"Entre patitas y diamantes".
Dévora.
Bomba. Eso es lo que aparentemente tengo en la cabeza. Acabo de despertar sintiendo que el cerebro me va a estallar en mil pedazos y tengo que tomarme un tiempo para replantear mi existencia. ¿Por qué carajos tomé tanto? No debí dejarme tentar. Ahora soy una pecadora con tremenda resaca.
—Joder —mascullo al sacar el celular de mi bolso sin poder creer que son casi las una del día. «Gracias a dios es sábado».
Cuando intento ponerme de pie casi me voy de bruces al tropezar con mis tacones y a eso agregándole el insoportable dolor de cabeza es una señal de que estoy gravemente mal.
Me paro frente al espejo de cuerpo completo de mi habitación detallando el maquillaje corrido y el aspecto de fantasma de la noche. No recuerdo en qué momento me vine para el Penthause, pero mi estado tenía que ser muy deplorable para ni siquiera haberme quitado el vestido.
Un sabor amargo en mi paladar me obliga a correr hacia el retrete expulsando el líquido asqueroso que sale de mi garganta. Vomito dos veces y me cepillo los dientes para quitarme el mal sabor.
Bajo a la cocina y me tomo un ibuprofeno antes de meterme a duchar. Al terminar decido ponerme unos pantalones cortos y una blusa de tirantes. Tanta pereza es la mía, que me recojo el cabello en un moño bajo al azar antes de volver a tomar el celular, pero esta vez para llamar a Jasmine.
Me lleva al buzón, así que llamo a Dom.
—Hola —contesta con voz apagada.
—¿Todo bien en tu planeta? —inquiero con ironía—. ¿Sigues vivo?
Lo escucho reír.
—Por suerte sí. Recién voy despertando. ¿Qué tal tú?
—Mal gracias a ustedes —digo en lo que bajo las escaleras.
—Ey, ey pequeña tampoco te pusimos un cuchillo al cuello.
Río suavemente. Ni fuerzas para eso tengo.
—Si luego no sabes nada de mí es porque morí de resaca —bromeo.
—Ni me lo digas, yo estoy igual.
—No quiero imaginar a Jas. Debe estar peor que nosotros. Hasta donde recuerdo fue quién más bebió.
Vuelve a reír.
—Ella sí se gozó su noche.
—Por cierto, ¿a qué hora vinimos?
—No recuerdo exactamente, pero tú te marchaste antes. Alguien te llevó.
Frunzo el ceño.
—Eso creo, no estoy seguro.
Si alguien me hubiese traído quizás lo recordaría, ¿no? Aunque he olvidado la mayoría de sucesos de anoche. Además, todos estaban los suficientemente borrachos como para ocuparse de mí.
—Yo creo que debes medicarte —río—. Hablamos luego, voy a comer algo.
—Ok. Adiós, guapa.
Sé que es hora de almuerzo, pero no se me antoja nada más que unas tostadas. Las preparo, y las digiero con jugo de naranja en lo que me siento a ver un programa cualquiera. Termino de comer y aún no encuentro algo que valga la pena en la televisión porque...
El sonido del celular me distrae. Por tanto, me levanto para contestar viendo el nombre de Marcos en la pantalla.
—¿Hola?
—Buenas tardes, señorita Dévora —saluda.
—Buenas tardes.
—La llamo para informarle que le llegó una entrega. Aquí dice que por parte de "M. Dress Style".
«El vestido».
—Oh sí. Súbelo por favor.
—Enseguida.
No pasan cinco minutos hasta que abro la puerta para recibir la bolsa de regalo con el logo de la boutique de Margaret. Lo saco y veo que el vestido está igual, ni se le notan los arreglos. «Ya solo faltan dos días y siento la emoción por mi amiga».
A penas termino de admirarlo, lo guardo para que no se estropee y me resigno a sentarme nuevamente en el sofá sin saber qué hacer. No tengo planes ni nada importante, pero sí un cansancio horrible.
Quiero dormir y no despertar hasta mañana ver las luces del sol. Por lo menos el dolor de cabeza cesó un poco, aunque eso no quita que me siga sintiendo decaída.
Me levanto al escuchar que vuelven a llamar a la puerta y me acerco preguntándome qué se le habrá olvidado para que tenga que volver.
—Marcos, ¿qué se te...? —me callo de golpe.
No es marcos, es Ryan con vaqueros y camisa blanca recostado al umbral con los brazos en los bolsillos despreocupado.
—Lindo atuendo —me vacila y no puedo evitar sonrojarme de la vergüenza.
¿Enserio tenía que verme en mi peor estado? Mal vestida, con un moño virado y pantunflas de conejito blanco. ¿No pudo encontrar un mejor momento?
—¿Qué haces aquí? —pregunto a la defensiva.
—¿Así saludas a tu prometido, víbora? —inquiere pasando por mi lado como si nada.
—Sí, adelante —ironizo cerrándo la puerta.
—¿Quién es Marcos?
—¿Perdón?
—Pensaste que era él cuando llegué —explica—. ¿Quién es?
—El portero —contesto y justo escucho el móvil sonar—. Dame un segundo.
Me encamino a tomarlo y es Marcos nuevamente.
—¿Qué ocurre?
—Señorita, Dévora, acaba de subir el señor Grayson. Yo le dije que esperara a ser informado pero no me hizo caso. Le pido disculpas y...
—Tranquilo, Marcos, no es tu culpa —digo mirándolo de soslayo—. No hay problema.
—¿Enserio?
Asiento como si me estuviera viendo.
—Mju.
—Que alivio. Gracias.
Cuelgo y acto seguido me acerco al idiota para encararlo.
—Ryan, aquí hay un protocolo que hay que seguir. Es parte del trabajo de Marcos y debes respetarlo.
Bufa y sonríe con burla en tanto se cruza de brazos.
—Si a protocolo te refieres avisarte de quien te visita, no le veo la importancia.
—La tiene porque no puede entrar cualquiera. Es mi seguridad.
—Primero —enumera con su índice—, no soy cualquiera, soy el único e inigualable Ryan Grayson.
Tuerzo los ojos. «Es un engreído».
—Segundo, tampoco soy un asesino que va a poner en peligro tu seguridad —aclara—. Aún.