VAMOS A CASA
Cami
Bajé las escaleras de manera lenta, como si yo avanzará pero la vida no, me tomaba mi tiempo para bajar cada escalón mientras me agarraba de la baranda. Estaba cansada, me dolía todo el cuerpo, pero al menos no había vuelto al cuarto oscuro. Estaba en mi cuarto, pero se sentía frío, no tenía la calidez que había en la casa de la abuela. Quise pensar que se debía a que esta casa era más grande, pero no, era porque la casa en la que viví durante los dos últimos meses, era un verdadero hogar y no esta en la que viví diez años.
Llegué a la planta baja mirando el suelo, me costaba horrores levantar la vista, la cabeza me pesaba, y era lo peor, porque aunque me parecía raro, no había sido tirada a la piscina, ni encerrada en el cuarto oscuro, pero me sentía peor de lo que me hubiese sentido si hubiera recibido ese trato.
Extraño a mi familia, mi verdadera familia.
Me agaché para levantar un trapo que se le había caído a una de las empleadas y cuando fui a dárselo, me quedé pasmada, y mi corazón se alegró. Era la abuela. Ninguna de las dos dijo nada, simplemente nos miramos y ella me sonrió. Iba a acercarme y abrazarla y llorar mientras lo hacía, pero los pasos de mi madrastra me lo impidieron. Sequé las lágrimas silenciosas que caían, porque me tocaba disimular.
El verla acá, me hizo darme cuenta de que ellos no se rindieron, iban a venir por mí, y ella solamente me demostraba que también me veía como su nieta, y que me amaba.
—Acá estás.—Me dice mi madrastra. Mira a la abuela—. ¿Y usted quién es?
—Mucho gusto, señora, yo soy la nueva empleada que contrató la ama de llaves.—Le hace una mini reverencia para mostrarle respeto.
—Mucho gusto.—Le responde Carina.
Me mira, yo no bajé la mirada, y creo que eso es lo que más odia.
—¡Mamá!—La voz de Emma se escucha cuando abre la puerta, llega al living y soy lo primero que ve, y su mirada hacia mí, era diferente—. Cami.—Nunca me había dicho así.
No me miraba con odio, sino con suavidad.
—Volviste.—Dice sorprendida.
—Si no vivieras de shopping en shopping, ayer la hubieras visto.—Emma se cruzó de brazos.
—Y supongo que ella está acá por su propia voluntad, ¿no?—No me esperaba que me defendiera, da un paso más a mí—. Perdón.—Me agarra la mano y acaricia el dorso de ella—. Perdoname por todo.
Sonreí y asentí con una sonrisa.
—No tenés que pedir perdón por nada. Andá a tu cuarto.—Interviene su madre.
—Sí que debo, y vos también deberías, después de todo, ella vivió en un infierno desde que nos conoce.
Su tono y sus palabras hicieron que mis ojos se pusieran llorosos. Me estaba defendiendo, estaba imponiendo autoridad frente a su madre.
—Al patio.—Me agarra del brazo, pero yo me quedé en mi lugar sin moverme, Emma también me sostiene para evitar que su madre me lleve con ella.
—Hace frío para que la mojes.
Carina la mira desafiante, aunque pude ver que esa mirada seguía dándole miedo, no cambió su posición.
—Supongo que volviste a casa por voluntad propia.—Me interroga, pero sabía que estaba insinuando otras cosas. Yo asentí con lentitud—. ¿Qué te pasó en el ojo?—Pregunta corriendo el pelo de mi cara.
—Es lo que le pasa por andar con delincuentes.—Acota su madre.
—Por favor—suelta con ironía—. Conozco a los chicos, son muy buenos, jamás le pasaría algo al cuidado de ellos.
Agarré una hoja que había por ahí y Emma me da una lapicera.
"Fue en un bar, los chicos habían ido a cantar y por defender a Carla, uno de los amigos de Laureano me golpeó".
Emma arruga la hoja con molestia.
—Son unos animales.
—Basta.—Interviene su madre—. No querés ir al patio, bien, vamos arriba.
Emma se queda mirando a la abuela unos segundos.
Por favor..., te estás comportando mejor ahora, por favor, seguí así...
Pensaba mentalmente, ella sonríe y la abuela le devuelve el gesto. Eso me alivió. Creo que la conoce, no estoy segura, pero si la abuela tuvo que ir en alguna ocasión a la escuela por algún tema y Emma la ha visto, creo que la conoce y sabe quién es.
Subí las escaleras mientras mi madrastra le pedía a la abuela que le dé el juego de llaves que tenía una cinta roja. Era la llave de mi cuarto y la del cuarto oscuro.
No supe en qué momento también aparecieron las empleadas que siempre la seguían para todos lados y también estaba presente la abuela. Me preocupaba ella, espero que esté bien.
Apoyé la espalda en la pared y Carina se puso frente a mí.
—No te das una idea de los dolores de cabeza que me hiciste pasar.—Dice con los dientes apretados, se estaba conteniendo. Yo en ningún momento evité su mirada, y eso era lo que más odiaba, que no le tuviese miedo.
—¿Otra vez peleando?—Aparece su hijo. Salió de la habitación con ese agotamiento que indicaba lo harto que estaba.
Ninguna respondió. Después de más miradas penetrantes que me lanzaba ella, me dio una cachetada. No lo esperé, pero no hacía falta preguntar el porqué, porque nunca tenía una razón para hacerlo, simplemente lo hace si ella tiene ganas y punto. Esta vez, no me quedé quieta sosteniendo el lugar del golpe, esta vez, se la devolví, y sé que nadie se lo esperaba, la abuela y Emma habían soltado un suspiro de asombro. La miré exactamente de la misma manera en la que ella me miraba; penetrante, la miré directo a los ojos, le indicaba que no tenía miedo, que ella no iba a hacerme temblar.
—No me mires con esos ojos.—Me pide, y en los suyos, noté que estaba un poco asustada.
No son mis ojos lo que le da miedo, sino lo que ve en ellos. Porque ve la maldad que ella tiene, reflejada en mis ojos. Se ve a ella misma, y por eso, veo que tiene terror en su mirada.
"No vuelva a tocarme".
Le hice lenguaje de señas y ella cierra los ojos, frustrada, y aprieta la mandíbula.
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Editado: 19.07.2025