El aula estaba en completo silencio. Solo se escuchaban los rasguños suaves de los bolígrafos y el zumbido lejano del proyector. Amanda Walters repasaba con atención su última respuesta. Era su último examen en la universidad, y el peso de los años de esfuerzo se sentía en cada fibra de su cuerpo.
Al terminar, dejó el bolígrafo sobre la mesa, respiró hondo y levantó la mirada. Frente a ella, Julie Adams le sonrió con complicidad. A unos asientos más allá, Samantha Wartz ya se estiraba como si se hubiera quitado una mochila de mil kilos de encima.
Minutos después, las tres amigas entregaban sus hojas finales y salían al pasillo abrazadas.
—¿Qué se supone que hagamos ahora? ¿Celebrar o llorar? —preguntó Amanda, medio en broma, medio en shock.
—Ambas cosas —dijo Samantha—. Pero primero: fiesta. Ya reservé un lugar. Vamos a celebrar como diosas.
Esa noche…
El club estaba a reventar. Luces estroboscópicas, música en alto volumen, carcajadas que se mezclaban con gritos de celebración. Amanda, Julie y Samantha se movían entre la multitud como si todo el cansancio acumulado de los últimos cinco años no existiera.
Amanda, de vestido oscuro y sencillo, se sentía liviana por primera vez en mucho tiempo.
Mientras se servía una bebida sin alcohol en la barra, un chico se le acercó. Alto, de cabello desordenado y con una sonrisa amistosa.
—¿Amanda Walters? —preguntó, medio dudando.
—Sí, ¿nos conocemos?
—Soy Tayler, de tu clase de farmacología. Nunca tuve valor para saludarte, pero... bueno, ya no somos estudiantes, ¿no?
Amanda se rió con sorpresa. Hablaron durante un buen rato. Tayler resultó ser agradable, tranquilo, sin pretensiones. Amanda no sabía si era por la noche especial o por él, pero por un momento olvidó el estrés, los planes futuros, las expectativas.
Solo estaba ahí. Disfrutando.
Horas después…
El reloj marcaba casi las tres de la madrugada cuando las tres amigas llegaron a casa de Amanda.
—Extrañaré esto… —murmuró Julie, quitándose los tacones.
—Esto apenas comienza —dijo Samantha—. Vamos a ser doctoras, salvar vidas, conquistar el mundo. Pero sí… dormir juntas en tu cuarto también es parte del trato.
Amanda abrió la puerta de su cuarto y se arrojaron entre risas a la cama. Hablaron durante un rato más: de la fiesta, de Tayler, de todo y de nada. Poco a poco, el sueño las fue arrullando.
En medio de la oscuridad, Amanda abrió los ojos un momento y miró a sus amigas dormidas. Sonrió.
No sabía lo que el futuro le tenía preparado…
Pero por ahora, estaba en paz.
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Editado: 17.08.2025