Amo y mil Canciones

18

TODO LO QUE NO DEBÍA PASAR

Cami

Llegamos a casa y fui directo a poner un poco de agua tibia en un tazón. Después pasé por el baño a buscar algodón y el botiquín para curar. Ninguno de los chicos sabía lo que yo pretendía, pero cuando volví al living, tomé a Leo de la mano y lo llevé a un costado, lejos de los demás.

Tenía un par de rasguños: uno en la nariz, otro en el costado de la barbilla y otro en el pómulo. También un moretón en la comisura del labio. Cuando vio lo que estaba por hacer, me miró fijamente. Sentí su mirada de una forma distinta, y me hizo sentir rara, porque nunca me había mirado así.

—No hace falta. En serio, estoy bien.

Pero no le hice caso. Sabía que si no lo curaba, esas heridas se podían infectar. Con el paño húmedo empecé a limpiar con cuidado. Las gotas quedaban suspendidas sobre su piel y yo, casi sin pensarlo, las secaba con la yema de los dedos. Él hacía pequeñas muecas de dolor, pero enseguida volvía a mirarme… con esa intensidad, como si quisiera entenderme, como si buscara leerme por dentro.

No me molestaba, pero me hacía temblar. Y mientras mis manos titubeaban cada vez que lo tocaban, me repetía que no tenía por qué estar así. Que no estaba haciendo nada del otro mundo. Que no significaba nada.

Pero cada vez que lo pensaba… más temblor sentía. Porque sí significaba. Sobre todo para mí.

Destapé la crema antiinflamatoria y, con la yema de mi dedo, apliqué un poco en la comisura de su labio. Mientras lo hacía, mis ojos se quedaron clavados en los suyos… hasta que, sin querer, bajaron a su boca. Tragué hondo. En ese momento, Leo apretó los labios y me quedé observando ese gesto como si algo invisible tirara de mí. Como un imán. Tuve que tragar saliva otra vez y seguir, para que no notara el efecto que tenía sobre mí.

Era tan cálido. Tan tierno. No lo hacía a propósito, no intentaba mostrarse así. Pero lo era. Era un chico encantador y lleno de luz. Brillaba él y su voz. Sentí un cosquilleo en el estómago, por eso despegué mi dedo de su piel. Porque al tocarlo, mi cuerpo reaccionaba sin permiso. Cerré la crema rápido, buscando una excusa para evitar su mirada, porque me miraba como si pudiera leer todos mis pensamientos.

¿Qué voy a hacer con esto que siento? ¿Conmigo? ¿Con él?

Llevé las cosas del botiquín al baño, tratando de ordenar el caos adentro mío. Después quise buscar a Carla. No me había percatado de cuándo se habían ido del living.

Abrí la puerta de la habitación de Leo... y me paralicé.

Carla estaba sobre Miguel. Mis ojos se abrieron de golpe, dejando en claro mi sorpresa. Ella se apartó como si la cama le quemara.

—No es lo que parece.—Dijeron los dos al unísono.

—Te juro que no, amiga.—Repitió Carla, tomándome de los hombros.

Mis labios seguían entreabiertos. No supe cómo reaccionar.

Hay muchas cosas que últimamente me dejan inmovilizada, pero esto... esto rebasó todos los límites.

Y aunque quería decir algo, soltar aunque sea una palabra por primera vez frente a los demás, mi garganta solo dejó escapar un par de sonidos ahogados, ¿cómo se supone que tengo que reaccionar?

***

Después de varios días, con Carla pudimos hacer lo que tanto queríamos por ellos, estábamos listas para decirles que lo habíamos logrado. Que ellos iban a tocar en un bar para la gente que vaya, ese lugar es muy conocido, van grandes y chicos, o familias también, es ideal para ellos, para que todos empiecen a conocerlos.

—Chicos, dejen eso.—Les dice Carla. Ambos dejan la guitarra y nos prestan atención, yo apreté con fuerza la libreta en mi pecho y nosotras nos miramos con una sonrisa.

—¿Qué pasa?—Pregunta Miguel un poco confundido por nuestro comportamiento.

Carla me codea para que les muestre lo que había escrito.

"Prepárense, muchachos. Porque hoy viernes 5 de mayo, van a tocar por primera vez, en Isabel bar & restaurant".

Los chicos parecían no entender el mensaje todavía, por lo que lo miraban una y otra vez analizándolo. Di vuelta la hoja.

"Ya sabemos, no nos lo digan, somos las mujeres más grandiosas que conocieron y van a conocer en sus vidas".

Reí por eso porque escribirlo fue idea de Carla. Abrieron grande los ojos y saltaron de la silla.

—¿De verdad?—Sus voces suenan al unísono y nosotras asentimos.

Mientras los chicos fueron a comprar un desayuno para festejar, yo llevé el lienzo que estaba en la habitación de Leo hacia el patio-jardín y me puse a pintar a la luz del sol de la mañana. La abuela nos había dejado faltar porque el día anterior Carla y yo hablamos con ella y le pedimos que nos deje faltar este viernes para poder preparar con los chicos las canciones que ellos iban a cantar, y yo estaba a punto de hacer el logo que tanto imaginé durante estos días.

Tardé cinco minutos en hacerlo porque ya tenía un diseño previo en mi mente.

Sentía que no tenía palabras. Pero tampoco las necesitaba. El lienzo estaba ahí, apoyado contra la pared como un susurro esperando ser escuchado. Lo cubrí con una tela blanca, cuidando cada esquina como si fuera algo frágil. Cuando los chicos volvieron, sentí a mi corazón galopar con fuerza. Estaba emocionada por mostrarles lo que estuve pensando y lo que hice.

Llegaron con unos Donuts de chocolate y cuando me vieron con una sonrisa inusual en mis labios, llevaron su mirada al lienzo envuelto en una sábana.

—Amiga, ¿te hiciste un dibujo en diez minutos?—Pregunta Carla un poco sorprendida—. Es medio obvio, pero necesitaba preguntar. Saber que no estás tan loca.

Asentí con una sonrisa, fui hasta la mesita y agarré la libreta.

"Es lo que estuvimos hablando"

Ella frunce el ceño—. Hablamos de tantas cosas.—Se queda pensativa.

"Lo de esta noche".

Hice énfasis.




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