David a diferencia de Jesús nunca me pidió que fuera su novia, pero entre los dos existía esa complicidad y era notoria nuestra relación. Nuestra unión duró por dos meses, durante todo este tiempo nos veíamos dos o tres veces por semana en mi casa, pasábamos noches en vela, me afectaba al siguiente día en el trabajo o en la escuela pero valían la pena. Con el paso del tiempo y al involucrarme en la vida de David descubrí que ya era padre de una pequeña de dos años, y que tiempo atrás estuvo casado con la madre de esta pequeña. No pude dejar pasar que no me contara sobre su bebita, y nuestras visitas se fueron mermando y lo fui sacando de mi vida hasta que dimos por terminada la relación.
Poco después me mude de nuevo con una compañera del salón, no por huir de David si no porque era lo más conveniente, ya que estaría a una menor distancia de la escuela. Esta vez adopté una nueva forma de atraer a los chicos, en casa de esta compañera era común que realizaran fiestas los fines de semana y era fácil encontrar con quien pasar la noche. No paso mucho tiempo cuando conocí a Jonatán un chico de complexión media de cabello oscuro y tez morena. Me pareció encontrar la persecución de la noche, tal sorpresa me fui a llevar, Jonatán quería más que una simple noche y en medio de todo el alboroto me pidió que me fuera a vivir con él. Nunca nadie me había hecho esa propuesta, lo pensé unos minutos.
– Acepto – dije sin pensarlo mucho.