Habían pasado un par de días desde aquella noche extraña en la que Amanda fue impactada por una luz que cambió su vida para siempre. Aunque había intentado mantener la calma y continuar con su rutina, algo no dejaba de rondar en su mente: el orbe. Aquella esfera brillante, enigmática y poderosa, ya no estaba donde la había dejado.
Al entrar a su habitación esa tarde, Amanda revisó desesperadamente cada rincón. Abrió cajones, levantó almohadas, hasta miró debajo de la cama, pero el orbe había desaparecido sin dejar rastro. Su corazón comenzó a latir más rápido. Era imposible que alguien lo hubiese tomado sin hacer ruido, sin romper nada. No había señales de robo.
Sin pensarlo dos veces, salió corriendo de su casa con el celular en la mano. Acordó encontrarse con Julie y Samantha en su restaurante habitual, aquel lugar que había sido testigo de tantas conversaciones simples… y ahora también de verdades imposibles.
Cuando llegó, ambas amigas ya estaban sentadas. Amanda se dejó caer en la silla frente a ellas, sin aliento.
—¿Estás bien? —preguntó Samantha, algo preocupada.
—¿Es por el... objeto raro ese? —dijo Julie, bajando la voz.
Amanda dudó un momento. Las miró a ambas, sus cómplices y confidentes desde siempre. Tenía que decirlo.
—El orbe... ya no está conmigo. Desapareció.
Ambas se miraron en silencio, sorprendidas.
—¿Desapareció cómo? —preguntó Julie, confundida—. ¿Lo perdiste?
—No. Simplemente... no está. Lo dejé en mi mochila, luego en un cajón. Y esta mañana, ya no estaba. Nada está roto, ni forzado. Es como si hubiera salido por sí solo.
Samantha frunció el ceño. —¿Puede hacer eso?
Amanda no respondió. Porque en el fondo, también se lo preguntaba.
Mientras tanto…
En una casa alejada, reforzada por protocolos de seguridad federales y paredes llenas de secretos, un leve zumbido comenzó a sonar en una caja fuerte cerrada con códigos biométricos.
Yelena Hardy, aún ajena a lo que ocurría en su hogar, había guardado el orbe ahí por precaución, esperando poder estudiarlo con calma. Sin embargo, el orbe Eternium no tenía intención de esperar.
Con una vibración creciente, la esfera absorbió la energía que la rodeaba. La cerradura electrónica falló. Luego, los pernos internos estallaron. En un destello de luz púrpura y azul, la caja fuerte se abrió de par en par.
El orbe flotó lentamente fuera de ella, su superficie brillando con patrones antiguos que ningún humano actual comprendía. Cruzó la habitación con dirección a una ventana cerrada… y, sin siquiera tocarla, el vidrio estalló en mil pedazos, dejando una estela luminosa detrás.
El orbe Eternium había despertado.
Y ahora... tenía un nuevo destino.
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Editado: 17.08.2025