Al llegar el sábado me puse una falda volada de color negro con una blusa azul, y zapatos de tacón del mismo color, el cabello lo peiné con unas fabulosas ondas. Jesús me avisó que no podía recogerme porque saldría un poco tarde del trabajo, pero que nos encontraríamos en el restaurant “Comidas del mar”, era un sitio especializado en mariscos y pescado.
Llegué diez minutos antes para no hacerlo esperar, pero no estaba. Me imagine que llegaría en seguida después de todo la cita era a las siete. Llegaron las siete con veinte minutos y no llegaba, estaba a punto de pedir un taxi cuando lo vi llegar, venía corriendo lleno de sudor, me pareció muy lindo que a pesar de su tardanza hiciera el esfuerzo para llegar.
– Disculpa el retraso, el jefe no me dejaba salir – dijo jadeando.
– No te preocupes, vamos toma un poco de aire y pasamos.
Tomó un respiro profundo, enderezó su cuerpo, me tomó por la mano e invito a entrar. Al entrar al local me sorprendió la decoración del lugar, nunca habría imaginado un lugar tan elegante principalmente por la comida que ofrecían. Pedimos una mesa para dos y ordenamos filete de pescado acompañado con vino tinto. Fue una velada sumamente romántica, me alagó durante toda la cena. La comida era exquisita, el vino suave, su dulce compañía, todo era perfecto.
Salimos del lugar, Jesús pidió un taxi para los dos, le dio su dirección y nos fuimos a su apartamento.
– ¿Vives aquí? – pregunté al ver una enorme casa a un lado de lugar donde se paró el taxi.
– Ya quisiera – dijo sonriente – yo vivo al lado.
Volteé y observe una casa más pequeña que la primera pero igual de elegante. Cuando entré me encontré con un lugar perfectamente ordenado, podía observar un par de sillones en la sala, un mesa con cuatro sillas en el comedor y una casita pequeña pero que tenía todo lo que se necesita.
– Aquí está mi humilde morada, ven sígueme – dijo mientras subía las escaleras – te mostrare a los bebes de la casa.
Caminé lentamente detrás, la verdad me sentía muy nerviosa ya que nunca había estado con un chico a solas y me daba miedo, aun así ahí me encontraba entrando a una habitación con un hombre que acababa de conocer tres días atrás.
– Ahí los tienes, ella es su mamá su nombre es luna, a este pequeñín lo conservaré – dijo mientras mostraba un gatito atigrado de color amarillo con manchitas negras – y este es el tuyo, es color negro como lo puedes ver y me parece que deberías llamarlo pantera o un nombre parecido.
– ¡Muchas gracias! es muy bonito- respondí.
Al terminar de pronunciar me le lancé a sus brazos y lo envolví con fuerza, él no sabía lo sola que estaba y la falta que me hacía falta alguien en la vida. Jesús se quedó paralizado por un instante y momentos después correspondió con un fuerte abrazo, nos quedamos así por un buen rato. Al separarnos los dos buscamos los labios de otro, nos pusimos cegados por nuestros besos y a tientas apagamos el interruptor de electricidad, al presionarlo al instante el cuarto quedo completamente a oscuras, Jesús y yo seguimos con nuestros besos desenfrenados hasta que estábamos semidesnudos.
– Jesús, detente por favor – dije interrumpiendo el descenso de su mano en mi vientre.
– ¿Qué pasa amor? ¿Por qué nos detenemos? – en su voz se notaba un poco de decepción.
– Lo que sucede es que nunca he estado con un muchacho y tengo miedo, tengo mucho miedo – mis manos temblaban al igual que el cuerpo, me imagino que vio lo alterada que estaba porque se limitó a rodearme con sus brazos y solo pronunció.
– No te preocupes, solo durmamos juntos – al decir esto se dejó caer en la cama llevándome con él, se pasó la noche mientras dormía en su pecho.
Ya la segunda vez que estuvimos en una recamara solos, tuve mucho más valor y me abandoné en su piel mientras saciábamos las ganas de uno por el otro. Pensé que sería doloroso, que habría sangre por todos lados pero no, en su lugar hubo placer, el placer de sentir, el placer de sentir que alguien estaba conmigo, el placer de que me abrazaran y poder abrazarlo. Y me gustó, me gustó mucho por eso seguimos viéndonos en cada oportunidad.