Amanda Y El Poder Del Orbe

12: SOMBRAS EN EL CRISTAL

La mesa estaba llena: pollo al horno, ensalada fresca, pan caliente. El aroma reconfortante de la cena familiar envolvía el comedor, pero para Amanda todo se sentía… distante.

Su madre hablaba sobre el jardín, su padre sobre la reparación del auto, y ella sonreía como si no hubiera un mundo entero colgando de su espalda. No podía decirles la verdad, no podía contarles que ahora llevaba dentro de sí un poder que podía cambiar —o destruir— todo.

—¿Y cómo te fue hoy? —preguntó su madre, sirviéndole más ensalada.

Amanda respiró hondo. La mentira salió con una naturalidad que le sorprendió.

—Estuve todo el día entregando currículums —dijo—. Fui a varios hospitales infantiles y de urgencia. Creo que en uno de ellos podría haber una oportunidad.

Su padre sonrió con orgullo.

—Esa es mi chica. Nunca te rindes.

Ella bajó la mirada para que no vieran el conflicto en sus ojos.

La conversación siguió entre risas y anécdotas, pero Amanda comenzó a sentir un peso extraño en el pecho. Una presión, como si el aire se volviera más denso. Su visión se nubló y el calor le subió hasta la frente.

—Me siento… un poco mal —murmuró, levantándose—. Creo que me iré a dormir.

Subió a su habitación con pasos inciertos, cerró la puerta… y apenas alcanzó a apoyarse contra la pared antes de caer al suelo. El golpe de su cuerpo contra la alfombra fue lo último que sintió antes de perder el conocimiento.

Entonces vio el otro lugar.

No había suelo ni cielo, solo un espacio infinito tejido de luz y oscuridad. A lo lejos, dos figuras avanzaban entre columnas de energía: Xadron y Guardian X. Caminaban con determinación, sus siluetas recortadas contra un horizonte de geometrías cambiantes.

—Debe haber una salida… —decía Guardian X, examinando una serie de símbolos flotantes que giraban lentamente en el aire.

—La hay. Solo que el orbe la oculta a propósito —respondió Xadron, tocando una secuencia de luces que se desvanecían al contacto—. Pero cada vez que Amanda lo usa, nos acerca un paso más.

Amanda quiso hablar, pero no tenía voz. Quiso moverse, pero no tenía cuerpo. Era solo un espectador atrapado en un sueño de cristal.

De pronto, una vibración recorrió el lugar. Ambos levantaron la vista como si pudieran sentirla.

—Ella está aquí… —susurró Guardian X, pero antes de que Amanda pudiera comprenderlo, todo se fragmentó en un estallido blanco.

Despertó jadeando en el suelo de su habitación, con el amanecer colándose entre las cortinas.

Esa misma tarde, se reunió con Julie y Samantha en su lugar habitual: una cafetería pequeña cerca del parque.

—Fue tan real… —dijo Amanda, sosteniendo la taza entre las manos—. Estaban allí, en un sitio extraño, como… dentro del orbe. Y me miraron.

Julie arqueó una ceja.

—¿Estás segura de que no fue un sueño normal?

—Eso pensé —respondió Amanda, intentando convencerse—. Tal vez fue solo mi mente… procesando todo lo que ha pasado.

Samantha no dijo nada, pero la forma en que la observaba dejaba claro que no lo creía del todo.

La conversación se disolvió en temas ligeros, pero el peso del recuerdo quedó suspendido en el aire. Amanda intentó sonreír… aunque en el fondo sabía que aquello no había sido solo un sueño.

En algún lugar, dentro del orbe, Xadron y Guardian X seguían buscando la salida.




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