La tarde caía lenta sobre la ciudad, tiñendo los edificios con un resplandor naranja. Desde la ventana del piso donde trabajaba la madre de Amanda, dos figuras flotaban en el aire, inmóviles como estatuas suspendidas.
Eran altas, cubiertas por una armadura orgánica que parecía latir. Sus rostros estaban ocultos bajo visores oscuros, y aunque no emitían sonido alguno, el aire a su alrededor vibraba. Sus miradas no buscaban a nadie en particular… parecían estudiar toda la ciudad, como un mapa viviente.
En otro punto de la ciudad, Amanda estaba en medio de un entrenamiento físico con Julie y Samantha. No era un día para descansar; habían acordado prepararse para cualquier posible amenaza que el orbe advirtiera.
En la sala de estar de su casa, el padre de Amanda miraba las imágenes en vivo por televisión. Un helicóptero de noticias transmitía la escena: las dos criaturas flotando, los curiosos reunidos en las calles, la policía demasiado temerosa para acercarse.
Sus manos temblaban sobre el teléfono. Lo tomó… y lo dejó sobre la mesa. Lo volvió a tomar. Dudó unos segundos más, pero la incertidumbre pudo más. Marcó el número de su hija.
—¿Papá? —respondió Amanda con una sonrisa en la voz.
El alivio de oírla viva se mezcló con un temor palpable.
—Amanda… tienes que ver las noticias. Esas… cosas… están aquí.
Su rostro cambió al instante. Julie y Samantha captaron la tensión. Sin una palabra, ambas se dirigieron al armario donde guardaban su arsenal personal: rifles modificados, cuchillos, y un par de armas experimentales que habían mantenido ocultas.
Amanda, respirando hondo, cerró los ojos y se dirigió mentalmente al orbe.
—Necesito el control completo. Ahora.
El orbe, que descansaba en el estante, respondió con un destello creciente que bañó la habitación.
> “Acepto. El enlace está activo.”
La energía se vertió sobre Amanda como un torrente líquido y cálido. El traje blanco, con sus destellos plateados y púrpuras, se formó alrededor de su cuerpo; el orbe se fijó en el centro de su pecho, la capa se desplegó, el antifaz cubrió sus ojos… y su cabello se tornó de un blanco puro que brillaba con la luz propia del poder.
Julie miró la transformación sin dejar de cargar su rifle.
—Bueno… parece que la fiesta está por empezar.
Amanda abrió los ojos. La ciudad, allá afuera, la necesitaba.
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Editado: 17.08.2025