"Contradicción y desiciones".
Dévora.
Maldigo internamente al parquear junto a la inmensa edificación que tengo como legado mirando que mi reloj de mano marca las 10:13 AM, por lo que apresuro mis pasos queriendo abordar el ascensor lo más pronto posible. Marco mi destino y al cabo de unos segundos las puertas se abren en la última planta casi logrando que infarte al encontrarme a Jasmine y Domink de brazos cruzados frente a mí.
—Creo que sufro del corazón —dramatizo con la mano en el pecho.
—¿No tienes nada que decirnos? —inquiere Dominik.
—¿Buenos días? —sonrío saliendo del ascensor.
Sin posibilidad a moverme y como si de un complot de tratase, ambos me impiden el paso.
—¿Cómo así que te vas a casar con Ryan y ni siquiera teníamos idea de ello? —suelta Jasmine.
La estupefacción me describe en este instante y me tomo el tiempo de digerir la situación.
—¿Qué?
Levanta una ceja en un gesto acusatorio y demandante.
—Lo que escuchas —sentencia.
—¿Cómo...?
—Ryan lo divulgó a casi toda la empresa —responde Domi.
Suelto una risa nada chistosa negando con la cabeza.
—Me va a escuchar —me abro camino entre ambos acelerando mis pasos.
«Se piensa que porque las cosas salieron como predijo tiene derecho a divulgarlo y no es así, pero me va a oír».
Mi intento de invadir su despacho queda interrumpido al detallar que no está solo.
—Claro, Dévora, puedes entrar —ironiza.
—No sabía que tenías compañía —digo cruzando miradas con el joven frente a él.
—Por supuesto que no, pero para eso está la puerta —señala a su acompañante—. Él es Noah, el nuevo director de comunicaciones.
Me acerco estrechándole la mano cuando se pone de pie.
—Oh sí, Ryan me ha hablado de tí.
—Espero que cosas buenas —bromea sonriendo.
«Es bastante guapo». Una belleza castaña que puede hipnotizarte con solo una sonrisa.
—Sí —asiento—. Increíble, pero cierto.
Mis palabras le provocan una efímera risa, supongo que piensa que fue una broma de mi parte, pero sobre Ryan no hay bromas.
—Y ella...es Dévora —el pelinegro me presenta—. La otra cabecilla de la empresa.
—La otra nada, la cabecilla.
El castaño me toma la mano con delicadeza para depositar un beso sobre el dorso de esta.
—Espero que la jefa me permita el atrevimiento de decir que es más linda en persona.
«Y yo espero que el carmesí en mis mejillas no se note».
—Concedido —sonrío.
—Creo que ya conociste a casi todos los miembros importantes —Ryan interviene situándose junto a ambos—. Solo faltaba ella, porque se ausenta como y cuando quiere.
«Siempre se toma la molestia de gastar su tiempo y palabras en recordarme cuanto lo odio».
—Ignóralo —le resto importancia—, es un exagerado y un pésimo dictador. Lamento que tengas que soportarlo.
Noah coloca una de sus manos sobre el hombro de Ryan.
—Tranquila, es como mi hermano.
—Lo siento por tí.
Sin siquiera mirarlo siento los ojos de Ryan atravesarme como dagas visuales.
—Noah —lo llamo—. ¿Nos regalas unos minutos?
—Por supuesto. Yo iré a seguir con mi trabajo —dice recogiendo una carpeta de papeles de la mesa.
—Luego seguimos con eso —señala Ryan.
—Claro —se endereza.
—Fue un placer —le digo.
—El placer es todo mío —me regala otra sonrisa y no lo pierdo de vista hasta que lo veo marcharse.
—Sácalo de tu radar —advierte el idiota—, no quiero que lo envenenes con tus cualidades.
Me cruzo de brazos.
—No soy una amenaza con quien no veo como una.
«¡Plaf!» Golpe bajo.
—Advertida estás.
Reacciono espontáneamente.
—Espera, ¿acaso admitiste que tengo cualidades?
Asiente.
—Por supuesto, la toxina es una.
—Ay Ryan —le sonrío con dulzura—. Ni en todos los diccionarios del mundo encontraría la palabra perfecta para expresarte cuando te detesto.
—¿Qué quieres? —dice a la defensiva cruzándose también de brazos—. Llegas tarde y entras como si esto fuera tienda de segunda mano.
Río negando.
—Quiero que me expliques por qué carajos estás diciendo que nos vamos a casar.
—Ah, eso —se encoje de hombros—. Me dejé llevar por la emoción.
«Paciencia, dios, es lo único que te pido».
—No recuerdo haberte dicho que sí.
—Pero tampoco haz dicho que no —señala.
—De hecho —lo encaro—. Sí lo hice, anoche.
—No cuenta si había duda en tus ojos.
Volteo los mismos.
—Como sea. No tenías ningún derecho a divulgarlo.
—No lo divulgué.
Levanto las cejas.
—¿Ah, no?
—Solo me adelanté a los hechos.
—¿Sin saber?
Esboza una sonrisa ladina.
—No seas ingenua. Yo nunca hago nada sin saber.
Sus palabras son tan seguras y firmes como una flecha a mi ego que me deja en silencio.
—Te odio —musito a milímetros de su cara y él no desaparece su sonrisa.
Con un giro sobre mi eje me encamino hacia la puerta y la abro puntualizando como Domi y Jas casi se van de lleno contra el piso. «Menudas chismosas».
—Hola —saludan sonriendo como si no hubiesen sido atrapados.
—¡Ah, mira! —escucho a Ryan a mis espaldas—. Tus reptiamigas.
Lo ignoro.
—¿Se puede saber qué hacen? —los regaño.
—Estábamos...ehh... —Jas trata de excusarse.
—Es que la puerta... —Domi la respalda— ...tiene...fallos.
—¡Fallos! Sí, fallos.
—Y quisimos asegurarla.
Bajo la cabeza comprimiendo la risa al notar que destilan nervios hasta en los gestos.
—¿Qué tipo de fallos? —Ryan se posiciona a mi espalda.
—¿Qué tipo? —a Jas le falla la voz.
—Sí, eso dije.
—Dile tú, Dominik —codea a mi amigo.
—En...en la pintura.
Descargo mis energías en una sonora carcajada. Estos dos me hicieron el día. ¿En la pintura? ¿Acaso no se le ocurrió algo mejor?