Ambición

Capítulo 5

"Conflictos internos".

Ryan.

Mi cabeza es como un carrusel de pensamientos donde en cada cabina hay un problema distinto. Empezando con lo más complicado y es que necesito de Dévora, pero sé que no va a ceder, y sin ella ya me puedo visualizar en el barco del fracaso, porque mi padre fue claro al decirme que las acciones serían mi regalo de bodas.

Por otro lado...La detesto tanto que me desagrada la idea de comprometerme con ella, ya sea en una fachada. Aunque eso lo podría soportar con un interés de por medio. El problema está en que somos como el perro y el gato, el agua y el aceite, la paz y la guerra...Bueno, lo último no porque los dos somos guerra.

El punto es que no ligamos, y eso no es conveniente. Por más que nos esforzamos, el tratar de fingir un romance esta noche resultó complicado, más no imposible. Sin embargo, no se compara con fingir amor, cosa de la que ambos carecemos y...

Me detengo en seco al divisar a Ivana saliendo del cuarto de baño emulando mi acción apenas se percata de mi presencia.

—Felicidades, ¿no? —dice—. Por tu matrimonio.

—No seas hipócrita.

—Tú no seas cínico —me enfrenta.

Me impresiono ante su acusación.

—¿Cínico?

—¡Pues sí! Te sobró cara y te faltaron huevos para decirme que estabas enamorado de otra, pero preferiste negarlo y usar la excusa barata de que no estabas listo para el matrimonio, ¿cierto?

Me mantengo en silencio. Desde el principio el objetivo de esta mentira era exactamente lo que está pasando, que ella se creyera el cuento. Pero ahora que los planes cambiaron, no pienso retractarme por más ganas que tenga de gritarle que no es así.

—¿Y con ella sí? —su voz falla—. ¿Con ella si lo estás?

No me inmuto, no respondo. No vale la pena hacerlo. Paso de largo con la intención de marcharme.

—Por su culpa se dañó nuestra relación —suelta a mis espaldas provocándome fastidio y haciéndome volver.

—No la metas en esto —advierto—. Ella no tiene nada que ver.

—¿Ah, no? ¿Y de quién es la culpa?

—Te dije que de ella no —mi voz se va elevando.

—Ahora defiendes a zorras roba novios.

—Ninguna zorra —la señalo con el índice—. Y menos roba novio. Yo fui el que la buscó a ella, y mucho después de terminar contigo.

Ríe con todo el sarcasmo del mundo.

—¿Y tienes el descaro de mentir? —acusa.

—Si lo que intentas es victimizarte, déjame decir que te está fallando el plan. No fui yo el que dejó al otro por no cumplir sus propios caprichos y en menos de un mes ya estaba con alguien más.

—¿Ah? ¿Caprichos?

—Sí, todo contigo lo era —aseguro sin ningún atisbo de duda—. A mí me faltaron huevos, pero a tí te faltó la madurez para dejar de ser una niña caprichosa.

Su semblante me expresa que está procesando todo lo que acabo de soltarle.

—No sabía que querer casarme con alguien y formar una familia era un capricho —murmura con una pizca de ironía.

—Lo es si piensas que se cumple de la noche a la mañana y cuando a tí se te de la gana —espeto—. Sin pensar en el progreso, o en el futuro.

—¿Y con ella si pensaste en todo eso?

El resentimiento le desprende hasta por los poros.

—No tengo por qué darte explicaciones.

—¿Todo bien? —Dévora hace presencia con su aura dominante posándose a mi lado.

Por primera vez en mi vida me alegro de verla.

—Como vi que tardabas en bajar me preocupé —agrega.

—Se retrasó hablando conmigo —dice Ivana—, pero tranquila que yo no muerdo.

—Yo sí —ataja—. Y no te pregunté a tí, pero gracias por el dato.

Me costó, pero entendí que su lengua viperina me causa gracia cuando no soy el objetivo de la misma. La castaña sonríe con cinismo antes de seguir de largo.

—¿Qué pasó? —indaga—. La tensión se podía percibir a kilómetros.

—Ven —la tomo de la mano guiándola a mi antigua habitación.

—¿Qué? ¿Me vas a violar?

—Ya quisieras —cierro la puerta a mis espaldas—. Pero no pienso darte ese gusto.

—Cuéntame que pasó allá afuera —se cruza de brazos esperando una respuesta.

—Que se puso a reclamarme cosas —simplifico.

—Escuché algo de caprichos.

—¿Estabas espiando? —la acuso.

—No, y no me cambies el tema —declara.

—Eso no es lo importante —corto el tema—, sino mi padre.

Frunce el ceño, algo preocupada.

—¿Todo bien con él?

Le he dado mil vueltas al asunto y no me queda de otra que decirle la verdad, al fin y al cabo también le incumbe a ella.

—Sí, pero hubo un cambio de planes.

—Explícate, Ryan.

Suspiro pesadamente frustrado hasta los pelos.

—Él está encantado y orgulloso con el tema del matrimonio —expreso—. Tanto que aseguró darme las acciones de la empresa como regalo de bodas.

Mi afirmación logra que Dévora quede asombrada.

—Pues te tocará buscarte una esposa real —articula.

—¿Para qué? Si te tengo a tí.

Emite un sonido de risa.

—Eso ni lo sueñes —niega—. ¿Estás demente o qué?

—Piénsalo, mi padre accedió a darme las acciones cuando toqué el tema del matrimonio —intento persuadir—, quien sabe si el tuyo haga lo mismo.

Vuelve a negar.

—Yo no voy a seguir con esta farsa. Ni siquiera por intereses.

—Sería temporal, Dévora. Nos casamos, sostenemos la mentira por unos meses hasta que tengamos la herencia. Luego hacemos como que no funcionó y listo, nos divorciamos. Todos felices. Yo me quedo con lo mío y tú te vas a dirigir la sede de Londres, ¿no es eso lo que querías?

—Sí, Ryan —confirma—. Pero no te soporto ni como novio falso, mucho menos lo haré como marido.

Tuerzo los ojos.

—Tampoco me agrada la idea de tenerte como esposa, pero todo es por una causa.

—Tu causa —remarca señalándome—. Yo no tengo vela en este entierro.

—Eso no lo sabes aún.

La oigo chistar en negación.




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