baño, mi teléfono y las llaves de mi motocicleta.
Tomé la avenida que llevaba fuera de la ciudad, tenía planeado conducir hasta que mis pensamientos se aclararan. Sentir el viento en mi cara siempre es placentero, pero lo mejor es cuando llega el atardecer y baña los campos de color naranja, el rugir de la motocicleta llenaba el silencio. Mis sentidos se aclaraban mientras avanzaba por el camino hecho de asfalto, vacío, oscuro y mi mente retoma su rumbo cuando visualizo la primera estrella en el cielo. Bajé la velocidad y aparqué, volteé hacia el cielo y con una sonrisa me di cuenta, había encontrado la respuesta. Saqué mi teléfono, busqué en la lista de contactos y marqué.
– Amanda, ¿Quieres salir esta noche?