Escuché que tocaban la puerta, el reloj marcaba la siete de la tarde. Amanda acaba de llegar y no sabía por dónde empezar. Solo esperaba que su padre haya cumplido con irse de la ciudad y no hubiera cambiado de parecer, regresado a su casa y contado todo a Amanda y a la policía. Abrí la puerta con cierto nerviosismo. Di un gran respiro al comprobar que era ella y me alegró verla parada esperando que le permitiera el paso. La saludé y la invité a adentrarse en mi morada.
– Adivina que paso Ray – dijo mientras se sentaba en uno de los sillones.
– ¿Qué paso?, Vamos dime – invité, no debía ser nada malo pues ella estaba feliz por ello.
– Mi papá se fue de la casa y no da señales de donde se encuentra, ya antes lo había hecho, se ponía a tomar y desaparecía por algún tiempo, pero aun así me siento feliz y podré ir a visitar a mi madre con más frecuencia.
– Me alegra que estés cómoda con este suceso – muy en el fondo me sentía de maravilla porque mi plan había resultado – ¿Gustas algo de tomar? – ofrecí.
– Claro, dame un trago de tequila – dijo sorprendiéndome – solo quiero darle una segunda oportunidad. A propósito Ray, ¿Qué querías contarme?
– Pues te quería contar – comencé mientras servía dos copas con el licor – que en esta semana llegó una convocatoria para una pasantía en una investigación en la zona arqueológica maya en el sur de México. Yo apliqué con la esperanza de ser uno de los cuatro elegidos. ¿Y qué crees?, Me aceptaron y el domingo parto hacia México – dije totalmente emocionado, mientras le daba su copa.
Tomó la copa de mi mano, quiso decir algo pero solo abrió la boca y no salió ningún sonido, y posteriormente se bebió el vino de un solo trago. Me pareció que no se sentía cómoda con la situación, y se debatía en cómo abordar el tema conmigo.
– ¿Acaso no te alegras de mí?, Esta es la oportunidad de mi vida – manifesté.
– No, no es eso. Solo que me tomaste de sorpresa, eso es todo – se acomodó mejor en el sillón y continuó – me parece que es demasiado pronto, no me lo esperaba.
Estaba claro por la manera en la que actuaba algo más estaba ocurriendo. Me tome la copa de vino para relajarme un poco y poder concentrarme en lo que realmente importaba, Amanda.
– Cuéntame, ¿Porque te pusiste de esta forma tan extraña cuando te conté sobre mi viaje? – pregunte mientras arrimaba una silla para quedar frente a frente.
– Lo que pasa es que tú te vas y me quedare de nuevo sola, y me preocupa porque nunca puedo controlarme. Además estas estadías duran dos o tres meses, ¿No es así? – asentí con la cabeza – y me sentiré muy sola durante este tiempo.
– Pero te llamaré todos los días, no tienes por qué preocuparte, estaré pendiente de ti.
– Lo sé, pero no es la misma que estar aquí platicando como lo estamos en este momento. Además tú y yo no somos novios. Necesito que me lo pidas en este momento, pídeme que sea tu novia.
Me llené de desconcierto al escuchar sus palabras, prácticamente me estaba exigiendo que le pidiera ser su novia, además se veía sumamente alterada por la situación. No entendía sus intenciones, ni lo que buscaba con esta exigencia.
– No lo entiendo – dije – se supone que tenemos una relación más que amigos, nosotros dormimos juntos, nosotros hacemos el amor.
En realidad estaba intentando evitar pedirle que fuera mi novia por el simple hecho que me sentía obligado en este momento, además no tenía nada preparado, me gustaría pedirlo de alguna manera más romántica, más detallada. Amanda siguió pensativa, pensando y finalmente hablo.
– Si te digo que seamos novios es para amarrarme a ti porque de caso contrario no podré resistir. Necesito ese lazo para amarrarme a ti, para atarme y no hacer ninguna estupidez.
De la manera que estaba entendiendo, me estaba planteando esto porque de no hacerlo se revolcaría con otro. Estuve a punto de perder el control y recriminárselo en la cara, pero me tranquilicé. Mi objetivo con Amanda era ayudarla a salir adelante, a enseñarle que cada evento ocurre cuando es el momento, mi objetivo era guiarla por el camino correcto. No estaba dispuesto a dejar que todo lo avanzado se fuera a la basura, así que decidí aceptar, y en un movimiento rápido hice la tan ansiada pregunta.
– De acuerdo, ¿Quieres ser mi novia? – los ojos de Amanda se iluminaron y me respondió con un beso, aceptando enseguida.
Esa noche la tomamos como la noche de despedida a pesar de que faltaban tres días para mi partida, y a pesar de que no vimos los siguientes días en la mañana para platicar. Inevitablemente llegó el día del viaje, domingo. Amanda falto al empleo solo para despedirse, se veía triste y preocupada, pero la consolé argumentando que todo estaría bien y que nuestra comunicación seria a diario. Si más me subí al avión y partí rumbo a México.