Kamíl se dio cuenta de sus intenciones.
—Mira, las entradas ya se van a agotar. Hay que ir rápido—agarró la mano de Bélida.
—Pero Mery está solita—
—¡Patrick, acompaña a Mery al mirador! —miró a Patrick—mucho mejor, ahora va a estar acompañada, vamos—dijo llevándola.
—¿Me acompañas?—se puso frente a Patrick.
—Claro—dijo Patrick mirándola.
Bélida al ver todo eso se da cuenta de algo.
—Dime la verdad, se va a declarar hoy ¿no?
—Como lo supiste—dijo sorprendido.
—Por favor, se le nota en el rostro. Está nerviosísimo. Me hace recordar a ti aquel día—
—Y yo que pensé que me veía extremadamente calmado—sonrió.
Se fueron a comprar sus tickets de entrada al laberinto del maíz.
Mientras tanto en otra parte Mery y Patrick habían llegado al mirador de la ciudad.
—No puede ser, esto está increíble. Mis ojos no habían visto algo más bello en la noche—miraba detalladamente toda la vista de la ciudad.
—No vas a tomarle una foto—la miró.
—Hay cosas que se tiene que apreciar varios minutos antes de sacarle una foto—dijo sonriendo.
—¿Confías en mí?
—Sí, ¿Por qué?—dijo volteando.
—Quiero que me esperes por unos minutos. Sin voltear a mirar atrás—
—Esto es raro, pero está bien—
—Bien, desde ahorita no voltees—dijo volteándola hacia el mirador y alejándose con la mano temblando.
Se fué a traer el ramo de girasoles y a encender los foquitos. Jael tenía el ramo de girasoles en su mano y se los entregó.
—Ve campeón—dijo sonriendo.
—Siento que no voy a poder ni llegar a su lado—tocaba su pecho porque su corazón ya se salía.
—Aunque sea de lejos te declaras, pero te declaras—dijo mirándole.
—Gracias por tu apoyo Jael—dijo sonriendo mientras se regresaba.
Ya al estar cerca del mirador. La ve de espaldas y su corazón empieza a latir fuertemente. Camina sin fijarse por donde. Solo quiere llegar a su lado y decirle de una vez todo lo que siente. Encendió las luces.
—Ya puedes voltear—dijo con voz fuerte mientras sostenía su ramo de girasoles.
Volteó y se quedó atónita sin decir ni una palabra. Pero su sonrisa no mentía. Estaba feliz, ya sabía lo que iba a suceder.
Patrick se acercó a ella, pero no se dio cuenta que había una raíz y se tropezó. Mery se puso a reír, pero después se tapó la boca con su mano, porque pensaba que Patrick se iba a avergonzar.
—Está bien, ríe todo lo que quieras, me encanta tu risa—dijo mirándola mientras se levantaba.
—Si quieres saber mi opinión. Esta fué la mejor parte de venir al mirador—dijo sonriendo.
—Mery, hace mucho tiempo debí decirte esto—tragó saliva—¿quieres casarte conmi…
—Pensé que iba a ser enamorada, pero también acepto casarme contigo—
—Perdón, es que…mejor no digo nada. Toma, son tus flores favoritas—le entregó el ramo de flores.
—Veo que averiguaste mis cosas favoritas—dijo mirándole.
—Sí…te quiero mostrar este peluche que compré para ti—dijo llevándola de la mano hacia el peluche.
—No puede ser, siempre quise un peluche de ella—lo tomó en brazos—Mi peluche favorito de ahora en adelante—dijo sonriendo.
—Lo sé, por eso te compré el más grande posible, para que lo abraces toda la noche—
—No, ese es mi segundo favorito. El primero eres tú—dijo abrazándole fuertemente mientras podía escuchar cada latido de su corazón rebosante.
—Tengo algo más que podremos compartir. Sé que te encantan los brazaletes—dijo sacando una cajita—lo que quisiera saber es ¿cuál es el brazalete de cada uno? Quiero que al mirarlo nos recordemos—dijo abriendo la caja.
—Yo me quedaría con la calabacita, porque es rojiza como tu cabello. Me recuerda al otoño y yo amo el otoño—dijo mirándole.
—Yo con el copo de nieve, porque me hace recordar y añorar un dulce abrazo tuyo. Los lagos en invierno se asemejan mucho a tus ojos—dijo sonriendo.
Ambos intercambiaron las pulseras que les hacía recordar al otro. Se quedaron mirando fijamente por un par de segundos.
—Porque aguantarnos ¿verdad? —dijo Patrick acercándola hacia él.
Respondió con una sonrisa.
Sus labios se juntaron en el dulce nacer de una nueva relación de adolescentes. Ambos estaban con las emociones desbordantes por cada parte de su cuerpo. Al separarse sus labios se miraron fijamente y sonrieron afirmando que ambos estaban totalmente enamorados.
Por otra parte, Bélida con Kamíl estaban en medio del maizal, perdidos.
—No puede ser, ya nos estamos tardando mucho, creo—dijo Bélida preocupada.
—Descuida, aquí estoy yo, para protegerte—dijo molestándola.
—Según mi sexto sentido, es por aquí—le jaló de la mano.
—Tu sexto sentido ¿en serio? —dijo riéndose—mejor capta señal con estas antenitas—jaló un mechón de su cabello ondulando.
—Sin voltear a mirarlo—Ya basta, suelta mi cabello—dijo agarrando su cabello para que lo suelte.
—No, no lo haré—lo levantaba más.
De la nada se queda tieso.
—Voltea a verlo—¿te pasa algo?
—Soltó su cabello—te juro que vi a la llorona—dijo en voz baja mientras se le notaba el miedo.
—Kamíl, ves mal, no hay nada—dijo mirando a las calles del maizal.
Estaba a punto de voltear cuando ve que alguien de vestido blanco pasa sin mirar a nigún lado.
—Demonios, corre, ¡corre!—agarró la mano de Kamíl, ya que no reaccionaba.
Después de correr unos cuantos metros Kamíl reacciona y lleva la delantera. Corriendo sin saber por dónde, pero de puro milagro a lo lejos ven la salida.
—¡Al fin!—dijo Kamíl viendo la salida, sin fijarse por donde corre.
Bélida se da cuenta que se iba a tropezar en un montón de paja. Quiere avisarlo, pero ya era muy tarde. Él al caerse reacciona y hace que Bélida caiga en su encima.
Después del susto se pusieron a reír.