"Agria venganza"
Dévora.
Miro la hora en mi celular sin perder la vista del volante. «Voy tarde». Hoy desperté con un pésimo humor, y a eso le agrego que recién me llegó el periódo. Busco en mi lista de contactos y marco al número de Ryan, quien contesta al cuarto pitido.
—¿Ocupado? —inquiero al notar que tardó en contestar.
—No, solo quería hacerte esperar.
Tuerzo los ojos implorando paciencia.
—¿Qué quieres? —pregunta.
—Anoche hablé con mi padre después de la fiesta. Su respuesta fue un rotundo sí con lo del proyecto de Londres.
Como ya lo había imaginado, no tuve que ahondar mucho en el tema con papá, solo escuchó los beneficios y ya me dio su aprobación. Él confía en mí, y además lleva años trabajando en la empresa, sabe lo que es conveniente y lo que no.
—Estupendo.
—Ocúpate de llamar a los inversionistas para llegar a un acuerdo —ordeno—, porque supongo que hablaste con tu padre, ¿no?
—Ajá. ¿Ya vienes en camino?
—Sí.
—Hablamos aquí —cuelga.
«Yo también tenía muchas ganas de hablar contigo».
Cinco minutos más tarde estoy estacionando mi auto antes de introducirme en la empresa. Me reciben las puertas del ascensor que me deja en el último piso. El ambiente está lleno de trabajo y de empleados que van de un lado a otro haciendo sus quehaceres.
Me acerco a mi oficina encontrándome antes con mi secretaria en su respectiva mesa de trabajo.
—Buenos días, Laura —la saludo.
—Buenos días, señorita Smith.
Entro a mi despacho dejando mi bolso sobre el sofá antes de acercarme al escritorio donde ubico una taza de café sobre este. «Primera vez que Laura es competente y me trae el café sin que se lo pida».
Tomo la taza caliente guiándola a mi boca y escupiendo el contenido en el hecho, al darme cuenta de lo agrio que sabe. «Esto tiene vinagre» «¡Que asco!».
—¡Laura! —vocifero logrando que aparezca al instante.
—¿Qué ocurre, jefa? —dice observando las gotas de café derramadas en el piso.
—¿Por qué mi café tiene vinagre? —inquiero molesta.
—Lo siento, pero no soy responsable de eso. Usted sabe que jamás le traigo café sino me lo pide antes.
—¿Entonces quién?
—El señor Grayson estuvo aquí un rato antes de que usted llegara —informa—, y le dejó la taza.
Claro. «Eso lo explica todo».
—Joder, Laura, ¿por qué no me avisaste antes de entrar? Hubiese evitado el disgusto.
—Lo siento —dice apenada—, es que no vi nada malo en el gesto.
—Con Ryan todo es malo —aseguro—. ¿Sabes si está en su oficina?
—Sí, no ha salido de ahí.
—Bien —me encamino a la puerta deteniéndome antes de llegar a esta—. Llama a la encargada de limpieza, que arregle el desastre de café que hay en el suelo.
—Sí, señora.
Salgo del despacho, y pasos después invado el que está junto al mío.
—¡Ryan! —abro de un portazo.
—Se dice "buenos días" —me dice desde su escritorio—. No seas maleducada.
Doy unos pasos hacia él.
—No me salgas con pendejadas.
Esboza una sonrisa ladina.
—Qué mal humor, víbora. ¿Ya tomaste café?
Endurezco mi semblante.
—Muy gracioso, ¿no? —me cruzo de brazos.
—No más que la rueda ponchada de mi auto —le resta importancia.
—Tienes razón, mis ocurrencias son insuperables.
—Por culpa de tus malditas ocurrencias no tuve mi coche el resto del día de ayer —alega—. Gracias a Sebastián que me hizo de chofer.
—Lo sé. Que pena por tí —me encojo de hombros—. Pero vamos a fingir que estamos a mano.
—¿Fingir? —levanta las cejas con sorpresa.
—Por supuesto. No creerás que voy a dejar las cosas así, ¿no?
El engendro ante mis ojos ríe negando con la cabeza e ignoro su gesto tomando asiento frente a él.
—En la llamada dijiste que hablaríamos aquí —recuerdo—. Te escucho.
—Recién hablé con los inversionistas.
—¿Y...? —lo insito a que siga contando.
—Les informé de la desición final.
—¿Y esa es...? —ya me empieza a desesperar.
—Que sí.
—Entonces tu padre dijo que sí —deduzco.
—Es lo que te acabo de decir.
Tuerzo los ojos.
—Llegamos al acuerdo esperado —continúa hablando—. Ya solamente falta tu firma antes de enviarles el contrato.
—Búscalo.
De uno de los cajones de su escritorio saca el dichoso contrato y lo pone frente a mí ofreciéndome un bolígrafo.
—Están solicitando que alguien vaya a ocupar la dirección en Londres —comenta mientras yo pongo mi firma—. Estaba pensando que...
Lo miro.
—Ese alguien quiero ser yo —lo corto—, si no tienes problema en ello, claro.
Se queda mirándome pensativo por unos segundos, como tratándo de descifrar algo.
—No, no tengo ningún problema.
—Claro que no, si deseas deshacerte de mí —lo acuso—. Pero que sepas, que no abandonaré esta batalla, solo me iré a preparar mis armas.
—Puedes irte hasta a tomar vacaciones que no es mi problema —alega—. Pero eso es un tema que debemos comentar a nuestros padres más adelante y que ellos decidan.
—Por supuesto —asiento—. Además todavía falta la remodelación del edificio.
Tocan a la puerta.
—Adelante —ordena Ryan dando paso a Laura.
—Señor, el concejo lo espera en la sala de juntas para la reunión que solicitó —informa.
—¿Reunión? —inquiero.
—Olvidé decirte —se encoje de hombros.
—¿Reunión para qué?
—Para informarles de esto —señala el contrato antes de devolver su mirada a la secretaria—. Enseguida iré, Laura. Puedes retirarte.
Ella asiente y se marcha.
—Se dice "gracias" —lo corrijo una vez estamos solos.
—¿Perdón? —me mira burlón.
—No, esa no es la palabra.
—¿Por qué tendría que agradecerle? —me ignora.
—Por educación, y porque cumplió tu orden —le recuerdo.