Amo y mil Canciones

17

UN ESPACIO PARA MÍ EN SU SILENCIO

Leo

Cami fue a hablar con su madrastra y con Carla intercambiamos algunas miradas, ella, con firmeza gira a Miguel del brazo para que él nos mirara.

Miraba en su dirección como si con solo una mirada pudiera obtener la vista de halcón o ver a través de las paredes.

Todo lo que había pasado llamaba mi atención. Miguel se interpuso entre Cami y su madrastra como si tuviera que protegerla de todo mal. O de ella. Siendo sincero, esa Carina siempre me pareció una bruja, no la conozco, pero la cara la delata. Tiene esa mirada que grita: "soy una serpiente venenosa". Y esa sonrisa perturbadora que no se queda atrás.

Mientras Miguel y Carla discutían, yo preferí hacerme el sordo, detesto estar entre ellos dos y sus peleas, parecen un matrimonio de cincuenta años de casados, por eso me aislé un poco, no demasiado, simplemente me senté en un banco que estaba a unos metros mientras seguía escuchando su pelea.

No me meto, porque sé que Miguel no va a abrir la boca, no importa cuánto me esfuerce, es una tumba, Carla pierde su tiempo, porque aunque ella le tire golpes o insultos, Miguel se va a mantener en esa misma postura. Es más terco que una mula. Lo digo por experiencia propia, si no quiere hablar, aunque reciba azotes, va a quedarse callado. Lo conozco hace ocho años, y nos hemos peleado incontables veces por causa de las cosas que no quiere decir para protegerme.

Esto no es diferente y ya estoy cansado de pelear, pero también me molesta saber que necesita mi ayuda y no poder dársela.

El timbre volvió a sonar y fue en ese instante en el que Cami salió del depósito de conserjes, estaba mal, lo veía en sus ojos, no había pasado nada lindo ahí adentro. Ninguno tuvo tiempo de decir nada porque los profesores nos apuraban para que entremos al aula.

Nos tocaba inglés. Yo me Senté en mi lugar al lado de Miguel, como siempre y mientras la profesora explicaba el uso de los condicionales, yo no podía dejar de pensar en lo que había pasado esta mañana entre Miguel y yo.

*

Mientras me ajustaba la corbata bajé del escalón que conducía al patio-jardín, pero me frené en seco cuando vi a Cami sentada. Estaba escribiendo mientras tomaba una taza de té.

Se la veía muy concentrada, como si al escribir estuviera en otro mundo, sumida en sus pensamientos.

Me quedé ahí, viéndola atontado, con ganas de acercarme, pero me mantuve al margen.

Era como mirar un atardecer a través de una ventana empañada: hermoso, pero inalcanzable. Su silencio tenía la fuerza de un poema no leído, de esos que duelen sin necesidad de una sola palabra.

Después lo pensé mejor y no, ¿por qué no me acercaría? Ella y yo somos amigos, vamos a hablar como siempre lo hicimos hasta ahora, bueno, aunque solamente es mi voz la que se escucha, me encanta estar con ella. Siempre fui de hablar todo el tiempo, y al estar con ella entendí que las cosas no siempre son así. Que a veces se dice más sin palabras que con una montaña de ellas. Porque en su silencio entendí que puedo quererla así, puede gustarme en silencio, aunque ella esté con mi mejor amigo. No sobrepasar los límites, pero acercarme como una caricia lenta. De esas que curan, que alivian, y que te hacen sentir amado.

Cuando iba a hacerle saber de mí, una mano me agarra por la muñeca y me atrae a él con fuerza. Miguel me llevó casi arrastrando para la habitación que nos tocaba compartir y me dejó retractado contra la puerta.

—¿Qué te pasa loco?—Lo miré con el ceño fruncido.

—Quiero que hablemos.—Suspiré.

¿Se habrá dado cuenta? ¿Me habrá visto mirarla de más? Miguel no es de los que pelea, pero si me da una trompada, está en todo su derecho.

—¿Te gusta?—Se cruza de brazos.

Yo no respondí de inmediato, simplemente lo miraba por menos de medio segundo y volvía a evitar su mirada, así, unas cuantas veces.

—¿Qué cosa?—Fingí no saber a qué se refería.

—¿Te gusta Camila?—Mi pecho se oprimió. Sentí como mi corazón se aceleraba.

Decirle la verdad, eso es complicado. ¿Desde cuándo me gusta? Ni yo estoy seguro. También es complicado.

—¿A qué te referís? Gustar... ¿en qué sentido?—Él frunce el ceño como si yo estuviera loco o fuera estúpido.

—Te lo voy a preguntar más directamente.—Me anuncia. Lleva su mano hacia mi nuca y me obliga a mirarlo directo a los ojos.

Siempre me acaricia así en forma de cariño, pero esta vez se me hizo incómodo.

—¿Estás enamorado?

Enamorado... Es una palabra fuerte y nunca me describí de esa manera, creo que ni siquiera la utilicé cuando tenía ese enamoramiento ridículo por Carla, que por cierto, se me fue en cuanto la besé, al darme cuenta que no sentía por ella lo que pensé que sentía.

—¿Cómo me vas a preguntar eso?—Lo empujé para alejarlo—. ¿Estás loco? Eso no se le pregunta a tu mejor amigo, y mucho menos si la chica de la que estamos hablando es tu novia.

Estaba exaltado, pero no grité, no quería que las chicas nos escuchen. Miguel ríe con ironía y vuelve a mirarme directo a los ojos.

—Supongamos que no. Supongamos que estamos hablando de una chica que no tiene ningún tipo de relación con ninguno de los dos. Que es una chica de la escuela y que solemos verla de vez en cuando.—Propone—. ¿Qué pasaría si ella y yo no estamos juntos? Pensá en eso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.