"Pacto de eternidad".
Dos semanas después.
Dévora.
—¿Y qué traes debajo? —inquiere Domi levantándome el vestido.
—¡Hey! —protesto devolviéndolo.
—¡Dominik Brisell, si sigues moviéndonos saldrá mal el maquillaje! —lo regaña Jasmine.
—¿Llevarás esas bragas en tu boda? —él la ignora posándose frente a mí.
—¿Qué tienen mis bragas? —inquiero.
—Sí, ¿qué tienen? —pregunta Julia a mi espalda acomodándo mi peinado.
—Son normales —simplifica Dom.
—¿Y el problema? —esta vez cuestiona la castaña.
—Que tiene que ponerse lencería sexy para su noche de bodas —me señala.
—Oh, eso sí es verdad.
—No va a haber noche de bodas —aclaro.
La mano viaja a su boca en un gesto exagerado de asombro.
—¿Te vas a casar con ese bombón en vano?
—Bájalo de ese pedestal —lo regaño.
—¿Como que no habrá luna de miel? —se sobresalta Julia.
«No debí haber dicho eso».
—La habrá —corrijo—. Pero sobra tiempo para que pueda cambiarme. Ahora concéntrese en la boda, por favor.
Julia es la primera en terminar de arreglarme y ya estoy desesperada por ver el resultado. Se suponía que debía contratar maquillista y estilistas profesionales pero cuando se los dije a mis amigas casi me comen de la bronca.
Siento que el tiempo ha pasado volando. Ayer estaba en casa de Ryan cenando y fingiendo ser novios y hoy nos vamos a casar. «Madre mía». A pesar de no ser algo real, se siente como si lo fuera. Un calambre me recorre el cuerpo de tan solo pensar que es el día de mi boda.
El matrimonio es el sueño de casi toda mujer enamorada, y alguna vez también fue el mío. Estoy a tan solo unos minutos de cumplirlo pero la nostalgia me invade de recordar que no es de ensueños, sino de ambiciones.
Jas me da la luz verde apenas termina con su trabajo y me pongo de pie para mirarme en el espejo de la habitación. Obviamente lo primero que se roba mi atención es el vestido que elegí hace dos semanas con mi madre y Sara. Hablo de tul y encaje recorriendo mi cuerpo en un corte de sirena, mangas largas y una cola deslizándose por el suelo.
Lo que más me gusta del vestido es la espalda descubierta y que en los brazos parece que tuviera dibujos de encaje en la piel, porque el tul no se nota. Porto unos pendientes de diamantes y un collar a juego. Mi maquillaje es exactamente como lo pedí; ni tan cargado, ni tan sencillo, simplemente perfecto para la ocasión.
Y por último y nos menos importante, el peinado. Como mi cabello es corto no se podía hacer gran cosa. Es una especie de moño elegante en la parte baja de mi cabello dejando dos flecos rebeldes a los lados de mi cara. Julia le agrego una pequeña rosa blanca al moño y algunas perlas alrededor en forma de decoración.
Quizás no sea la boda perfecta, pero yo me siento perfecta. Me di el lujo de escojer el lugar y el vestuario a mi gusto, lo demás se lo dejé a nuestras madres.
—No tengo palabras —musito mirando mi reflejo.
—No digas nada —Jas se acerca—. Estás espléndida y punto.
Le sonrío.
—Gracias.
—Eso sí, no llores por favor, que el maquillaje no fue sencillo.
—Déjala llorar, Jas —contradice Julia—. La felicidad también se refleja en lágrimas.
—Y el trabajo en maquillaje.
—Ya basta las dos —hablo—. No quiero llorar, ¿cómo se te ocurre?
—Quedan diez minutos —avisa Dom mirando el reloj—. ¿Todo listo?
—No. Faltan mis tacones —digo mirando el suelo—. Aunque no recuerdo dónde los dejé.
—Aquí —Jasmine los saca de la maleta—. Ven que te ayudo.
Niego.
—No, ustedes vayan a prepararse —la señalo junto a Julia—. Recuerden que son las primeras en salir. Mi madre las esperará afuera con las canastas de flores. Vayan con ella.
—¿Segura?
Asiento.
—Sí, yo puedo con esto —señalo los tacones.
Ambas me depositan besos en conjunto a los lados de la mejilla.
—Chao, hermosa —se despide la rubia.
—Y recuerda —Jas se detiene antes de salir—, si te entran nervios, imagina que todos están desnudos.
Sonrío.
—Lo haré.
—Y tú vete también —le digo a Dom cuando ellas abandonan el lugar—. Y de paso le dices a mi padre que venga en cinco minutos.
—De acuerdo —me tira un beso—. Suerte, nena.
Me vuelvo a voltear en el espejo admirando lo que veo sin poder creerlo aún y si no es porque diviso la puerta abrirse, no me entero que estaban llamando. Me pongo en alerta cuando veo a Ryan asomarse.
—¿Qué haces? —espeto—. No puedes estar aquí. Es de mala suerte.
—No debería preocuparte eso —se adentra completamente en la habitación—. ¿Tan rápido se te olvidó que esto matrimonio no es real?
—Por supuesto que no. ¿A qué vienes?
Su mirada se pasea lentamente desde mi cabeza hasta mis pies.
—Estás... —murmura— hermosa.
¿Escuché bien? ¿Un halago de Ryan? Definitivamente esto es un milagro.
—Tú igual —lo detallo—. El blanco te asienta.
Como ya dije, el blanco es el color que porta en un elegante esmoquin de seda. Trae el cabello bien peinado y desde que entró el perfume Sauvage invade mi nariz.
—¿Qué no?
—¿Tenías que soltar una de tus frases arrogantes? —increpo—. ¿Justo hoy?
—Prometo comportarme —levanta la mano en forma de promesa—, solo por hoy.
Asiento.
—Me sirve.
—Bien —se acerca más—. ¿Quieres que practiquemos los votos por última vez?
Tardamos una semana creando unos votos matrimoniales que al menos pudieran servirnos, y otra más aprendiéndolos.
—No. Creo que ya suficiente hemos practicado eso —le recuerdo—. Si se te olvida, inventa algo extremadamente cursi y listo.
Él asiente.
—¿Sabes que después de que digas "Sí" tengo que besarte? —pregunta.
—Lo sé. Y no entiendo por qué me lo dices —me siento en la cama—, si al parecer ya lo haces cuando quieres y sin avisar.