ENTRE SUEÑOS Y SECRETOS
Miguel
"¿Todavía no sabés nada de él?"
Me pregunta Cami mientras estamos sentados en el suelo del living, descalzos y al lado de la chimenea, hacía un poco de frío.
—No.—Negué con los labios fundidos—. Se fue diciendo que tenía que hacer algo importante pero no dijo más.—Asiente y se quedó pensativa frente a mí.
Agarró su libreta y escribió algo en ella.
"A vos puedo preguntarte directamente, ¿qué pasó en mi casa hoy?"
Suspiré y la miré a sus ojitos llenos de signos de interrogación.
—Tu madrastra... no acepta que te hayas venido conmigo. Pero no te preocupes, no vas a volver ahí. No mientras ella esté en esa casa.
Se quedó mirándome con una mezcla de ternura y tristeza. Era como si sus pupilas me gritaran algo que no podía poner en palabras. Ella no merecía tanto dolor. Cami tiene el tipo de luz que debería habitar en un lugar sin sombras. Pero el mundo es cruel. Su mundo, especialmente.
La puerta se abre y lo que mis ojos vieron a continuación fue raro. Mi corazón latió de una manera rara y que nunca había pasado.
—¿Qué pasó?—Pregunté levantándome rápido del suelo y poniéndome frente a Leo.
—No preguntes ahora, ¿y la abuela?
—Se estaba bañando.—Miré a Carla que estaba con sus valijas y antes de que pudiese decir algo, Cami se la llevó para el cuarto.
—Su vida en su casa es un caos.—Murmura Leo, apenas audible.
—¿Y qué esperás? ¿Que la alojemos acá? Esto no es un hotel, Leo.—Le dije en un susurro exasperado.
—Hay suficiente espacio para las dos. Si no le ofrecía quedarse, iba a irse a Luján a la casa de unos tíos, ¿de verdad no la vamos a ayudar? Es nuestra amiga.
—Y la chica que te gusta.—Completé con un gesto. Él asiente, sin vergüenza.
—Sí. Pero no lo hice solo por eso. Es nuestra amiga ahora.
Asentí, pero algo dentro de mí me quemaba. No sabía exactamente qué... pero algo me molestaba demasiado.
—Preguntale a la abuela.—Él asiente.
—Yo me encargo de eso.
Golpea mi hombro de manera amistosa y vamos los dos a su cuarto, donde estaban las chicas. Ella estaba llorando mientras era consolada por Cami, que la abrazaba. Las palabras de Carla, entre sollozos, me hicieron apretar los puños.
—Yo no les pedí nada. Nunca pedí que me tuvieran o que se casaran. Papá podría haberse hecho cargo sin necesidad de casarse con ella...
Leo me miró como diciendo “¿Ves?”
Y sí. La entendía. Me dolía verla así. Algo en mí ardía de rabia. No solo por ella, sino por la injusticia.
—¿Por qué? ¿Acaso se embarazó porque fue obligada? ¡Por supuesto que no! Y ni siquiera estoy segura de que papá sea mi padre.
Alzó la cabeza, como si una chispa se encendiera.
—¿Y si... el primer amor de mamá es mi verdadero padre? Siempre habla de él como si fuera un dios, cada vez que se emborracha dice que quedó algo entre ellos… algo que simboliza su amor.
Leo y yo nos miramos de repente y lo agarro de la muñeca para salir de ahí.
—Quiero saber qué pasó.—Me reprocha.
—Ya no es algo público, Leo. Esto es privado. No seas metido.
Nos encerramos en mi cuarto. Yo tomé la guitarra e improvisé una melodía sin sentido. Solo necesitaba distraerme.
—Tenemos que hablar.—Dijo.
—Te escucho.—Respondí sin levantar la vista.
Me sacó la guitarra. Ahí me di cuenta de que era algo serio.
—¿Qué pasó hoy en la casa de Camila? Carla dijo que te separaste de ella para hablar con la madrastra. ¿Qué te dijo?
Y entonces, las palabras de Carina, esa bruja vestida de señora respetable, volvieron a mí como un eco oscuro:
«No te metas. Ni vos, ni tus amiguitos. Los asuntos con mi hija los manejo yo.»
«A menos que quieras que a Camila le pase algo... más te vale que cierres la boca. Apuesto a que Carla no sabe nada. Que siga así. Porque cuanto más gente lo sepa, peor va a ser para ellos.»
«Decís que no le temés a los peligros de este mundo, pero te conviene tenerme miedo a mí. Porque yo soy peor que todos ellos juntos.»
Un escalofrío me recorrió la espalda.
—...¿Miguel?—La voz de Leo me sacó del trance.
Negué con la cabeza.
—No es nada que no les haya contado.—Mentí.
—Sos un mentiroso.—Me empujó por el hombro.
Lo miré con más seriedad.
—Puedo manejarlo.
Me paré para irme, pero él se levantó también, visiblemente molesto.
—¿Y por qué tenés que manejarlo solo? ¿Y la amistad qué? ¿Era solo una etiqueta para Instagram?
—Leo, no seas dramático. No pasa nada grave.—Volví a mentir.
—¿No? ¿Entonces por qué la trajiste como si la sacaras del infierno? No soy estúpido, Miguel.—Alza la voz y yo suspiré.
—Nunca dije que fueras estúpido.
—Perfecto. Entonces, no me hables hasta que decidas confiar en mí.—Y se fue dando un portazo a la puerta.
No lo podía creer. Me pasé la mano por la frente, fastidiado. Esa noche, cenamos todos juntos. Leo ni me miraba. Nos acostamos como una pareja peleada: espalda con espalda.
Yo por mi parte estaba boca arriba, una mano bajo la cabeza. Lo miré. Seguía dándome la espalda.
Volví la vista al techo. Los recuerdos se reproducían como cortos sin sonido.
Carla. Cuando la frené antes de cruzar la calle, cuando la toqué, su piel, incluso bajo el abrigo, me quemó.
Pero no era fuego. Era calor. El calor que solo se siente cuando te acercás a una chimenea en medio del invierno. Era como si ella tuviera su propia gravedad y yo estuviera cayendo, lentamente, sin poder parar.
Y sonreí.
¿Por qué estaba sonriendo? ¿Desde cuándo?
Carla es un torbellino. A veces parece una bomba a punto de explotar, y yo siempre soy el que tiene que evitar la catástrofe.
Pero esa locura... me encanta.
No. ¿Qué estoy pensando? Leo está enamorado de ella.
¿Y yo?
#6077 en Novela romántica
#711 en Joven Adulto
dolor y tragedia, amor amistad drama y familia, musica romance juvenil primer amor
Editado: 17.08.2025