Amar Como Las Estaciones

CAPÍTULO IX: UNA DESPEDIDA Y UNA DECLARACIÓN

Ya solo faltaba un día para que Bélida se fuera. Kamíl estaba hablando con su amiga Dalia que era de México, sobre el tema de Bélida.

—No seas tonto Kamíl, dile antes que se vaya—dijo Dalia aconsejándole.

—Y si no quiere saber nada de mi. Tal vez está enamorándome para que se de a cabo su venganza—su imaginación volaba.

—Ya wey escúchame, por lo que me has contado. Ella ya dejó que tú te acercaras, porque si no, ni hubiera recibido tus regalos, ni tu galleta ...no  es una venganza, tonterías piensas—dijo Dalia haciéndole darse cuenta.

—¡Kamiiiiiiiiil!—su mamá lo llamó desde el pasillo.

—Creo que tu mamá va a llegar, mejor te corto la llamada—

—No, yo necesito ayuda… hola, ya colgó—dijo Kamíl sin saber que hacer.

—Si quieres consejos, para eso está tu mamá—dijo abriendo la puerta.

—Me da vergüenza pedirte ayuda con esto—se sentó al filo de su cama.

—Que no te de pena mi niño, dime, en que te puedo ayudar—dijo su mamá sentándose en la cama de Kamíl.

La mamá de Kamíl es de origen judío, cabello corto, lacio y negro.

—Suspira—Vale, me enamoré de Bélida. Ahora no sé si ella corresponderá mis sentimientos. No sé cómo decírselo. Tal vez no quiera nada con el chico que la hizo daño. Tal vez fingió que ya me perdonó. Tal vez me odie, o peor, a penas me tolera—dijo Kamíl nervioso inventando muchas escenas en su cabeza.

—Mi amor, cálmate. Yo he estado estudiando a Bélida, te voy a decir cosas importantes sobre ella. Ella no va a querer tener enamorado a temprana edad y le gusta tomarse las cosas con demasiada cautela, pero si le das ese espacio, todo fluirá muy lindo. Así que, no te vayas a ilusionar que ella va a estar contigo ahora. Si i la amas de verdad, esperala—dijo doña Nuray aconsejando a su hijo.

—La esperaré, porque yo la amo de verdad—dijo Kamíl mirando a su mamá.

—Está bien, dile las cosas de frente. No tengas temor hijo. Yo te apoyaré en este proceso—dijo su mamá abrazándole.

Pasando navidad fue un día muy doloroso para Bélida y Mery, ya que era la despedida de dos grandes amigas. Lo celebraron con una fiesta donde todos sus compañeros eran invitados, pero Kamíl no fue porque se estaba preparando para su declaración. La fiesta empezó a las diez de la mañana.

—Cerebrito, esto hay que hacerlo a lo grande, hay que bailar como nunca—dijo Mery emocionada, queriendo ser feliz en el último día con su amiga.

—Sí, que este sea el día que más felices seamos—dijo sacándola a la pista de baile.

—He, he, he, he salieron las dos mejores amigas a romperlo en la pista de baile, quien más se anima—dijo el animador de la fiesta.

—Nosotros también salimos—dijo Mario junto con sus amigos.

—Que empiece la batalla, señor dj, póngame la música—dijo el animador.

Ponen la música del “Happy - Pharrell Williams”, ellas muy felices estaban bailando, la rompieron en la pista de baile. Sus padres fueron muy felices viéndolas reírse a carcajadas a sus dos pequeñas mejores amigas.

Después de sudar la gota gorda, tomaron agua y empezaron a comer. Terminando de comer el payaso empezó hacer show de magia. Kamíl se estaba preparando para decirle la verdad, así que le mandó una carta con Fredy donde decía que se vieran en el parque a las tres de la tardé.

Bélida dudaba en ir, pero no quería quedarse con la duda de que era lo urgente que le quería decir.

—Guarda la carta—creo que no iré—dice en voz baja.

—Ve, no te quedes con la duda. Además, no creo que sea algo tan sorprendente—dijo Mery mirándola.

—Pero no quiero dejarte sola—dijo Bélida mirándola.

—Ve amiga, la fiesta ya se va a acabar y yo te voy a esperar en mi casa—dijo Mery animándola.

—Está bien, voy a esperar que acabe el show de magia—dijo sonriendo.

Llegó las tres de la tarde. Ya estando en el parque Kamíl ve a Bélida sentada en una banca. Su corazón se acelera a medida que se acerca.

—Hola Bélida, quería decirte de una vez lo que… siento—dijo nervioso Kamíl mirándola. 

—Pero si ya te perdoné, ya estás perdonado. Incluso tenemos una pequeña amistad—dijo Bélida sonriendo.

—Sabes, vas a decir que es una locura—suspiró— lo que siento por ti es... amor, lo que quiero decir es que te amo—dijo tratando de mantener la firmeza de su mirada.

—¿Soy la persona que te atrae? eso es raro, como es posible que te guste herir a la persona que supuestamente amas—dijo mirándole mientras esperaba que dijera que es una broma.

—Es que...no sabía expresar mis emociones. Además, me dejé llevar por la envidia y la tonta idea de ser el mejor—sonrió nervioso y se mordió el labio inferior.

—Yo...no sé que responderte. La verdad es que no tengo ni idea sobre estos temas—puso su mano detrás de su cuello.

—Te haré una promesa. Esperaré a que me ames. No importa cuento tiempo te tome. Yo te estaré esperando con el mismo amor de siempre—estiró su meñique y lo puso en su delante.

Sus palabras se quedó resonando en su mente . No lo podía creer. ¿Cómo estaba prometiendo algo tan serio? Ni siquiera podía alzar la mirada. Pero algo dentro de ella le dijo que no debería romperle el corazón.

Estiró su mano y mostró su meñique. Kamíl al ver eso sonrió muy feliz. Entrelazaron sus meñiques.

—Promesa hecha—

Sacó un origami pequeño en forma de corazón de su bolsillo. Tomó la mano de ella y lo puso encima. Empuñó su mano y se movió a un costado de la banca. Se levantó.

—Adiós, Kamíl—no lo miró y se fué a paso rápido.

Se sentó en la silla. Su cuerpo ya no daba para más. Miró como ella se iba sin mirar atrás. Presionó su pecho, suspiró fuerte, para después dibujar una sonrisa en su rostro. Su semblante decía “Lo hice, lo hice".

A Bélida a medida que caminaba le llegaron recuerdos de todo lo que hizo Kamíl y ahí se dio cuenta que si estaba bien ciega. Desdobló sus manos y vio el corazón. Algo tan pequeño, guardaba los sentimientos más grandes de su creador. Los nervios se le apoderaron del cuerpo y su piel se erizaba.




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