Amara Salvaje

Esposos de papel

En la habitación los pétalos continuaban, al parecer eran los protagonistas cuando se trataba de decoración. Esta vez se hallaban esparcidos en la habitación y sobre la cama. Además, encontraría un sobre amarillo, que decía: Léeme. Al examinar su interior estaba su ficha médica, que lo expondría como un hombre saludable, también se encontraba mi ficha, pero este no mostró interés por leerle, supongo que él necesitaba que no extendiera el momento y pasara a la acción, por lo que aproveché, para darle una pequeña mordida, en el lóbulo de su oreja derecha, pues aún necesitaba acicalarme. 

Al ingresar al cuarto de baño me desvestía y luego me colocaría bajo la regadera. En el momento que gire el grifo, el golpe de agua tibia me excitaba, creo que se relacionaba a la desesperación de pensar que el hombre que deseaba, me esperaba tras la puerta y talvez hasta desnudo. No queriendo esperar, acorte el momento del baño a cinco minutos y salí desnuda a su encuentro. Este se mostraba asombrado y no lograba articular palabra. Así que imagine controlaría la noche, pero de la nada se escuchaba unos pasos y luego alguien tiraría de la manilla. Me tapé con ambas manos, mientras Alex empezaba a dibujar una sonrisa. 

—¡Querida! Las toallas están en el baño—dijo Yaya adentrándose en la habitación—.¡Por favor! Ve por una toalla y sécate… Después usa este camisón, pero necesitarás algo de ropa interior. 

—¡Tengo la solución! —En el cajón derecho de la cómoda hay una caja de bóxers sin usar—repuso Alex mostrando ahora una amplia sonrisa…—. Cariño y aprovecho para decirte que tienes el mejor trasero… que haya visto. 

—¡Alex! —bufo Yaya—. No es solo un trasero. Ahora es tu esposa y por ende debes elogiar todo su cuerpo. 

«Trágame tierra», pensé, mientras seguía desnuda a la vista de Yaya, intentando cubrir con una mano mi tesoro y con la otra a mis niñas. 

—¡Yaya! —dije con la poca paciencia que me quedaba—.¡Por favor! Déjeme a solas con mi esposo. 

—¡Entiendo! —.Únicamente pase a dejar este camisón. No tiene que avergonzarte, somos mujeres. 

Asentí con su comentario sin soltar mi posición y cuando Yaya salía de la habitación al fin dejaría de cubrirme, más al ver el rostro de Alex, sentí que esa intromisión, no fue coincidencia. 

—¡Habla! —¿Por qué Yaya traería ropa?... Será que mi esposo busco una excusa… ¿Por qué aún no le apetece el sexo? 

—Si me apetece —respondió con una voz airosa. 

—Solo eso quería oír— dije acercándome a este lentamente, más al quitarle las sabanas que le cubrían, era detenida por tercera vez. —¿Qué sucede? —agregué con un grito eufórico. 

—Según el contrato. En estado de convalecencia por enfermedad o accidente. 

—No… No… No… ¿Qué es esto? Estoy desnuda frente a ti. Acepte casarme y vestida de blanco, como si se tratase de una virgen. Pase toda la tarde hablando con tus amigos y familiares que ciertamente son molestos, para rematar bailas terrible… y siempre ¡No! —.¿Planeas enloquecerme? O ¿Quieres un trofeo?...Que reemplace a tu novia muerta. 

En cuanto termine de decir esas palabras, me sentía terrible, pero ya el mal estaba hecho. 

—Sal de la habitación —espeto Alex, que había cambiado su sonrisa, por un semblante de enojo. 

—Lo lamento—. Yo solo… 

—Pensabas en ti— completo. 

Luego hubo un incómodo silencio, que usaría para buscar en su cómoda la caja de calzoncillos, ponerme el camisón y salir de la habitación. 

 



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En el texto hay: romance, amor, mujer jefa

Editado: 13.07.2023

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