– Karely, los apellidos son los mismos, y todo lo que te conté es verdad. Y como te dije nunca fue mi intención mentirte, solo que no pude controlarlo y no sabía cómo revelártelo.
Extendí uno de mis brazos y la abracé acercándola a mi pecho. Sus palabras me sonaron totalmente sinceras y por ese momento decidí hacer caso omiso a mis pensamientos. Seguí enfrascado en mis pensamientos sin ninguna escapatoria, aunque ponía respuesta coherentes a cada uno de ellos, no podía apagarlos y seguían rondando la mente.
– Sabes – las palabras de Amanda/Karely me sacaron de mi trance, regresándome a la habitación. Volteé para ver su rostro, mientras ella continuaba – sé que no soportas que viva en la misma casa con otro chico a solas, y aunque te di mis razones me siento un poco incomoda y percibo que te sientes igual. Justamente por eso, hace unas semanas comencé a buscar una casa sin decirte nada, y la he encontrado y quiero que me ayudes con la mudanza. Esta cerca del lugar donde me estoy quedando y no necesitaremos ningún tipo de transporte.
Al escucharla me sentí aliviado por la noticia y decidí que el siguiente día iríamos por sus cosas y las llevaríamos a su nuevo hogar. La besé en la frente y le pedí que nos durmiéramos para descansar y salir por la mañana.
El siguiente día nos dirigimos al sitio donde se hospedaba por sus pertenencias, al llegar estaba ya todo empacado en maletas y algunos otros artículos en una caja. Al entrar y ver el lugar era muy pequeño, pero tenía una estupenda vista de la ciudad. Miré en redondo y me percate que solo contaba con una cama, las alarmas estallaron en mi cabeza y las sospechas se hicieron presentes, me quedé anonadado viendo la cama imaginando miles de escenas posibles en mi cabeza, no quería decir nada. Volteé y mire a Amanda, ella me miró extrañada, solo expectante ante mi reacción.
– Solo hay una cama – comenté – dime ¿Dónde dormías, si solo hay ¡UNA MALDITA CAMA!?
Me invadió una terrible cólera, mientras se tensaba todo mi cuerpo, solo esperaba que llegara el dichoso amigo para hacerle la misma pregunta. Amanda me miraba y parecía no comprender lo que estaba pasando, estaba paralizada y no parecía reaccionar.
– ¡DIME! – Le volví a grita - ¿Dónde dormías, si solo hay una cama?
Lo último lo dije entre dientes, la rabia me carcomía los huesos y Amanda no daba señales de querer contestar. De pronto se armó de valor y con el mismo tono de voz contestó.
– ¡EN ESA CAMA! – gritó señalando la cama que estaba pegada a la pared. ¿En cuál más si era la única en toda la habitación?
Me tomé con las manos la cabeza e hice varios gestos. No podía creer lo que mi mente me decía, decía que me había engañado, que solo me estaba utilizando. Pero una parte de mi me decía que le diera una oportunidad de explicarlo, intente controlarme y no parecer tan alterado. Respiré profundo varias veces hasta que mi mente se tranquilizó, ya de una manera más calmada le pedí que me explicara, que la escucharía sin ninguna amonestación.