"Porque las almas tristes son más fáciles de herir.
Zeynep Sahara."
El olor a pintura opacaba mis fosas nasales como si fuera un perfume de jazmín.
Entrar en esta cúpula de arte era una maravilla, estar rodeada de artistas, de personas que quieren lo mismo que tú es una sensación única y inexplicable.
Siempre llegaba temprano para poder apreciar como se llenaba este lugar.
Me sentaba en uno de los sillones junto a un cuadro de la famosa Frida Khalo, su arte era tan surrealista que en cada obra veías más que un solo toqué de pintura, veías pasión, convicción y añoranza.
Amo, o mejor dicho, soy fan de estas pequeñas cosas.
Luego de que se llenará, dió mi hora, ya era mi momento de hacer arte.
Respira.
Solo tiene que ser una línea perfecta.
- Lea debes tener más precisión en esa línea, no te dejes llevar por ese Párkinson que te persigue a todos lados.
Escuché la crítica de la increíble y respetada Sra. Bellerose.
Ella siempre te daba fuerzas con sus palabras.
Este dibujo no es para nada uno de mis mejores trabajos, pero está en proceso de ser mejor.
Observé el lienzo.
Era extraño.
Todos se veían cómodos al hacerlo pero yo simplemente no podía imaginar nada.
¿Un artista sin imaginación?.
Nadie creería tal pregunta.
Honestamente solo estoy dibujando garabatos.
Aunque de ahí sale arte, de lo inesperado, de lo que no se ve.
O eso espero que pase, porque está clase es una eliminatoria y no quiero ser parte de las del rincón.
Dejé descansar el pincel.
Tomé un poco de agua para relajarme y darme más energía.
Visualice mi apartamento, viajé hasta mi habitación...
Entonces me detuve en mi balcón.
Tenía una vista espectacular de la ciudad.
A todas horas era un encanto tener que deleitarse con la belleza simple de los edificios, los autos, las personas, los animales y sobre todo de esa manta tan grande que cambiaba sus colores dependiendo de las horas.
Amaba los colores que tenía a diario, la paleta que este usaba era incansable e inimaginable.
Siempre tenía algo que decir, sin tener que leerlo.
Al mirar se puede descubrir tanto, que es por ello que amo la pintura y amo ser parte de su historia.
- ¡Lea!. Advirtió la Sra. Bellerose, otra vez.
Asentí, y dejé de lado mis pensamientos para concentrarme en esos garabatos.
Por un momento imaginé rejas, muchas rejas adornadas con espinas, pero luego esas rejas se convirtieron en largos bambús con esas hojitas tan peculiares que crecen con ellos.
Y entonces fue más fácil trazar cada bambú, ya no eran garabatos sin sentidos, ahora era un pequeño jardín que buscaría un panda para poder comer y luego dormir.
Sonreí al terminarlo.
Amaba dibujar.
Era mi liberación en todos los aspectos posibles.
Ahí no solo pintaba lo que veía, sino también lo que sentía.
El sentir es una sensación tan profunda.
Que al momento de hacer contacto de manera instantánea con nuestro cerebro libera hormonas para generar amor, dolor, felicidad, tristeza... Y todas esas emociones que nos hacen seres humanos.
Somos personas completamente incontrolables.
- Buen trabajo.
Mire a la maestra. Su sonrisa me daba gozó.
Sonreí levemente.
Miré el reloj.
Marcaba las 4:37 pm. Tenía que volver.
Salí del edificio de arte para dirigirme al metro.
Ese lugar siempre era un caos, un precioso caos lleno de tantas historias que ya mi libreta se queda sin hojas, y solo lleva conmigo trece días.
Las personas suelen tener tantas facciones de rostros diferentes como personalidades y sobre todo gestos tan poco comunes como comunes que dibujarlos es más un hobby que una obligación.
Me tocó irme parada, dibujar así es horrible.
Hoy no pude dibujar pero si me lleve varias ideas para retratos.
Al llegar al edificio el olor a sopa de tomate se hizo presente.
La Sra. Bernz ya le estaba trayendo su famosa sopa al portero.
Sonreí en forma de saludo a los dos mientras pasaba directo al ascensor.
Entonces por primera vez de esta semana pasó.
