19: EL NOMBRE QUE LA CIUDAD SUSURRO

La luz del sol caía sobre las ruinas humeantes de la ciudad. Amanda abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor del día y el murmullo creciente de voces. Se incorporó con esfuerzo… y entonces lo escuchó.

Aplausos.
Ovaciones.
Gritos de alegría.

La multitud la rodeaba, vibrante, agradecida. Rostros desconocidos sonreían con lágrimas en los ojos, teléfonos captaban el momento, y en cada mirada había un destello de esperanza.

Julie y Samantha irrumpieron entre la gente, corriendo hacia ella. La abrazaron con fuerza, sin decir nada, dejando que el contacto dijera todo lo que las palabras no podían.

Entonces, Amanda lo vio.

A lo lejos, su padre, de pie, aplaudía. No con la frialdad de los últimos días, sino con un orgullo que le encendía la mirada. Se abrió paso entre la gente hasta llegar a ella. Amanda lo abrazó con desesperación, y las lágrimas le nublaron la vista.

—Papá… —su voz se quebró—. Mamá… ya no está.

Él no dijo nada. La rodeó con sus brazos y la estrechó contra su pecho, como si quisiera protegerla del mundo entero. Ambos lloraron juntos, un llanto silencioso, profundo, que no pedía consuelo… solo compañía.

Julie y Samantha, con un último vistazo a la ciudad, comenzaron a empacar su equipo. Amanda se unió a ellas, y sin más palabras, los cuatro se alejaron. La joven heroína tomó a su padre por la cintura y, con el poder del orbe, se elevó hacia el cielo, llevándolos lejos de aquel campo de batalla.

Horas más tarde, las pantallas de televisión y las redes sociales ardían con titulares e imágenes. Clips de la batalla recorrían el mundo: una joven envuelta en luz morada y negra, enfrentando a dos entidades imposibles y saliendo victoriosa.

En cada noticiero, la misma pregunta: ¿Quién es ella?

Y finalmente, en voz de un presentador con tono solemne, la ciudad recibió su respuesta:

> —Señoras y señores… hoy hemos visto nacer a Astra, la guardiana del orbe y protectora de nuestra ciudad.

Amanda, sentada en silencio frente al televisor junto a su padre y sus amigas, bajó la mirada. El nombre resonó dentro de ella como un eco lejano, pero poderoso.

La vida que conocía había terminado.
La leyenda apenas comenzaba.