Amatista

Capítulo 1: El Gato y la Luciernaga

Era un día otoñal, nublado y frío. El barrio de Palermo, Buenos Aires se encontraba con sus calles casi repletas como de costumbre. La gente suele elegir sus bosques para pasear en familia o simplemente para relajarse, aunque no sólo por eso sino también por sus bellos lugares turísticos como el famoso Planetario o el llamativo Rosedal. Aun así Palermo no es sólo rural, tiene su zona de comercios y edificios donde varias personas pagan una enorme cantidad de dinero por el alquiler o los impuestos de vivir en una de las zonas más caras de la Capital, pero no deja de ser agradable.

Allí todo suele ser bastante tranquilo, aunque a veces se sale de control por algún que otro idiota ebrio en días festivos.

 Las personas que viven allí son normales, con empleos ordinarios (otros no tanto), carreras universitarias o días escolares, hasta debe haber varios desempleados como Carla Blud que acaba de ser despedida y no tiene idea de cómo mirar a su único hijo a la cara, cuando llegue a casa.

Carla, solía trabajar en una oficina como recepcionista y lo único que tenía que hacer era registrar quién entra y sale de la empresa, entre otras tareas nada complicadas, pero por desgracia no fue lo suficientemente atenta para notar que un hombre de apariencia bastante extraña ingreso al establecimiento sin permiso alguno. Este hombre, aparentemente "atacó" al hijo mayor de su jefe, motivo suficiente para que la regañen y echen de su empleo.

Por fortuna de Carla, su hijo Ethan aún no había llegado. Hoy se había tomado el día para salir con sus amigos. 

Ethan tiene 22 años, su madre lo crió soltera ¿Su padre? Lo poco que sabe acerca de él es que su mamá lo conoció cuando viajó a New York y lo amo con locura. Ella jura que él también lo hacía pero por motivos que desconoce, poco tiempo después del nacimiento de su pequeño, no volvió a saber nada de él. Fue muy doloroso y decidió regresar a Buenos Aires para criar a su hijo con el apoyo de su familia. 

A pesar de todo, Carla es una mujer muy amable y su hijo aún sabiendo aquella historia no siente odio alguno hacia aquel hombre.

El reloj marcaba ya las 18hs, Ethan junto a sus amigos Darién y Dana se encaminaba hasta el mcdonalds más cercano para merendar algo juntos. Habían visto una película y ahora morían de hambre.

Ethan tiene el cabello largo y ondulado, unos bellos ojos cafés, una piel bastante pálida y suele vestir con camisas a cuadros. Por otro lado Dana es una chica muy simpática con cabello rizado y largo, su vestimenta suele ser bastante casual, sus ojos son de un bonito color pardo y su piel blanca (aunque no tanto como la de Ethan) y no olvidemos a Darién, el mejor amigo de ambos, un chico colorado, con la piel tan blanca como la de su amigo, salvó por el hecho de que tiene muchas pecas, sus ojos son azules y lleva lentes, le gusta mucho vestir con suéteres y pantalones no muy ajustados. 

Darién es el más tímido del grupo. Ethan el más escandaloso, se diría que es el alma de los tres ya que siempre está sacando una sonrisa a todos.

La merienda no les llevó mucho tiempo, ellos se encargaron de que así sea, porque querían ir a los bosques un rato antes de que se haga demasiado tarde. 

En Buenos Aires, los días de otoño e invierno terminan más rápido ya que a las 18:30 ya está todo completamente oscuro. 

Los bosques de Palermo, no son ese tipo de bosques enormes donde uno suele perderse, al contrario, es una especie de parque bastante lindo, lleno de árboles pero donde predomina más un bonito césped en el cual las personas pueden disfrutar de un lindo picnic o hasta de una siesta. 

Los tres decidieron quedarse sentados cerca de unos árboles ubicados detrás del Planetario. 

—¿Qué vamos a hacer con el trabajo del taller literario?
 


Pregunto Darién en medio de la charla que venían teniendo. 

—Yo que sé, estoy más preocupada por otras cosas.
 


Respondió la rizada con poco interés.

—¿Qué cosas?
 


Pregunto nuevamente el colorado. 

—dicen que el sábado va haber una feria de artesanía por acá y no sé si ponerme un puesto.
 


Ante aquellas palabras Ethan se rió en tono bajo y su amiga lo miró nada molesta pero sin comprender.

—¿De qué te reís? 
 


 

—es que no creo que te dejen. Tendrías que infiltrarte para eso y seguro está lleno de polis. 
 


 

—la cana no me da miedo. 
 


Soltó un pequeño suspiro.

—pero tenés tanta razón.
 


Fue en ese instante cuando Ethan escuchó unos pequeños crujidos, parecido al sonido de las hojas secas al ser pisadas. Ante esto, observó hacia el gran árbol que con sus ramas cubría el cielo nublado sobre ellos. 

Las ramas de aquel árbol estaban desnudas y gracias a esto pudo ver un gato gris con llamativos ojos celestes. No era común ver animales domésticos sueltos por la zona y mucho menos sin sus dueños cerca. 

—igual si pone el puesto cerca pero no tanto seguro no le dicen nada, ¿No, Ethan?
 


Ethan seguía mirando a aquel gato que también parecía que lo observaba detenidamente. 

—¡Ethan!
 


El grito de Dana definitivamente captó la atención del castaño. 

—¿En qué andas?
 


Ethan notó que sus amigos realmente querían saber a dónde tenía la cabeza, estaba demasiado callado y eso no era común en él.

—solo miraba al gato. 
 


Respondió levantando la cabeza para volver a verlo y allí estaba, firme y penetrando su mirada en el joven. 

—¿Qué gato?
 


Pregunto Darién mientras observaba al mismo sitio que su amigo, Dana hacía exactamente lo mismo. 

Ethan los miro confundido.

—ese, el gris que está ahí en el árbol.
 


Sus amigos lo miraron algo extrañados, no había ningún gato en ese árbol.

—¿No lo ven?
 


Preguntó el castaño con la mirada firme en sus amigos y luego volvió a ver al gato, claramente allí estaba, observándolo pero no era lo único claro, también era evidente que sus amigos no veían nada.




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