Amar Como Las Estaciones

CAPÍTULO I: CONOCIENDO AL NUEVO

Estaba sentado en el coche. El primer día de clases no fue tan emocionante. Yo quería verla. Mi primo como siempre hacía amigos más rápido que yo. Ahí lo ven conversando con dos chicas. Me aburrí y decidí llamarlo para irme rápido a casa. Y ahí me tienen como un idiota mirándola a los ojos ¡era ella! Hermosa como siempre. Los segundos más bellos de mi vida. Definitivamente el corazón se me iba a salir del cuerpo. Me escondí rápidamente y agarré mi pecho con mi mano. Era feliz ¡Muy feliz! Espero que ella haya sentido lo mismo.

¿Pero cómo empezó todo esto? Yo te lo cuento, dejemos a Kamíl tranquilizarse.

Un día muy especial que era el primer día de clases. Bélida estaba marcando su asistencia muy feliz, pero algo cambió ahí.

—¡Hay alguien nuevo!, creo que es ese pelirrojo que viene ahí—llegó corriendo por el pasillo para contar el chisme.

—Sí, se llama Kamíl. Apenas hace una semana llegó junto a su familia. Creo que viven en esa casa gigante que está afuera del pueblo—su amigo lo esperaba en la puerta.

—¿y de dónde será?—preguntó inquietamente mientras veía al chico pelirrojo acercarse. 

—No lo sé—dijo su amigo bajando la voz. 

Bélida no los tomó importancia. La profesora se asomó por el pasillo alcanzando al chico nuevo. Todos los alumnos al ver a la profesora se adentraron al salón. Ya estando la profesora frente a la pizarra junto a Kamíl. 

—Buenos días queridos alumnos. Hoy les voy a presentar a un compañero nuevo. Se llama Kamíl Wallet, va a cursar el primer grado de secundaria junto a ustedes y espero que se lleven muy bien. Kamíl, puedes sentarte—dijo amablemente la profesora—.Se comportan bien, voy a la dirección por plumones, ya regreso. 

Kamíl se dirigió al asiento libre que había visto adelante. Las mesas eran por parejas. Bélida recien se acercaba a su asiento porque había estado acomodando los libros del estante. 

—Hola, me llamo Bélida. Para mí es un placer conocerte, ¿de dónde eres?—dijo sonriéndole mientras miraba su cabello rojizo que le había llamado la atención.

—Hola, soy de Vernal—la miró fríamente porque se dió cuenta que se había sorprendido de su apariencia.

—Esa ciudad si no me equivoco está a un día de aquí, y ¿en qué eres bueno?—sacó su mochila que estaba dentro del cajón de la mesa.

Lo había puesto ahí porque era nueva y siempre a las mochilas nuevas les hacían un rallón supuestamente para bautizarlas. Una costumbre tonta de alumnos.

—Sí, está bien lejos—se percató de su mochila—como estuve en un colegio avanzado soy bueno en matemáticas, idiomas, se tocar el piano y soy bueno en deportes también—sonrió de lado jactándose de lo bueno que era.

Esperaba algún gesto de envidia de parte de ella. Le encantaba ser el centro de atención. 

—Se sentó—Guau, que disperso que eres. Que bien por ti, ¿y por qué vinieron por aquí?—quería seguir averiguando más sobre él aunque sabía muy bien que él no iba a poder sentarse ahí. 

—Porque mi padre ha visto una oportunidad de negocio en este lugar. Además, queríamos alejarnos de la ciudad. Basta de preguntas, ¿te vas a sentar aquí?

—Sí. El que llega primero gana el asiento y el de a lado es de mi mejor amiga. Son reglas del salón, lo siento—no lo decía de mala manera.

—Sonrió burlonamente—jamás voy a entender las reglas de colegios públicos. 

—El colegio público en la que ahora vas a estudiar, así que te acoplas mientras estés aquí—se empezó a enojar.

—A lo menos vine por aire fresco y más no por el hecho de que no puedo salir de este pueblito, como tú. 

Apenas se habían conocido y ya se estaban odiando. 

—¿En serio? Piensas burlarte de las personas que hacen que funcionen las grandes empresas y que abastecen los alimentos para las personas de la ciudad. Debes saber como funciona el mundo, genio. 

—Oh, piensas un poco. Que mal que tu destino ya está limitado, así como el presupuesto para un nuevo uniforme—sonrió burlonamente mirando el uniforme gastado de ella.

No era que no tenía tanto dinero, sino que en aquella ocasión ella llevó su uniforme más gastado porque el resto estaba sucio.

—Frunció el seño y apretó un poco los labios—vete a sentar a otro lado, nuevo. 

—No te enojes fosforito, de igual modo ya me iba. Me agradó esta dulce bienvenida—la miró fijamente. 

—Y voy a ser dulce contigo durante todo el año, no te preocupes—puso su mochila en la silla vacía de un lado.

En ese entonces Mery se asoma por la puerta del salón junto a la profesora que se había ido a la dirección. Mery es de cabello rubio lacio, blanca y de ojos azules. Su personalidad se basaba en su arte y evitaba el contacto físico. En cambio, Bélida era de cabello negro rizado, ojos marrones claros y piel trigueña. Era amable, le gustaba resaltar entre los demás y era bastante responsable.

—Hola amiga—abrazándola—¿Quién es el chico que se fue?

—Renegando—Es el nuevo, se llama Kamíl y es un creído. Pensé que me iba a caer bien, pero creo que no.

—Es simpático, me gusta su cabello rojizo—sonrió mirando a Bélida. Solo quería fastidiarla.

—No me importa que esté guapo, no me gusta su manera de ser—dijo molesta porque aquel primer encuentro no fue el más bonito.

—Animándola—Que no te malogre el día cerebrito, a la salida vamos al río.

—Sonriendo—okey—

La profesora empezó a dictar la clase y Kamíl se distraía conversando con sus compañeras que estaban a su costado. Bélida intervino.

—Oigan, no se distraigan, porque la profesora desde hace rato está que las observa—les llamó la atención.

—Lo siento Kamíl, pero tenemos que atender a la profesora o nos castigan—dijeron todas volteando al frente para atender la clase.

—Claro, no quise distraerlas chicas—fingió una sonrisa.

Maldita Bélida, como puden hacerte caso así de la nada —miraba seriamente hacia el asiento de ella.




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