EL DESTINO EN TUS LABIOS
Carla
Todo se fue al carajo. No pienso seguir acá, soportando las estupideces de Camila, ni nada. Simplemente quiero irme, prefiero volver a mi casa, tragarme el ambiente de mierda y hacer oídos sordos antes de que todo esto me haga enloquecer.
—¿Te parece que irte es la mejor opción?—Me pregunta Leo mientras yo no dejaba de guardar la ropa en la valija.
—Todo esto se fue al carajo. Estoy harta. Harta de las mentiras, de las estupideces, del sufrimiento, porque todo se fue a la mierda cuando nos enamoramos de quién no debíamos. No soporto más estar acá. No quiero ver ni a Camila, ni a Miguel...—Mi voz temblaba de rabia y me la desquitaba con la ropa, que era guardada con furia.
—Esto no fue culpa de nadie.—Fue su única respuesta—. Nosotros no elegimos enamorarnos, no podemos culparnos por eso.—Tiré una remera sobre la valija y me volteé a él.
—No, claro que no culpo a nadie por eso. Pero sí somos responsables de las decisiones que tomamos.—Mis lágrimas eran contenidas con furia, pero ya no soportaba retenerlas.
—Voy a volver a mi casa, y no quiero verlos.—Mi tono era demandante y afilado—. Solamente a vos.
—Pero... ¿También peleaste con Miguel?
—No. Pero es un idiota.—Respondí tajante.
—¿Necesitás ayuda?—Negué—. ¿Te llevo a casa?
—Solamente llamá a la abuela, quiero despedirme de ella y de nadie más.
Él asiente y sale del cuarto.
Me senté en la cama y sostuve mi cabeza con las manos.
Solamente estoy asustada. No quiero volver a mi casa, pero tampoco quiero estar acá... A veces siento que no quiero estar en ningún lugar.
Miguel no me hizo nada malo, pero mi corazón se acelera tanto que me asusta, simplemente..., no quiero sentir lo que siento. No quiero estar enamorada de él. Porque esto es el amor, sufrimiento, y a veces el amor es menos doloroso cuando ninguno sabe los sentimientos del otro, se sufre menos.
La abuela entró mientras cerraba la puerta a sus espaldas y se sentó a mi lado, envolvió mis manos en las suyas y agachó la cabeza.
—Leo nos comentó lo que le dijiste.—Fue la primera en hablar—. Hija...
—Perdón abuela.—Me adelanté a decir con un sollozo—. Gracias por todo lo que hiciste por mí, por haberme recibido sin siquiera conocerme. Te amo, abuela.—Liberar todas esas emociones se sentía bien. Ella me abraza mientras también llora. Odiaba que soltara lágrimas por mí.
—Mi amor.—Acaricia mi nuca mientras su voz se quiebra.
Nos separamos y ella seca mis lágrimas. No suelo exponerme así ante la gente, pero ella es mi abuela, aunque no compartimos sangre, nuestros corazones se aman, y yo daría mi vida por ella, o por los que amo, pero las cosas con Camila se fueron a la mierda, y ya no puedo seguir acá.
—Deberíamos volver todo a la normalidad.—Le sugiero—. Camila debería volver a su casa, y yo a la mía.—Ella niega con dolor.
—No, ustedes son mis nietas. No quiero volver a cuando no nos conocíamos.—Mis lágrimas caían como torrente.
—No, eso no va a cambiar, te prometo que voy a venir a verte todos los días. Pero estamos mejor viviendo por separado, vos no podés sufrir por nuestras peleas. Y vivir bajo el mismo techo... no hace más que provocar discordia entre nosotros.
La abuela acaricia mi cara para borrar las lágrimas y nos volvemos a abrazar.
—Espero que te tomes tu tiempo, y cuando ya estés lista, quiero que vuelvas a casa.—Me dice en medio del abrazo. Apreté mis ojos con fuerza para que las lágrimas no se atrevieran a salir de nuevo, mientras tragaba con fuerza para no soltar ningún sollozo.
La abuela me ayudó a guardar el resto de mis cosas y cuando creí que el llanto ya había pasado, ella empezó de nuevo mientras se sentaba en la cama, preocupada fui y me puse de cuclillas enfrente de ella.
No alcancé a preguntarle ni siquiera si estaba bien, simplemente secó sus lágrimas y trato de que su voz no sonara quebradiza antes de hablarme.
—Yo sé que ellos tienen más derecho que yo porque son tus padres..., y yo... Ni siquiera compartimos sangre, pero me vas a hacer mucha falta, mi amor.—La abracé.
—Abuela...—Acaricié su nuca—. La sangre no lo es todo, el amor es más que eso, y yo te amo como si fueras de mi sangre. Todo lo que hiciste por mí, el darme de comer, el abrazarme, preocuparte por mí...—Hice más fuerte mi abrazo.
—También sé que no tengo derecho a pedirte que vuelvas pronto pero..., en el fondo lo deseo.—Sonreí y nos separamos.
—Te prometo que voy a volver en cuanto las cosas se calmen entre Camila y yo, pero por el momento necesitamos estar alejadas, no nos hacemos bien, y yo creo que el tiempo va a hacer que las cosas mejoren, pero te prometo que voy a volver.—Besé su frente y juntas salimos de la casa.
Fue Leo quien me acompañó. Al salir del cuarto Miguel y Camila esperaban que les hable pero no les dirigí ni la mirada. En realidad mi pleito era con Camila, no tenía idea de por qué, pero también estaba enojada con él, porque me moría por hablarle, pero cuando quería hacerlo, la molestia me carcomía por dentro.
—¿Segura que vas a estar bien?—Pregunta Leo una vez que entramos a mi cuarto.
Todavía tenía las llaves de la casa, y ninguno de mis padres se encontraba, así que agradecí por eso.
—Sí.—Solté con un suspiro mientras dejaba la valija en el suelo al lado de mi cama.
—Carla...—Lo miré y le dediqué una sonrisa tranquilizadora.
—Leo, tranquilo. Voy a estar bien.—En sus ojos veía la preocupación.
—Es que... viviste con nosotros durante mucho tiempo, es raro que no estés por ahí, dando vueltas por la casa.—Estaba desanimado.
Me ocó sonreír conmovida—. Es hasta que Cami y yo nos arreglemos, si querés podés ayudarme, quiero que ella entre en razón.—Cuando supe que iba a preguntar respecto a qué, volví a hablar—. Y no me preguntes por qué porque no es tema mío, simplemente me molesta.
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Editado: 17.08.2025