Amar Como Las Estaciones

CAPÍTULO XXXII: EL SECRETO DEL JARDÍN

Bélida se quedó un poco curiosa, pero trató de controlarse y continuó arreglando unas cuantas cosas. Se sentó encima de una mesa y esperó a que llegara. Escucha a lo lejos pasos y ve que Kamíl se asoma con una cajita bonita en mano.

—Lo vé—Bélida, podrías cerrar los ojos por favor—dijo dándose la vuelta para que no viera más.

—Ya los cerré—

Escucha que sus pasos se acercan.

—¿Kamíl?

—Sí, ¿quieres decir algo?

—Quería pedirte disculpas, por lo de hoy tarde. No era mi intención que pases por un momento vergonzoso—seguía con los ojos cerrados y con sus uñas rallaba la mesa de madera.

—Se quedó mirándola y tomó su mano—No te sientas avergonzada por eso. Yo estoy bien ¿Tú lo estás?

—Quitó su mano—sí—abrió los ojos y se dio cuenta que estaba muy cerca.

—Agarró la caja y se lo entregó—Tómalo, es tuyo.

Lo miró, miró la caja. Quiso abrirlo, estaba emocionada.

—No, aún no. Te vas dar un spoiler de toda la sorpresa—cogió la mano de Bélida.

—Perdón—sonrió nerviosa.

Se acercaron a la puerta del Jardín.

—Voy a abrir la puerta. Quiero que cierres tus ojos y lo abras cuando te lo indique, ¿De acuerdo?—dijo tomándola de los hombros.

—Sí—dijo nerviosa, tenerlo tan cerca hacía que su sistema nervioso se descontrole.

Cerró los ojos y Kamíl abrió la puerta del jardín. La agarra de los hombros y la guío desde atrás hasta una cierta parte.

—No sé si estaré lista para tanto—oensó en voz alta.

—Tú solo elige lo que crees que es mejor. Es tu decisión y yo confío en tus decisiones, ¿estás lista? —

—Suspiró—Ya lo estoy—

Abrió los ojos.

Al verlo se empezó a acelerar su corazón y su piel se erizaba. Había puesto un camino con pétalos de rosas y luces. El árbol enorme   del medio del jardín estaba iluminado con foquitos. Debajo del árbol había una alfombra con un ramo de orquídeas y jazmines, un peluche del Principito y una cajita pequeña de regalo. De las ramas del árbol colgaban fotos de sus momentos más conmemorativos.

—¿Qué te parece?—dijo Kamíl mirándola. Dio lo mejor de sí, quería que lo encantara.

Cabe aclarar que lo hizo el mismo. Así es, pidió permiso ese día, pero fué a la escuela. Hasta el mismo director no tenía ni idea de lo que hacía.

—¡Me encanta!, es increíble, maravilloso, hermoso. ¿Tu lo pensaste todo?—dijo emocionada, mirando cada detalle.

—Sí—sonrió muy feliz.

—¡Wow! Es increíble el arte que creaste. Amo tu arte—lo miró con tanta calidez.

—Vámos—tomó el regalo que la había dad. Agarró su mano y se dirigieron por ese camino mágico.

Se lo quedó mirando. La confianza en el mismo era atractiva. La seguridad en sus manos, no temblaba. Él volteó a verlo, no aguantaba más. Siempre había querido tomar sus manos de esa forma. Ambos semblantes proyectaban la palabra felicidad.

—Llegaron hasta la alfombra, puso a un costado la cajita—quiero que veas en lo que he trabajado—dijo Kamíl nervioso prendiendo el proyector.

—Hasta un proyector has traído, que lindo—dijo Bélida mirando a Kamíl mientras buscaba el video para reproducir.

—Bien, aquí está—Estaba más aliviado. Tenía miedo de que a pesar que lo había revisado más de mil veces, no estuviese el video ahí.

En el video aparecían sus recuerdos más memorables. Cuando ambos eran pequeños. Cuando entraron a la secundaria. Cuando ganaron concursos y el último video de la cena en el restaurante. Lo más importante, la canción de fondo era Yellow—Coldplay.

Bélida sonrió muy feliz en todo el vídeo. Sus ojos no se perdían ningún detalle ¡Le encantaba todo!  Inconscientemente había agarrado la manga de la camisa de Kamíl. Lo volteó a mirar y se dio cuenta que él no había visto el video, solo quería ver su reacción. Su mirada reflejaba tal calides y amor envuelto en el hermoso brillar de sus ojos azules. Retiró su mano rápidamente y lo puso detrás de su cintura. Su corazón ya no daba más de tanto palpitar.

—Suspiró, juntó la cajita del suelo —solo quiero que respondas con sinceridad. Yo comprenderé tú respuesta. Solo quiero que sepas que te... Que te...—sonrió nervioso—mejor lo abro.

Agachó la mirada hacia el pastel, ya a punto de abrirlo.

—Sí, quiero ser tu enamorada—dijo sonriendo.

Lo miró fijamente. Esas palabras, esas benditas palabras era lo que por tanto tiempo quería escuchar. Hizo que su corazón palpitara a mil por segundo, su aliento se secara y su mente se pusiera en blanco. Sus manos comenzaron a temblar y no podía moverse. Cómo su cuerpo tuvo una sobrecarga se olvidó que tenía algo en manos y lo soltó. Bélida quiso agarrarlo pero terminó empeorándolo. Cayó el pastel al piso, aún estába dentro de su caja.

—Se agachó—oh no, lo siento mucho. Te compraré un pastel más. Mejor todos los pasteles que tú quieras—dijo preocupado tratando de arreglar el pastel que estaba todo destruido, ya ni forma tenía.

—Lo agarró del mentón para alzar su mirada—un pastel destruido no cambiará lo que siento por ti—dijo sonriendo—relájate—agarró un poco del glaseado y lo puso en sus labios.

Se lo quedó mirando todo embobado y sonrió. Iba a quitar el glaseado con su dedo cuando...ella quitó su mano y se acercó lentamente a sus labios. Pasó lo que tuvo que pasar. Fué más que un beso. Fué el primer encuentro de dos corazones en rose de piel. La mezcla del dulce amor de niños en los labios de dos adolescentes. Kamíl se fué levantando poco a poco. La intensidad crecía y tomó su rostro con sus dos manos.

—Ka... Kamíl—Bélida puso pausa.

—Se quedó muy cerca de sus labios—perdón, me dejé llevar—susurró.

Sonrió y le dio un beso en la frente. Tomó su mano.

—¿Quieres ver tus regalos?

—El principito está hermoso, ¿Qué hay en esa cajita?—preguntó mirando los regalos sobre la alfombra.

—Abre la cajita y lo que hay dentro tienes que llevarlo en todo momento, promételo—la miró.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.