Amatista

Capítulo 7: ¿Un fin en común?

"Radomsky" ese era el apellido del dominio más despiadado y temido por los seres que habitaban el mundo Amatista. Lugar de donde provenía Isaac, un Bajang que al igual que el Adze había obtenido ayuda de los seres mágicos de Amatistas para ser pacífico y no un ser monstruoso como el resto de los demonios de su raza. 

Según Isaac, Radomsky era un individuo muy insensible y egoísta, un ser que sólo buscaba obtener el poder absoluto de todos los fragmentos de minerales que existían en su mundo, hasta que un día se le ocurrió que no era suficiente con aumentar la población de demonios, matar y robar pequeños pueblos. 

A partir de allí, usó gran fuente de los fragmentos de minerales para abrir un portal hacia el mundo "real" de los humanos y enviar a sus demonios mejor capacitados a realizar una misión, sin embargo el problema no era sólo que invadió otra realidad sino que otros demonios se enteraron del portal y decidieron atravesarlos debido al rumor de que algunos de los fragmentos, que Radomsky había utilizado, se perdieron del otro lado.

El joven de cabellos grises, confesó que él atravesó el portal para encontrar no sólo fragmentos de cada mineral duro de su mundo sino las piedras completas, ya que según un antiguo libro de los seres  de Amatista, si alguien se atrevía a usar fragmentos para abrir un portal existía la posibilidad de que el portal no sólo esparciera parte de ellos del otro lado de este sino que también esparceria las piedras completas. El chico no dio muchos detalles de por qué quería esas piedras, estaba muy preocupado por su situación actual. Había perdido lo único que le mantenía controlado y temía perder el control, pero no podía hacer nada porque sabía perfectamente que el joven Radomsky, hijo de aquel dominio, tenía el fragmento del ámbar. 

Ethan, además de percibir el miedo que el Bajang reflejaba en su mirada, prestó atención a toda la historia de aquel demonio, pero no lograba comprender cómo un sólo individuo podía llegar a hacer tanto daño, hasta el punto de volverse el más temido por todo un mundo.

En cuanto al joven Radomsky, supuso que sería una de esas personas que vió a los lejos pero que no logró distinguir.

Cuando Isaac terminó de contar su historia y de explicar los motivos de su actitud temerosa, el castaño tuvo una larga conversación con sus amigos, Dana y Darién, para mantenerlos al tanto de todo.

A las 12:15hs, la madre de Darién llamó a la habitación y entró a los pocos segundos con una bandeja donde tenía tres platos, dos de ellos eran de milanesas con papas fritas y otro un sándwich vegetariano. Los jóvenes le agradecieron y se pusieron cómodos en la habitación para almorzar. Isaac se había quedado dormido, al parecer aún estaba agotado, posiblemente porque en la noche no logró dormir muy bien. 

—Entonces… si yo toco esa piedrita que vos tocaste ¿Voy a poder ver al gato?
 


Hablaba Dana, sentada en la silla de la computadora mientras usaba el escritorio como mesa de comida. 

—Eso creo.
 


Respondió Ethan desde su colchón tomando una de las papas fritas y llevándola a su boca.

—¿Y creés que todo lo que él usa se vuelve invisible para nosotros?
 


Preguntó Darién, quien también participaba en la conversación mientras comía su sándwich de milanesa, aunque para él era de soja.

—Digo, porque se supone que debería poder ver al menos su ropa flotando. ¿No?
 


Agregó luego.

—Puede ser.
 


Dijo Ethan, aún comiendo.

—Pero creo que  esa especie de hechizo que lo hace ver humano e invisible para ustedes también hace que no puedan ver su ropa porque honestamente yo lo veo hasta vestidito.
 


Añadió pensativo, no estaba muy seguro.

—Tal vez su ropa está ahí y simplemente no podemos verla.
 


Comentó Dana, comiendo un poco mientras observaba la pantalla de la computadora.

—Escuchen, según esta página las piedras del ámbar suelen hallarse en zonas de agua.
 


Agregó leyendo la pantalla.

—Creí que era una piedra de fuego o algo así.
 


Confesó Ethan luego de escuchar a su amiga.

Lo poco que sabía de aquella piedra semipreciosa era que se la conocía como "piedra de fuego blanco" por poder brillar con una suave y cálida luz parecida a el resplandor del sol.

—Tiene varias propiedades con respecto a eso, pero ahora no interesa, Ethan.
 


Dijo la rizada, mirándolo. 

—Lo importante es encontrarla y según esto, es fácil hacerlo porque son especiales por no sumergirse y permanecer a flote.
 


Siguió contando al regresar la vista al monitor.

—Isaac seguro pasó muchas cosas horribles en su mundo por culpa de aquel demonio para temerle tanto.
 


Soltó Darién, algo pensativo, ignorando lo que su amiga acababa de decir.

—¿Y si es verdad que su accesorio lo tiene ese chico?
 


Preguntó a Ethan, preocupado de que en Buenos Aires haya un demonio loco y despiadado suelto.

—Peor sería que pierda el control.
 


Dijo Dana al escuchar al colorado.

Ethan observó a Isaac quien aún estaba dormido. Pensó en la posibilidad de estar equivocado en cuanto al control que el chico podía tener en sí mismo y entendió que no podía fiarse de ello; por otro lado, se sentía culpable de haber perdido el accesorio. 

—Bueno ya fue.
 


Dijo Ethan. 

—Como no tenemos tiempo para irnos a un río  y tampoco tenemos uno cerca acá en Palermo y el mar nos queda hiper lejos, vamos a ir a buscar a ese pibe.
 


Agregó poniéndose de pie.

—¿Al hijo del demonio Radomsky?
 


Preguntó Darién algo asustado.

—Sí, tenemos que hacerlo.
 


Respondió el castaño mientras miraba a sus amigos.

Estaba dispuesto a cargar con toda la responsabilidad.

—Si él tiene el ámbar del collar de Isaac vamos a ir a recuperarlo porque nos pertenece.
 




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