El día transcurría tranquilo para Amanda… hasta que el orbe vibró contra su pecho. No era una simple alerta. Era una pulsación urgente, como un corazón latiendo al borde del colapso.
> Amenaza detectada. Nivel crítico.
En su mente, una imagen se proyectó: el edificio donde trabajaba su madre, envuelto en caos. Gritos. Vidrios rotos. Sombras deformadas por poderes inhumanos.
El aire a su alrededor se encendió de luz blanca y púrpura. El traje se materializó en un segundo, como una segunda piel: capa ondeando, antifaz ceñido, y el orbe brillando en el centro de su pecho.
Pero esta vez… había algo distinto. El orbe parecía empujarla hacia arriba.
—¿Qué…? —murmuró, sintiendo cómo sus pies se despegaban del suelo.
Estaba volando. No sabía cómo, pero la sensación era tan natural como respirar. En segundos, la ciudad quedaba bajo ella, un mar de luces y calles entrelazadas.
Oficinas centrales de Medlife, 14:22 horas.
Los Smashers se movían como un enjambre letal.
Yuno cortaba escritorios y paredes con sus uñas largas como cuchillas, arrancando gritos de pánico.
Dimitrovsky, enorme y corpulento, absorbía el metal de los marcos y se volvía una mole de acero viviente.
Excalivor, en forma de hombre lobo, destrozaba puertas blindadas como si fueran cartón.
Thewon hacía estallar las lámparas y liberaba descargas eléctricas que paralizaban a cualquiera a su alcance.
MINERALMAN alternaba entre granito y titanio, bloqueando salidas y sellando pasillos.
—¡Rápido! —rugió Excalivor—. Tomen lo que vinimos a buscar y desaparezcamos.
Amanda aterrizó en la entrada principal como un rayo de luz, haciendo que todos los presentes —criminales y rehenes— se giraran hacia ella.
—Creo que olvidaron pedir permiso para destrozar este lugar —dijo, cruzándose de brazos.
Yuno lanzó un grito y se abalanzó sobre ella, uñas en alto. Amanda esquivó con un giro perfecto y la derribó con un simple empujón de energía.
Dimitrovsky intentó aplastarla, pero un golpe potenciado con el orbe lo envió contra la pared, incrustándolo en su propio metal.
Thewon lanzó una descarga que iluminó toda la sala, pero Amanda absorbió la electricidad con el orbe y se la devolvió en una esfera que lo dejó inconsciente.
MINERALMAN, ahora hecho de diamante, corrió hacia ella. Amanda lo detuvo con una onda expansiva que lo mandó rodando hasta chocar con un ascensor.
Finalmente, Excalivor se lanzó con un rugido bestial. Amanda lo atrapó en pleno salto y lo arrojó contra el suelo con tal fuerza que el lobo volvió a ser hombre antes de caer inconsciente.
Silencio.
Las cámaras y los teléfonos comenzaron a grabar. Entre flashes y murmullos, una reportera gritó:
—¡¿Quién eres?!
Amanda sonrió detrás del antifaz.
—Solo… una amiga que ayuda.
Y en un destello, desapareció hacia el cielo.
Frente al edificio, su madre salió ilesa pero conmocionada. Amanda aterrizó a pocos metros… y el orbe, en un acto casi instintivo, desmaterializó el traje frente a todos.
El rostro de su madre se transformó.
Horas más tarde, en casa, la tensión era insoportable.
—Desde el principio, Amanda —dijo su madre, con la voz firme pero temblorosa—. ¿Qué fue lo que vi hoy? ¿Desde cuándo… tienes poderes?
Amanda tragó saliva. Miró a su padre, que la observaba con una mezcla de rabia y miedo. Y entonces habló.
Les contó todo: el orbe, el entrenamiento, las visiones, la misión. Cada palabra parecía un golpe.
Cuando terminó, hubo un silencio pesado.
—Nos mentiste —dijo su padre.
—Te pusiste en peligro —añadió su madre—. ¡Y no solo a ti, sino a todos!
Amanda no supo qué decir. Las lágrimas querían salir, pero se contuvo.
—Lo siento… —murmuró antes de retirarse a su habitación, cerrando la puerta suavemente.
En el silencio que siguió, el orbe brilló débilmente en su pecho… como si también sintiera el peso de aquel momento.
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Editado: 17.08.2025