Amarga Pesadilla

∆Capítulo Diez∆

*Lex Baker*

En un suspiro.

En un susurro.

En un silencio.

La vida se podía ir en tan solo un segundo, sea soltando tu último suspiro de aliento, diciendo un último susurro o quedando simplemente en silencio antes de que ya no puedas hacer más nada.

O quizás podías intentar escribir una carta de despedida, plasmando tus sentimientos, abriéndote por primera vez en tu vida y contando todo eso que alguna vez intentaste decir en voz alta y no podías, diciéndole un último adiós a tus seres queridos antes de acabar tu mismo con el dolor que sientes día a día, con tu soledad y sufrimiento, tus noches de desvelos y semanas de agonía, dando por terminada tu labor en este mundo.

Jamás pensé que en mi vida llegarían esos pensamientos, jamás imaginé que la única escapatoria que le encontraba a mi patética vida fuera la de no existir más, la de acabar con mi dolor y existencia de una manera horripilante para muchos.

O quizás solo estaba siendo demasiado dramática, patética y dándome lastima a mi misma.
Hay miles de personas que sufren, padecen o viven peores cosas a las que yo viví y aún así intentan una manera de encontrarle sentido a su vida y no se ahogan en esa oscuridad profunda que nace en nuestro interior.
No andan lamentándose como yo por cada cosa que les sucede, no viven anclados a sus pasados, solo intentan vivir su presente de la mejor manera en la que puedan, encuentran su valor y reúnen las pocas fuerzas que le quedan para salir adelante y ser mejores que nunca.
Quisiera realmente ser como esas personas, que de una u otra manera consiguen salir de esa oscuridad que los rodea y ahora su luz brilla más que cualquier otra cosa.

Pero es como si las pocas fuerzas que me quedan no ayudaran para nada, solo para terminar de desgastarme mental y físicamente, como si en vez de fortalecerme para reunir coraje y salir de la depresión y el miedo en el que vivo solo me debilitaran mucho más, afianzando el dolor, la angustia y la desesperación en mi, intentando buscar escapatoria a todo esto y que solo una sea la más factible pero la menos indicada.

Me lanzo en el suelo y flexiono mis rodillas, el aire gélido penetrando la fina tela de mi jean y blusa, me abrazo para entrar en calor pero el frío clima no ayuda mucho.

No se cuanto tiempo llevo fuera de casa, quizás un par de minutos, o probablemente horas, lo único que se con seguridad es que los dedos de mis manos están entumesiendose por la falta de calor, entierro mi cara entre mis rodillas y al mismo tiempo siento algo caliente recorrer mis mejillas.

Lágrimas.
Más lágrimas.

Como las aguas de un río cayendo por un acantilado: sin control, sin piedad, sin frenos.

Odiaba volverme vulnerable, detestaba llorar sin poder controlarme, pero también a la vez lo sentía deliberador; llorar era la única forma que había encontrado para poder desahogarme, para poder liberar y desatar todas esas emociones que siempre intento contener por mucho tiempo, llorar es la única forma que encuentro de quitarme un poco el peso que con el pasar de los años he creado y cargado a cuestas en mi espalda como un morral de montaña lleno de implementos de metal, acero y cobre.

A veces me siento como una estúpida chica que se ahoga en un pequeño vaso lleno de agua, una chica que crea miles de tormentas en un contenedor lleno solo hasta la mitad, me siento como una persona que solo vive para lamentarse cada día, una y otra vez, y volver su rutina tan monótona, vacía y oscura que no dan ganas si quiera de volver a repetirla, simplemente cada día que pasa me siento aún más patética, insoportable y tonta que nunca.

Limpio mi rostro con ambas manos cuando siento que las lágrimas han cesado, quizás solo por un período muy corto de tiempo antes de que vuelva a explotar, últimamente lo he estado haciendo mucho, como si ya no tuviera control de mis emociones.

Me abrazo más intentando entrar en calor, aferro mis brazos a mis piernas como si la vida se me fuera en ello, levanto mi rostro y siento como el viento gélido choca contra el dándome escalofríos incontenibles, mi mejillas bañadas aún en los rastros de las lágrimas solo empeoran todo, apoyo mi mentón en mis piernas y me quedo observando una pequeña piedra frente a mi, intentando olvidar por un segundo el frío que recorre mi cuerpo o los pensamientos negativos que intentan surgir a la superficie.

Mi mente se despegó completamente de mi por largos segundos que no lo sentí venir, no había reparado en su presencia hasta que fue demasiado tarde, su voz entró como una ráfaga de luz por todo mi cuerpo, encendiendo cada poro y brindándome el calor que necesitaba.

—¡Lex! —su voz fue un susurro angustioso, su sonido provocó un estremecimiento en mi cuerpo por el anhelo que sentía de quererlo cerca de mi, aunque me negara completamente a aceptarlo. Él levantó mi rostro para mirarme directamente— ¡Dios! Estaba tan preocupado por ti, Lex. —ahogué un sollozo cuando sentí mis ojos llenarse nuevamente de lágrimas.

Nadie más que mi familia se había preocupado de esa manera por mi, y saber eso solo me colocaba aún más vulnerable de lo que estaba.

—Ian yo... —intenté pronunciar una disculpa pero mi voz no encontró más su rumbo cuando Ian se acercó a mi y rodeó sus brazos a mi alrededor, dándome el calor que mi cuerpo pedía a gritos desde hace mucho rato.



#4917 en Novela romántica
#541 en Thriller
#242 en Misterio

En el texto hay: misterio, drama, romance.

Editado: 28.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.