UNA VIDA MAS EN JUEGO
Carla
—¿Cómo está Leo?—Me pregunta Miguel cuando volví del cuarto.
Suspiré antes de hablar—. Estaba leyendo algo que Cami escribió.
Asiente. Repiqueteaba los pies, con los codos apoyados en sus rodillas. Estaba nervioso, ansioso, nunca lo había visto así, eso es lo que más miedo me daba. Yo me senté a su lado, sabía que tenía que disculparme, pero no podía porque siempre se me dificultó ser sincera con él.
—Gracias.—Murmuré. Él alzó la mirada—. Sé que querías protegernos a todos, que solamente querías que estemos bien, y sin embargo, yo no fui de mucha ayuda.
Él suspiró y al levantarse, fue hasta donde estaba sentada yo y se puso de cuclillas frente a mí.
—Vamos a salvarla.—Susurra y con una de sus manos acuna mi cara.
Nunca me había visto así de vulnerable frente a él, nunca hubo un encuentro así entre nosotros. Yo entrecerré un poco los ojos, como si todavía tuviera dudas.
—¿De verdad esa familia es así de peligrosa?
—No sé.—Confiesa—. Lo que sí sé es que la maltrataron por muchos años, y que esas cosas no hacen los seres humanos como vos o yo, ellos son bestias que maltratan a las personas inocentes y que solamente velan por su bien y tratan de asegurar su futuro. Solamente les interesa el poder y el dinero.
Solté una risita irónica mientras agachaba la mirada—. Perdón, es que esto me parece una mala película de terror, pero es como si todavía no cayera en la realidad.
Pone su dedo en mi barbilla para que vuelva a mirarlo. Sus ojos brillaban, me transmitía seguridad y consuelo. Y ahí está, otra vez mi corazón empezó a latir con fuerza y mi pecho se inundó otra vez de ese calor inexplicable.
—Si algo llega a amenazarte, te saco de ahí, Carla. Aunque me odies por hacerlo. Aunque me insultes. No voy a permitir que te pase nada.—Sonreí y volví a bajar la mirada.
—Voy a estar bien, Miguel. Lo importante es rescatar a mi mejor amiga.
Nuestra conversación se vio afectada porque volvieron a Roque y la abuela. Ella estaba intentando hacer que él se sienta mejor, pero sus ojos se veían tristes.
Miguel se levantó del suelo y se sentó a mi lado.
—Cuando nos encontráramos...—Empieza Roque, su voz era casi inaudible, pero guardaba un poco de esperanza—, iba a mostrarle las fotos que Katy me mandaba. Ella... El darme cuenta de que mi hija estaba creciendo sana y hermosa y que yo no podía ser testigo de eso me hicieron cambiar y aprendí a ser mejor. Aunque no fue fácil, pero ellas fueron mi ancla.—Mis ojos se llenaron de lágrimas—.Y ahora..., me odio a mí mismo por no haber podido ser su padre, y si a ella le pasa algo...—Se ahogó con sus lágrimas y ya no podía hablar.
La abuela acariciaba su espalda para intentar darle un poco de consuelo, pero no resultaba mucho.
—¿Y Leo?—Preguntó ella.
—Estaba... Está en el cuarto, necesita un momento a solas.
Intenté que mi voz no se quebrara.
Entre tantas cosas horribles que leí, pude ver aquel escrito que hizo el día en que conocimos a los chicos. Lo que sintió por Leo fue amor inmediato, la forma en que lo describía..., como si estuviese enamorada de él desde hace años, y yo pensaba... ¿Cómo puede ser que ella fuera capaz de sentir amor así de golpe cuando... fue criada por el odio y nacida de la oscuridad? Sus padres biológicos no estaban con ella. El adoptivo viajaba todo el tiempo dejándola en manos del diablo en persona. ¿Cómo puede ser que ella creciera siendo tan pura e inocente? ¿Tan llena de luz? No conocí a su madre, pero estoy segura que se parece a ella.
Casualmente Roque nos enseñó una foto donde estaban ambas. Cami era chiquita y su madre sacaba la foto mientras sonreía y al ver su sonrisa a través de la imagen, me transmitía paz.
Mientras seguía viendo la foto, escuchamos el sonido de la guitarra, era Leo, y seguramente esa era su manera de desahogarse. Iba a levantarme para ir a ver cómo estaba después de leer esa carta, pero Miguel me agarra del brazo.
—Dale tiempo. La música es su manera de evadir el dolor. Cuando se libere, vamos a idear un plan. Pero tenemos que hacerlo con la mente fría, tenemos que hacer las cosas bien.—Me explica. Yo le hice caso.
Sí, no era propio de mí. Pero preferí hacer las cosas a su manera.
Saqué el teléfono de mi bolsillo, aun así, quería grabarlo. Agarré la mano de Miguel y nos asomamos por la puerta sin hacer ruido para que él no nos escuche.
—¿Qué hacés?—Susurra.
—A Cami le va a gustar saber que él le cantaba para sentirla más cerca.—Me quedé suspendida un segundo—. Vamos... Vamos a salvarla, ¿no?—Él asiente con una sonrisa tranquilizadora.
Palabras de un lenguaje nuevo que he construido
Para nosotros
Para el amante perseguido
Que tiene que esconder su voz, no, no, no, no
Cuando decidas aprenderlo, no habrá silencio
No te hará falta
Usar la voz para romperlo
Si tú me miras, me hablarás
Hice un puchero. Era como si la canción hubiese sido escrita para ellos. Hablaba de un amor que no necesitaba palabras, de miradas que decían más que cualquier frase. De sentimientos tan fuertes, que ni siquiera el silencio podía ocultarlos.
Con Miguel lo dejamos solo y antes de volver al patio-jardín, él me agarra del brazo. Lo miré.
—¿Podrías..., simplemente... quedarte conmigo?—Miré su mano en mi muñeca y él me soltó para entrelazar nuestros dedos—. Por favor.—Susurra suplicante. Yo asentí con lentitud.
Volvimos con la abuela y Roque, ellos seguían hablado, pero ya era hora de que nos pongamos en marcha para ir a buscarla. Leo también volvió y se reunió con nosotros, su manera de sentir menos dolor era diferente, porque no rompía cosas, no gritaba, simplemente lloraba y tocaba la guitarra, era una manera más sana de despojarse de ese dolor.
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Editado: 19.07.2025