Amar Como Las Estaciones

CAPÍTULO XXXIX: LA NOCHE DE TEATROS III

Dylan se quedó por unos minutos admirando su concentración por sacar buenas fotos.

—Mira ¿Quieres que te los pase?—le mostró el celular.

—Wow, están hermosas, pásamelos—respondió sonriendo. 

Le pasó por Whatsapp y ya unos segundos después se dio cuenta que Dylan quería decir algo.

—De que me querías hablar—dijo mirándole.

—Ah mmm no sé que decir. Pensé que no llegaría tan lejos—se rasco la cabeza.

—Ni que fuera inalcanzable—dijo Mery riéndose.

—Creeme que si lo pareces—la miró.

—Vaya—sonrió nerviosa y no dijo nada.

Empezó a sonar su celular. Estaba en voz alta la llamada.

—¿Lo tienes?

—Sí, me costó una vida entera encontrarla, más vale que funcione—

—Okey, bajo—colgó y volteó a ver a Mery—me disculpas un momento, voy al baño—

Bajó las escaleras deprisa y Mery se quedó mirando alrededor cuando nota la silueta de alguien a lo lejos. No lo tomó importancia.

Pasó un minuto y Dylan ya estaba subiendo las escaleras. En un mano tenía su celular y en la otra el regalo. Mientras subía miraba a Mery, tanto así su concentración que tropezó en el último escalón. Por apoyarse con su mano literalmente rompió la pantalla de su celular.

—¿Estás bien?—se acercó preocupada.

—Sí, que bueno que no se hizo nada—alzó el regalo.

—Pero tu celular...

—Eso no importa, me compro otro—sonrió avergonzado.

Lo que trajo de regalo era una galleta de la felicidad. Era una galleta que se partía en dos y una mitad se lo dabas a una persona especial.

—¡Wow! donde conseguiste esas galletas. En mi niñez era muy difícil de conseguir y siempre la mitad se lo daba a mi mejor amiga o a mis padres—dijo Mery asombrada.

—Le pedí especialmente al primo de Jackson que lo comprara en el extranjero.  Por acá ya no venden estas galletas—dijo Dylan sonriendo.

—Suspira—Me trae tantos recuerdos de infancia—observava el envoltorio con tanta delicadeza.

—Abre la galleta y la parte—Mery, yo solo quiero hacerte esta pregunta ¿Quieres ser parte de mi felicidad?—le ofreció la mitad de su galleta.

Mientras tanto Patrick ya estaba subiendo las escaleras discretamente.

—Yo no sé qué decirte, me da miedo lastimarte—

—Su sonrisa se borró—Pero solo es cuestión de decir sí o no—se acerca mucho a ella.

Su mirada era muy fija, ya parecía querer obligarla.

—Es que no me entiendes, yo ya...—dijo Mery retrocediendo.

—Quien te da más atención que yo. No te creas más que yo—dijo agarranfo su muñeca.

Su mirada se oscurecia en enojo. No parecía el Dylan que conoció.

—Es que… —empezó a sentir miedo, pero tenía que hacer algo—¡Basta Dylan!—botó su mano.

—¿Acaso puedes ganarme en fuerza?—se burló.

Al escuchar la voz de Mery subió rápidamente.

—¡No es no, Dylan!—lo miró enojado.

—Otra vez tú, acaso te gusta interrumpir a las personas en momentos importantes—dejó de dirigirse hacia Mery para ir hacia Patrick.

—No continúes con esto o terminarás arrepintiendote—se acercó.

—¡Bien!—le gritó a la cara—alla tú con tu pelirrojo. Cómo si te fuera a amar más que a tu amiga—lo miró burlándose.

No aguantó más y le dio un puñetazo.

—Le agarró del cabello—aprende a tener modales animal. Después no preguntes porque nadie está contigo—

Se soltó y lo miró muy enojado, pero no podía hacer nada. Bajó las escaleras sin darle más importancia al asunto.

Mery se quedó quieta a lado de la pared. Apenas porcesaba lo que había pasado.

—¿Te hizo daño?—se acercó a revisarla.

—No...—retrocedió—no debí venir acá en primer lugar—se dirigió hacia la escalera.

Bajó rápidamente y de un momento a otro ya no se escucha sus pasos.

—¿Señorita que hace usted aquí? Muy bien sabe que este lugar está prohibido. Su nombre, por favor—dijo el guardián.

—Yo la pedí que me acompañara.
No hace falta registrarla—

—Saben muy bien que hago mi trabajo...

—Apareció a la luz—Lo sé y le agradezco mucho que haga bien su trabajo—

—Oh... bien, los perdonaré por esta vez. Pueden retirarse—

Estaba mintiendo, sabía que tenía que perdonarlo todas las veces.

Mery no quiso ser desconciderada y lo esperó para irse juntos. Ya alejándose un poco.

—¿Quieres que expulsen a Dylan?—la miró.

—Sí...no—suspiró—expulsarlo solo sería darle la carga a otro colegio y a otras víctimas—

—¡Wow! No lo había pensado así ¿Cómo lo solucionarías?

—Que se disculpe públicamente con todas sus víctimas y si es posible una indemnización. Que entre a terapia obligatoria y haga servicio social—

—Se la quedó mirando—Me encantas, diré me encanta la idea—se avergonzó.

Mery solo sonrió levemente y continuaron caminando.

Mientras tanto en otra parte Kamíl y sus compañeros ya habían salido. Pasando desapercibido Kamíl lleva a Bélida al jardín donde solo los del club de jardinería podían entrar.

—Kamíl acá solo pueden entrar los del club de jardinería. Nos van a castigar si nos encuentran—la miró preocupada.

—Y quien dijo que nos encontrarían—dijo Kamíl riéndose. 

La tomó de la mano y pasearon por los pasillos lleno de flores de todo color y fragancia.

—Se ven hermosas las flores a la luz de la luna llena—admiraba el paisaje de ensueño.

—Quiero preguntarte algo—

—¿Sobre qué?—volteó a mirarlo.

—A quien diste el regalo de tu mochila—

—Se lo di a Patrick. Tú sabes que está enamorado de Mery y quise ayudarle con algo de información—

—Lo sabía, siempre callaba cuando nombraba a Mery—

—Tenemos que hacer que estén juntos—

—De acuerdo—estiró la mano para simbolizar un compromiso.

—Bien—estrecharon la mano—voy a grabar esta vista, se me hace muy hermosa. Me das mi celular, por favor—

Kamíl sacó el celular del bolsillo de su abrigo. Se quedó admirándola a ella junto con las flores. Sus ojos se iluminaban y una sonrisa bailaba en sus labios.




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