Él estaba saliendo del ascensor.
No me considero acosadora, pero este chico era una personificación en carne y hueso.
Venía hablando por teléfono y por su gesto no se veía nada contento.
Esperé a que bajara para poder entrar.
Y algo que pasaba poco, paso.
- ¡Ey! - Gritó - Detén el ascensor por favor.
Escuchar su voz ronca era realmente encantador.
Oprimi el botón y lo observé entrar.
- Gracias - Sonreí simplemente - Tú gato me odia.
Comentó de la nada.
Lo miré extrañada mientras reía levemente.
- No lo creo, Cher es muy amorosa. Apunté
El rió.
Una melodía perfecta para mis oídos.
- ¿Cher?. Preguntó burlón
- Ya veo porqué te odia. Sonreí de mala gana.
Su sonrisa de ángel paso a ser una línea de bambú.
- Lo siento. Pronunció mientras se abrían las puertas del ascensor.
- Está bien, no te preocupes.
Me dirigí a mi apartamento sin dejar de pensar en que me habló.
- ¿Lea es tu nombre, cierto?.
Me sorprendió saber que quería seguir hablando.
- Sí. Afirme mirando esa primavera
- Soy Mael. Sonrió algo tímido.
- Sé quién eres - Aseguré, el arrugó los cejas en forma de confusión - Yo te ayude con tu perro el día de tu "descontento".
Dije recordando aquel día.
- Cierto - Dijo sorprendido mientras se sonrojaba - No recordaba que fueras tan hermosa.
Su comentario hizo que su sonrojo llegara a mis mejillas.
- Gracias. Susurré
Y entonces apareció Cher.
Amaba este hermoso animal, era peludo, con ojos grises.
- Miauuu.
Observé a mi pequeña salvaje llena de amor.
Ella era mi niña, mi amor, mi compañera de vida.
- Hola encanto. Sobe su cabecilla.
Ella ronroneo para luego romper su burbuja de amor por una de ¿Odio?.
Le saltó al pobre de Mael encima.
- ¡Oh Dios!. Dije quitándola de encima.
No podría creer que ella estuviera así delante de él.
- Te dije, me odia.
- Gata mala, vas para adentro. Regañé mientras la dejaba entrar por su comportamiento extraño.
- Por lo menos te hace caso.
- Ella no se comporta así con nadie, me sorprende que contigo lo haga.
- ¿Por qué no lo haría? No me conoce. Sonrió
Era tan bello.
- Tienes razón - Me encogí de hombros - Espero tengas una linda tarde. Le sonreí para irme a respirar normal.
- No será linda sin ti. Su sonrisa de lado era muy sexy.
- ¿Acaso es el día de seducir a la vecina?.
Pregunté levantando una ceja mientras cruzaba los brazos.
Volvió a reír fuertemente.
- Me gustas. Dijo sin más.
- ¿Te gustó?.
- Sí, me agrada mucho tú personalidad.
- Ahh - Dije entendiendo su punto, jamás pensé en que me besaría y me casaría con él, no, no, no - No te conozco tanto para decir lo mismo pero me agradas también.
- ¿Harás algo el domingo?.
Sentía cierta inquietud de su parte. Esto era un sueño o cupido estaba aquí mismo haciendo el trabajo que tanto he pedido.
- No.
- ¿Podrías cuidarme a mi perro? Es que iré con unos amigos a una casa a las afueras de la ciudad y no tengo a nadie de confianza para dejarlo - Todas mis ilusiones fueron disparadas con rifle - Te pagaré por ello.
Tenía un verde tan hermoso que no podía negarme.
- Claro, no hay problema.
Esa era su coquetería, necesitaba un favor.
- Gracias - Sonrió dejándome ver su hoyuelo izquierdo - Si necesitas un favor avísame. Ofreció.
- Bien, tengo cosas que hacer. Dije sin más.
- Sí, lo siento, feliz tarde.
Se iba acercar pero me alejé entrando directamente sin decir nada más.
Sentí una lágrima bajar por mi mejilla.
¿Por qué lloro por algo tan absurdo?
Limpié con poca delicadeza esa gota de agua salada para irme a bañar.
No puedo creer que por un momento pensé que él se había fijado en mí.