Amo y mil Canciones

27

ENTRE SUS BRAZOS Y MIS DUDAS

Cami

En la noche casi no dormí, no podía dejar de pensar en Leo, en lo que le pasó, y en qué era mi culpa.

Miré hacia mi escritorio y vi el diario.

«—Perdón, sé cuánto te desagrada que agarren tu diario sin permiso, pero estaba tan desesperada por saber la verdad, que te saqué el collar y leí casi todo. Fue un espanto

Me acordé de las palabras de mi mejor amiga, me lo confesó anoche mientras tomábamos el té.

Puse las manos sobre mi diario, pero no lo agarré, las saqué de ahí y simplemente me quedé viendo hacia el frente. La luz estaba apagada, entraba un pequeño rayo de sol filtrado por la ventana y nada más.

Carla y Miguel sí fueron a la escuela, yo no. Supuestamente hoy le daban el alta a Leo y Roque iba a ir a buscarlo, eso me consolaba. Mi amiga iba para poder traerme lo que hicieran hoy, la tarea y los apuntes, y Miguel haría lo mismo por Leo. Ojalá fuéramos al mismo curso.

Decidí levantarme y darme una ducha de agua caliente. Al salir, mis pies descalzos tocaron la alfombra suave y miré hacia abajo, Carla me había pintado las uñas de los dedos con un esmalte color burdeos, era hermoso. Volví la vista al espejo y observé mi panza. Acuné mis manos en el centro del vientre, y suspiré. Mi panza ya estaba empezando a tomar forma, poco a poco, y se veía linda. Me gustaba, pero sin poder evitarlo, una lágrima silenciosa se deslizó por mi mejilla.

Con el vapor todavía abrazando el aire, tomé mi vestido de suéter de lana beige, ese que es suave como un abrazo y huele un poquito a invierno. Me lo puse encima, dejando que cubriera casi todo. Es amplio, me hace sentir resguardada. Pero no quería desaparecer dentro de él, así que lo ajusté con un cinturón negro finito por encima de mi panza, no quería lastimar ni asfixiar a mi bebé, y tampoco me daba vergüenza que se notaran los cambios.

Me puse una calza negra. Siempre me salva del frío. No aprieta, no molesta y combina con todo. Mis botas de combate negras estaban ahí, esperándome. Me gustan porque son fuertes, como quiero sentirme a veces… aunque por dentro me tiemble todo.

No me hice mucho en el pelo, solamente lo peiné y me lo sequé con el secador para no enfermarme después. Me maquillé apenas un poquito, me puse bálsamo en los labios, lo amaba porque tenía olor a frutilla, siempre lo olía antes de aplicarlo, su aroma era increíble. También me puse un poco de iluminador en la cara, y rímel. Me miré en el espejo del baño antes de salir y por un momento... me gusté. No por cómo me veía, sino porque me sentía un poquito más yo.

Y esta vez, sin esconderme, y sin tener secretos.

Llegué al patio de la casa y no había nadie, fruncí el ceño y miré la hora en mi celular. Me parecía raro que no haya nadie dando vueltas por la casa. Eran las once de la mañana. Me había levantado a las diez, amé cada momento que pasé acostada, porque hace tiempo que no dormía hasta esas alturas de la mañana, y la sensación y comodidad no tenían precio.

Estuve todo el día sola, volví a acostarme porque todavía sentía el cuerpo cansado, y además no sabía que más hacer. La abuela seguramente fue a hacer las compras, Roque la habrá acompañado. Últimamente él estaba mucho tiempo acá, estaba desempleado, y la abuela le dijo que podía quedarse todo el tiempo que necesite. Pero conociéndolo, no va a aceptar. Seguramente papá vuelva a contratarlo como el chófer.

Y mientras pensaba en él..., me di cuenta de que tampoco lo vi en lo que va de la mañana, dijo que vendría a verme, pero ya es casi mediodía y no me mandó ni siquiera un mensaje para saber cómo estaba. Seguramente tiene trabajo.

Volví a levantarme, estaba demasiado aburrida, creo que prefería estar en la escuela. Mientras me ponía las botas de nuevo, escucho como la puerta principal se abre, abrí mis ojos, emocionada, sabiendo quién era, y salí casi corriendo de la casa hasta el patio. Cuando vi a Leo acompañado de Roque y la abuela, fui y lo abracé enredando mis brazos en su cuello. Estaba bien, eso es lo que más me alegraba, él está bien, está a salvo. Sus manos tardaron pero al final las puso en mi cintura un poco sorprendido. Me aferré más a él con cuidado de no lastimarlo, él no se apartó, simplemente me abrazó más por la espalda. Se sentía bien. No sé cuánto tiempo nos quedamos así, pero parecía que en el mundo solamente estábamos nosotros dos. Escondí mi cara en su cuello y lo abracé un poco más. Después abrí los ojos un poco y vi a mi papá—Roque—, viéndonos un poco raro, no parecía alarmado, ni ese típico papá celoso, solamente estaba ahí, incapaz de dejarme descifrar su mirada.

Nos separamos y antes de decirle algo, mis labios temblaron, hablé ante él ayer, pero ahora era diferente, ahora todo estaba bien, y quizás no estaba del todo preparada para hacerlo, pero aún así, lo hice.

—M-me alegra que estés bien. Me asusté mucho.—Él suaviza su mirada y me sonríe.

Es tan lindo, tan dulce... con solo mirarme hace que mi corazón lata desenfrenado. Él merece algo más, no a una chica embarazada sin su consentimiento, no quiero que él me vea como una responsabilidad. Ni que se compadezca por mí y mi situación.

—¿Vos cómo estás?—Pregunta él con dulzura.

Asentí lentamente con una sonrisa.

La abuela lo invitó a Roque a almorzar así que comimos todos juntos, mientras lo hacíamos, llegaron Carla y Miguel de la escuela, mi amiga estaba enojada, no hacía falta que me lo dijera, todos nos dimos cuenta de eso, los miraba mientras lentamente llevaba el tenedor a mi boca.




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