Amatista

Capítulo 9: Óscar Guerreiro

En un apartamento pequeño, perteneciente a uno de los tantos edificios del barrio de Palermo, se encontraba Óscar Guerreiro. Acababa de cerrar su laptop, que estaba sobre la cama, y se levantaba para ir por algún abrigo. Tenía hambre y sabía que en su hogar no había nada para comer por lo que estaba dispuesto a salir a comprar algo. 

Salió de su habitación, se había pasado toda la tarde allí y lo último que hizo fue enviar un correo de email a su futura asistente, Carla Blud. Tomó sus llaves y salió, lo primero que hizo fue dejar con llave la puerta y luego se retiró del enorme edificio. Vivía en primer piso, motivo por el cual prefería las escaleras antes que usar el ascensor. 

Ya fuera del establecimiento, caminaba por la vereda, bajo la luz de algunos postes que adornaban la zona, con las manos en los bolsillos,  hacía bastante frío a pesar de ser un día otoñal. 

Óscar, se había mudado al barrio de Palermo hace unos pocos meses. ¿Las razones? La misteriosa muerte de uno de sus más grandes amigos. 

Su amigo era José Fabricio Angelani. Junto a él comenzó su fascinación por investigar sucesos sobrenaturales o inexplicables. 

José, juraba que existían seres diferentes, a los cuales llamaba demonios y tenía toda una libreta con cada uno de ellos, explicando sus características y habilidades. Al principio, Óscar pensaba que era un tipo medio loco y que probablemente todo se lo inventaba, pero ese pensamiento se fue perdiendo con el tiempo. 

Una tarde, en que Óscar, -como de costumbre- iba a buscar a su amigo para comentarle el progreso de sus investigaciones, las cuales el mismo José le había encargado, se topó con la presencia de un joven de apariencia normal, pero que transmitía frialdad en sus ojos.  

Aquel muchacho, no dejaba de mirarlo, tenía la mirada profundamente clavada en él y no parecía molestarle el hecho de que éste pudiera notarlo. 

El ojisverdes, quien era muy curioso y jamás se permitía quedarse sin respuestas, avanzó en dirección a este.

—¿Óscar?

Escuchó la voz seca y con tono preocupante de José. 

Óscar volteó a verle y se encontró a su amigo con una cortadura en su brazo, la cara sucia y el labio partido; al verlo la preocupación se reflejó en su rostro.

—¡Es él!

Gritó luego, José, antes de que Óscar se le acercara.

Todo pasó en cuestión de segundos, apenas Óscar escuchó esas palabras de su amigo, se dió vuelta para ir tras aquel joven que tanto le observaba, pero sólo logró ver cómo éste pasaba de ser humano a ser un ave de plumas negras, el cual escapó volando. 

Impactado por lo ocurrido, Óscar sólo permaneció de pie en el lugar y pudo sentir como José posaba su mano sobre su hombro izquierdo.

—Era un demonio muy hábil, no te sientas mal por no lograr detenerlo.

Le dijo y cuando Óscar lo miró, su amigo le dedicó una pequeña sonrisa. 

Desde ese momento, Óscar creía todo lo que José decía y escribía. No tenía idea de cómo sabía todo eso, ni mucho menos entendía por qué los demonios iban tras él. 

José era un hombre de bien, honorable, amable, carismático, muy inteligente y correcto, hasta tenía una hermosa esposa, conocida por ambos.

Con el tiempo, José fue confiando un poco más en Óscar, a pesar de que éste era un par de años menor, y le mostró su colección de piedras semipreciosas, las cuales guardaba un una caja de madera que llevaba candado.

 Al enseñarle el interior del objeto, Óscar pudo ver tres piedras colocadas una  al lado de la otra, todas de aproximadamente diez centímetros de ancho. La primera era de un color resina amarillo, con tonos anaranjados y negros, José la llamo la piedra del Ámbar, su favorita; la segunda era de un berilo  azul verdoso pálido, llamada la Aguamarina; al lado de ésta había un hueco vacío, de tal vez cinco centímetros, y por último estaba la Hematita, que era de hierro negro con tonos de marrón rojizo. 

Su amigo le explicó las propiedades y la importancia de cada una de ellas. Óscar, quien mantenía su curiosidad a flote se atrevió a preguntar acerca del lugar vacío en la caja.

—¿Recuerdas tu primer experiencia con un demonio?

Preguntó esa noche, José, sentado en su sofá favorito del apartamento de dos ambientes que ambos alquilaban para realizar sus investigaciones.

—¿Cómo olvidarlo?

Dijo Óscar seguido de una pequeña y corta risa, desde la silla de su escritorio, sosteniendo en su mano la caja de José. 

—El se llevó la piedra que solía guardar ahí.

Respondió con sinceridad el mayor.

Óscar se sintió algo impresionado, pero saber la importancia que tenían cada una de las otras tres piedras le daba sentido a las cosas.

—¿Por qué hizo eso?

Preguntó, buscando respuestas que saciarán su sed por acabar con tanta incertidumbre.

—Yo creo que fue mi culpa por descuidado.

Respondió José mientras se pasaba su mano derecha por la cara en señal de frustración, hasta el día de hoy no comprendía cómo pudo ser tan idiota.

—Era la piedra más poderosa. Sin ella las demás no funcionan.

Agregó explicándole.

Óscar comprendió la gravedad del asunto. 

Desde entonces, ambos siguieron con sus investigaciones. Esperando hallar a aquel demonio y recuperar aquella piedra. 

Óscar, cada día se sentía más fascinado con su trabajo.

Con el correr del tiempo, José se enteró que su mujer estaba embarazada y con ella decidieron comprar una casa en el barrio de Palermo, a partir de allí dejó de tener tiempo para hacer lo que más amaba, pero Óscar siguió por su cuenta. 

Viajó a muchas partes del mundo, donde encontró también de aquellas piedras semipreciosas, pero ninguna parecía tener tanto poder como el que describía los resultados de sus estudios  con José, es decir tenían sus propiedades como las describen los estudiosos psicólogos o investigadores. Él estaba convencido de que debía existir otras réplicas con el mismo poder, pero a pesar de que logró juntar ocho de ellas, de las cuales una era la Fluorita,- piedra que según José guiaba al resto- no consiguió obtener el efecto que esperaba. 




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