"Felices Por Siempre".
Dévora.
Hoy es un día de festejo, de esos que levantan sonrisas y suben el ánimo al mil. Ya son las cuatro de la tarde y estoy terminando de untarme el brillo labial mientras me apuro. La boda es a las cinco y hace menos de tres minutos tengo a Ryan afuera esperándo por mí.
Insistió en recogerme porque como los padrinos de la boda y prometidos que somos, debemos llegar juntos. Se estipuló el día libre de trabajo pero esta mañana me tocó asistir para dejar unos documentos que adelanté en casa.
Vacilo mi vestido de dama de honor por última vez antes de agarrar mi bolso y salir, no sin antes despedirme de Shira. Ya desde la acera diviso el McLaren parqueado y el conductor palpando el volante con impaciencia.
—¿Todas las de tu especie demoran tanto en arreglarse? —inquiere apenas entro.
—Tuviste una novia antes, respóndete tú mismo —contesto colocándome el cinturón.
Niega.
—Ella lo hacía en cinco minutos.
Bufo.
—Con razón le queda tan mal.
Me hace la ley del hielo en lo que emprende la marcha por las calles abarrotadas de transeúntes.
—¿Cómo está el bichito? —inquiere a mitad de camino y no entiendo su pregunta hasta que...
—Es "la" —aclaro—, y su nombre es Shira.
Me mira de soslayo.
—Bichito suena mejor.
Tuerzo los ojos devolviéndo la atención a la carretera. Conmigo es una cosa muy diferente, pero lo que sí no pienso tolerar, es que se meta con mi Shira.
—Ella está bien —murmuro al fin—. Hoy la cuida Marcos hasta que vuelva.
Emite un sonido extraño que no sé identificar y el resto del camino nos mantenemos en silencio hasta llegar al hotel donde se celebrará la ceremonia. Y el momento incómodo llega cuando tenemos que agarrarnos de las manos para caminar entre la gente, que son demasiadas para mi gusto.
La decoración blanca y plateada resálta ante mis ojos, y ni mencionar el altar, que está rodeado de tulipanes blancos. Pero lo mejor de todo, es lo que más le hacía ilusión a Jas; la vista del mar.
Eso sí, debo decir que caminar en tacones sobre la arena es un poco bastante incómodo, y Ryan no me ayuda yendo como el correcaminos.
—Suave, que son tacones, no cohetes —me quejo.
—Y yo pensé que eran tu herramienta de tortura.
Le regalo una sonrisa llena de hipocresía antes de acercarnos a los Grayson que nos reciben con los brazos abiertos en tanto Sara y yo intercambiamos halagos de nuestra vestimenta.
De soslayo vislumbro a poca distancia a Rose sentada junto a su hija y al que supongo que es su pareja.
—¿Ves lo que decía de tu ex? —le murmuro a Ryan de cerca señalándola con la cabeza—. La base no combina con su tono de piel. En cambio, yo no uso.
Él frunce el ceño.
—¿Y cuál es el punto?
—Que ahí está la diferencia. Mi demora no es en maquillaje cargado y mal hecho, sino en perfeccionar mi belleza.
Me regala una mirada de desdén en tanto yo sonrío con arrogancia y es justo en ese momento que veo acercarse a mis padres y mi hermanita. La última es la primera en correr hacia nosotros y estirar los brazos para abrazarnos a Ryan y a mí a la vez.
—Bueno, yo los dejo —digo al cabo de un rato—. Iré a ver cómo va la novia.
—Yo también —agrega Ryan—. Es hora de darle el pésame a mi amigo.
Nuestros padres le dedican una mirada tipo: "¿qué acabas de decir?", a lo que Ryan comprime una sonrisa.
—Es broma —se excusa y no me quedo a seguir escuchando.
Me dirijo hacia la habitación donde Jasmine se hospeda, encontrándome con que mis amigos ya están ahí ayudándola a arreglarse.
—¡Pero buenooo! —exclamo al entrar dejándo el bolso sobre la cama—. ¿Acaso entré por equivocación a una exhibición de modelos?
Domi asiente.
—Donde perteneces, muñeca.
Sonrío acercándome a abrazarlos a todos y dándole la mano a la novia para que se ponga en pie y poder detallarla completa. Trae el mismo vestido que usó en la boutique de Margaret, solo que con un maquillaje acorde a la ocasión y un moño que sujeta el velo blanco.
—¿Volveremos a esto? —murmuro reprimiento la mezcla de sentimientos.
—Calla —ríe—. Que si lloro se me corre el maquillaje.
—Ay no, qué tragedia —dice Julia.
—Quedan unos minutos —advierto mirando el reloj de pared—. ¿Qué falta?
—Los zapatos.
Domi los alcanza y se agacha para ponérselos. Posterior, ella se detiene frente al espejo detallándose con una enorme sonrisa.
—Qué nervios —dice resoplando—. ¿Y si tropiezo?
—Tranquila, nena —la calmo—. Todo saldrá perfecto.
—Despreocúpate, que pronto sabrás lo que se siente —me recuerda.
—¿Por qué soy la única que aún no tiene prometido? —se queja la rubia.
—Si quieres te regalo el mío —ofrezco.
—O a mí —interviene Dom—. Yo lo valoraría más.
Niego riéndo por lo bajo. Si pudiera, se lo regalaría a un vagabundo. O mejor, lo metería en un contenedor y le daría una patada lejos hasta el Océano Pacífico. Pero luego lo recogería porque no tendría con quién más discutir.
—Bueno ya —espeto—. Vámonos que se acaba el tiempo.
Lo siguiente que hacemos es despedirnos de la hermosa novia antes de darle la espalda.
—Dévora, espera —me llama y la veo agarrar algo del bolso que está en la cama—. Sebastián me dijo que te diera esto, es para Ryan.
Lo tomo advirtiendo que es una pajarita rosa palo igual a la que lleva Domink y la misma que Ryan se rehusó a usar en la boutique.
—¿Y por qué a mí? —pregunto recibiendo una encojida de hombros de su parte—. ¿No se supone que Ryan ya tenía una de estas?
—Sabes que no la iba a usar.
Entiendo su punto, por lo que asiento antes de marcharme con los demás, saludándo antes al papá de Jasmine que justo iba entrando. Me separo de los chicos en el lugar de la ceremonia y busco a Ryan, quien conversa con Noah.