Amo y mil Canciones

16

AMORES QUE ARDEN, AMORES QUE CALLAN

Cami

20 de abril 2023

La diferencia entre gustar, amar y estar enamorado…
Es la misma que existe entre por ahora, por un tiempo y para siempre.
Gustar es como una canción que se te pega por unos días. Tiene algo, una melodía linda, algo que te atrapa por un rato. Te hace compañía, te saca una sonrisa. Pero después pasa. Se desvanece. Dejás de buscarla.
Amar es otra cosa. Es cuando una canción se te mete adentro. La reconocés desde el primer acorde. Te abraza cuando estás rota, cuando no podés más. Amar duele, sí, pero también reconforta.
Estar enamorada… es como si esa canción te eligiera a vos. Como si estuviera escrita con tus silencios, tus heridas, tus ganas de sentir algo real. Y no importa cuántas veces la escuches: siempre te provoca algo nuevo. Nunca cansa. Nunca se va.
A veces me pregunto si alguna vez voy a ser esa canción para alguien.
O si apenas seré un susurro que se olvida fácil.

Yo me enamoro en silencio. Me pasa con gestos simples, con palabras que no me están dirigidas, con miradas que no buscan la mía. Y duele. Porque estar enamorada sin poder decirlo… es como llevar un mar adentro y no saber nadar.
Escribo porque no hablo. Pero hay días en los que ni las palabras alcanzan.

No sé si lo que siento por él es por ahora, por un tiempo, o para siempre.
Solo sé que cada vez que lo veo, todo se acomoda un poquito. Y cuando no está… todo vuelve a romperse.
Y yo, que me acostumbré al caos, empiezo a sospechar que esto, quizás, sea el amor.

Cerré el cuaderno todavía con mi corazón latiendo desesperado, justo cuando Carla se sentó frente a mí y ella lo tomó en sus manos para escribir algo en él. Estaba por reprocharle porque ese no era el cuaderno que usaba para comunicarme, pero lo hizo igual. Me saqué los auriculares y los dejé sobre mis piernas.

"Los chicos están cerca, por eso escribo. Deberíamos hacer algo para que ellos se sientan mejor. Y ya tengo una idea".

Leo y Miguel ayer salieron del hospital, al haber recibido fuertes golpes se tuvieron que quedar una semana completa para hacerse análisis de los pies a la cabeza. Y resultaron estar mejor. Pero aún así había que cuidarlos.

"¿De qué se trata?"

Le respondí yo y ella mientras se mordía el labio me escribía.

"Ellos siempre quisieron cantar frente a más personas, así que mi idea era conseguirles un bar donde cantar para que vayan acostumbrándose al público. Y de un modo u otro, hacer que cumplan sus sueños".

Sentí que algo se encendía en mi pecho, ellos habían estado tan apagados últimamente..., que de solo pensar en verlos cantar, en verlo a él cantar, me hizo sonreír.

Decidimos ir después de clases, que por cierto, faltaban quince minutos para que tocara el timbre así que llamamos a los chicos para avisarles. Y cuando los vimos, estaban con el uniforme puesto.

—Ah, no. Ustedes dos no van ni a la esquina.—Les advierte Carla señalándolos.

—La abuela nos dejó ir.—Le reprocha Leo.

—¡Dije que hagan lo que ellas les digan!—Grita la abuela desde la cocina y yo reí. Carla sonrió satisfecha. Los chicos pusieron mala cara.

—Ustedes están en recuperación, no van a irse a ningún lado.

—Faltamos una semana, ni siquiera están en nuestro curso como para pasarnos las tareas. ¿Por qué vamos a faltar?—Sigue él.

—Nosotros vamos a ir, y fin de la discusión.—Fue Miguel el que dio por finalizado el tema y sin decir más salió de la casa.

—Apenas se pueden mover, pero los señoritos van a hacer lo que se les antoje.—Dijo Carla, visiblemente molesta y llena de sarcasmo.

Yo sonreí y le hice un ademán para que salgamos.

Miguel me pasó un brazo por los hombros mientras veíamos a los chicos caminar, mejor dicho, Carla quejándose como si Leo tuviera toda la culpa.

—Ya se le va a pasar el enojo.—Me susurra Miguel y yo lo miré con una sonrisa.

Abrí el bloc de notas de mi celular y me comuniqué con él de esa manera.

"Y aún así te vuelve loco".

Le hice una sonrisa a modo de burla y él me mira con una mueca fingiendo disgusto hacia mí y lo que le hice acordar.

Llegamos a la escuela y los chicos se fueron a su salón mientras que nosotras íbamos al nuestro.

Veía a Carla y pensaba en que jamás imaginé que a Miguel le pudiera gustar ella. No es por nada, pero Carla está todo el tiempo queriendo golpearlo, y lo insulta como si respirara a través del fastidio. Son como el agua y el fuego: uno explota, el otro busca la paz y el razonamiento. Pero supongo que es verdad eso que dicen de que los polos opuestos se atraen.

Y aún así... hay algo en como la mira Miguel. Como si, debajo de cada discusión, encontrara algo que vale la pena quedarse a escuchar. A veces me pregunto si amar también es eso: quedarse, incluso cuando todo quema. Tal vez por eso no la suelta, aunque ella se le escape con cada palabra filosa. O mirada desafiante.

A veces me da miedo lo fácil que es ver lo que otros sienten, y lo imposible que se vuelve entender lo que siento yo.

Miguel no es de los que se quedan callados, y Carla no es de las que bajan la guardia, ni mucho menos de las que obedecen. Pero ahí están, orbitándose, chocando y volviendo a empezar. Como si, de algún modo extraño, supieran que ninguno va a soltar al otro del todo.

Y entonces pienso en mí. En lo opuesta que soy a Carla. En lo distinto que es lo mío con Leo.

Yo no peleo. No alzo la voz. No lo pincho ni lo provoco. A veces ni siquiera lo miro por miedo a que descubra lo que hay en mis ojos. Él me habla y yo apenas asiento. Él se ríe y yo guardo el sonido en mi memoria como si fuera un tesoro. Estoy cerca, pero me siento a kilómetros. Me enamoro en silencio, como quien observa una estrella sabiendo que no la puede tocar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.