PREFACIO

3 de Abril de 2005
 

La habitación era tenue. Musgo, telarañas y suciedad se vislumbraba por todo el lugar, de no ser por el repiqueteo de gotas que caían del techo a través de un pequeño agujero o el chillar de los ratones mientras corrían para intentar esconderse, habría solo silencio.

El crujir de la paja al ser pisada en el suelo llenó las cuatro paredes, un hombre de espalda ancha estaba concentrado buscando la mejor arma de las que tenía colocadas en orden sobre una mesa.

Dos niñas estaban sentadas en un húmedo y sucio colchón colocado en la pared opuesta a la que se encontraba el asesino, sus padres estaban a escasos centímetros de ellas pero aún así ninguno de los dos podía acercarse hasta el punto de abrazarlas y susurrarles palabras bonitas.

Las muñecas de las manos de ambas pequeñas comenzaban a tornarse de un color rosado por la fricción que causaba la cuerda en su piel, sus ojos estaban vendados por lo que lo único que podían hacer era escuchar, sus pies estaban amarrados con unas bridas para cables, dejando marcas por debajo de sus pantalones.

El asesino se movía de un lugar a otro, silbando como si lo que estaba a punto de hacer ya lo hubiese hecho muchas veces atrás, como si fuera el trabajo más fácil y sencillo de la vida.

Escogió un arma, un revolver calibre .357 Magnum, comenzó a jugar con ella dándole vueltas y pasándola de una mano a otra.

Los esposos miraban atentamente los movimientos que hacía el hombre, esperando de una vez por todas que llegara el fin de su familia.

El hombre dejó de jugar con el arma y se acercó al padre apuntando directamente hacía su frente, su esposa comenzó a sollozar aún más haciendo que lo único que se escuchara en toda la habitación fuera su ruidoso llanto.

Una de las niñas subió poco a poco sus manos atadas hasta sus ojos y sintió la venda negra que le impedía ver, con sumo cuidado subió una de las esquinas y logró vislumbrar por su ojo derecho la habitación lúgubre. Un movimiento capto su atención y en seguida se percató del hombre que sostenía un arma en su mano, su corazón comenzó a latir a mil por hora, su boca no produjo ningún sonido, de sus ojos no salía ninguna lágrima, simplemente se quedó ahí observando en estado de shock.

El padre giró su vista y un pequeño hilito de agua recorrió sus mejillas al darse cuenta de que una de sus niñas presenciaba horrorizada la escena. Sus labios se movieron lentamente pronunciando un silencioso "Te amo" que la pequeña logró entender antes de ver como el brillo triste y preocupado que tenía en sus ojos se apagaba cuando el sonido del primer disparo llenó la habitación, el cuerpo inerte de su padre cayó a un lado, la niña observó como la sangre brotaba del agujero oscuro en la cabeza del padre.

La pequeña niña a su lado comenzó a llorar más fuerte por el susto mientras su madre le decía sus últimas palabras de adiós y su rostro se apagaba, quedando solo unas esferas blancas, completamente vacías y carentes de vida cuando el segundo disparo sonó y el cuerpo de su madre cayó sin mucho esfuerzo al otro lado de su padre, ambos tenían un agujero oscuro en la cabeza y sangre brotando de ahí haciendo un charco en el suelo.

La niña logró observar un tatuaje de escorpión en el cuello del asesino antes de vendar nuevamente su ojo.

Ambas niñas esperaron volver a oír otros disparos que nunca llegaron, solo oyeron como el hombre caminaba de un lugar a otro en la habitación mientras recogía todas sus armas y escapaba del lugar dejándolas ahí, sin ayuda, sin poder escapar mientras los cuerpos de sus padres quedaban tirados en el suelo como dos ratas que no tienen ningún valor para nadie.

Esa noche las dos niñas quedaron huérfanas. 
Esa noche una de ellas prometió vengar la muerte de sus padres, sin saber realmente lo que estaba diciendo. 
Desde esa noche ya nada sería igual en la vida de ambas niñas.

•••
 

¡Hola, estrellitas! La tierra les dice Hola. 
 

Ok, no debería estar tan alegre en estos momentos de duelo :( 
 

O sea, es el prólogo y ya están lloviendo los muertos. 
 

Hoy