Habían pasado dos semanas desde la batalla contra los Smashers.
En la casa, el silencio era más cruel que cualquier grito.
Los padres de Amanda no le dirigían palabra. No le pedían que pasara la sal, no comentaban sobre el clima, ni siquiera respondían a sus “buenos días”. La trataban como si fuera un fantasma que caminaba entre ellos.
Cada comida era un castigo silencioso. Amanda comía con la mirada baja, sintiendo el nudo constante en el estómago.
Aquella noche, mientras la ciudad dormía, el orbe comenzó a vibrar con una frecuencia desconocida. Amanda, tumbada en la cama, lo sintió arder sobre su pecho.
—¿Qué te pasa…? —susurró, incorporándose.
Pero el orbe no respondió. Su luz blanca se tornó en un resplandor plateado y, antes de que Amanda pudiera reaccionar, salió flotando de su pecho, atravesó la ventana abierta y se lanzó hacia la oscuridad exterior.
Amanda corrió hacia la ventana y vio un rastro luminoso surcando el cielo. Un instante después, dos destellos en el horizonte: impactos precisos, como disparos de luz infinita.
Segundos después, el orbe regresó, entrando en la habitación con la misma velocidad con la que se había ido. Antes de que Amanda pudiera preguntar, un pulso de energía salió de él y la golpeó directamente.
Cayó al suelo, el mundo oscureciéndose.
Cuando abrió los ojos, ya no estaba en su cuarto. Flotaba en un espacio sin suelo ni techo, un mar de luz líquida. El orbe flotaba frente a ella, girando lentamente.
Su voz no era un sonido, sino una vibración que Amanda sentía dentro de su mente.
—Escucha con atención, Amanda. No queda tiempo.
—¿Qué… hiciste? —preguntó ella, todavía aturdida.
—He fallado en mi contención. Dos prisioneros han escapado de mi núcleo. Entidades peligrosas. Nombres codificados: Xadron y Guardian X.
Amanda frunció el ceño.
—¿Prisioneros? ¿Desde cuándo… guardas prisioneros dentro de ti?
—Desde antes de encontrarte. Soy más que una fuente de poder. Soy también una prisión para seres que no deben existir libres. Xadron… y Guardian X… no son simples enemigos. Ellos conocen el archivo oculto del que formo parte. Si lo liberan… todo cambiará.
—¿Dónde están ahora? —preguntó Amanda.
—Lejos. Y moviéndose rápido. Mis disparos no fueron letales… solo los marcaron. Pero… —la voz del orbe pareció vacilar— …es posible que ya sepan quién eres.
La luz alrededor comenzó a desvanecerse.
—Amanda… si ellos te encuentran antes de que estés lista… ni yo podré salvarte.
Y en un parpadeo, Amanda despertó de nuevo en su habitación, con la respiración acelerada y un sudor frío recorriéndole la espalda.
La ventana seguía abierta. Afuera, la noche estaba inquietantemente silenciosa.
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Editado: 17.08.2025