— Muy bien… con esa ya sería la última maleta
La madre guardó su último objeto en el estante, y miró a su hijo de 4 años
— ¿Ya terminaste de guardar tu ropa?
— sí, mami
Respondió Daniel y se fue a su cuarto a jugar con sus juguetes. Cuando llegó ahí, observó a otro niño ahí, con la piel pálida, los ojos con lo que parecía ser una capa transparente, aquellos característico de los reptiles.
Al principio, Daniel se asustó ante lo que estaba viendo, no se parecía en nada de lo que había visto en toda su vida. Luego, vió su juguete de madera, se acercó a aquel espectro y extendió su mano para darle su juguete
— pareces triste, ¿Por qué estás triste?
El niño, lo miró por un momento, luego se acercó hasta Daniel para hablarle
— perdí a mi familia, nadie más está aquí conmigo hasta ahora… excepto tú
— pero… ¡Ya no estarás solo! Ahora yo estaré contigo, y mi familia también. ¡Te los puedo presentar! Así tal vez ellos puedan cuidarte a tí también
El fantasma esbozó una pequeña sonrisa triste, y negó con la cabeza
— no funciona así, a los adultos no les agrado
— ¿Eh? ¿P-por qué?
Lo miró algo confundido, no entendía porqué le decía eso
— ¿Es por tu aspecto?
— sí, algo así
Daniel bajó la mirada, pensando unos segundos, luego sonrió
— me llamo Daniel, ¿Y tú?
— me solía llamar Leo