Dayana abrió los ojos abruptamente, despertando nerviosa y alarmada por todo lo ocurrido. Para ella era muy extraño y confuso aquella última situación, solo podía recordar fugaces y borrosos recuerdos de sí misma siendo arrollada, sin embargo, el único recuerdo claro que tenía era ver a su ex novio bailando con aquella chica que detestaba desde mucho tiempo atrás.
Permaneció sentada sobre la cama examinando su cuerpo solo para asegurarse que se encontrase bien después del accidente que tuvo; luego de verificar que no le había ocurrido más allá de unos cuantos hematomas y equimosis en sus brazos seguido de un terrible dolor en su cuerpo y cabeza. Tras percatarse del lugar donde estaba se sorprendió, se trataba de una casa de campo cuyas paredes estaban construidas de bahareque, el piso de tierra, el techo parecía de teja e incluso paja, también había telarañas alrededor de toda la habitación, ese no era el hospital, mucho menos su habitación, ni ningún lugar que conocía, se trataba de un sitio completamente diferente, un lugar donde nunca antes había estado.
— ¡Qué carajos!— Exclamó desconcertada y luego de frotarse los ojos para confirmar que lo que veía era real y mirando hacia todos lados se dijo a si misma — ¿Qué demonios hago aquí?
Se sentó sobre la cama que después de darle más atención a esta noto que tenía más bien aspecto de piedra por la dureza de la misma, miró su ropa la cual eran harapos sucios y manchados.
Justo en el momento en que se disponía a levantarse llegó una anciana de aproximadamente unos 70 años que le tomó la cabeza como quien detiene a un bebé.
— ¡Ay hija! ya me tenías preocupada— vociferó la anciana angustiada.
— ¿Quién es usted?— Preguntó Dayana un poco temerosa.
—Soy tu abuela— dijo ella —discúlpame hija por haberte golpeado, pero te lo merecías por quererte escapar de casa.
— ¡Pero qué rayos!— dijo confundida.
—Shh descansa luego hablaremos, solo descansa— añadió la anciana y diciendo esto colocó sobre Dayana un pedazo de tela húmedo el mismo que contenía unas hiervas medicinales aparentemente, un poco calientes.
— ¿Qué sucede aquí?, ¿Usted quién es?, ¿Qué es esto?— soltó una bomba de preguntas que hizo a la anciana estremecer, mientras esta la miraba confundida.
—Quizás esta vez sí me pasé, ¡Dios, esta niña está delirando!— dijo la anciana quien miraba hacia el techo juntando sus manos en señal de súplica —Debes descansar— después de esa últimas palabras se levantó y caminó hacia la puerta.
— ¡Espere, no entiendo nada!— gritó Dayana al mismo tiempo que se colocaba tras aquella anciana que no se inmutó por ella y solo salió sin decir palabras, ignorando su súplica de obtener una respuesta.
Dayana sin entender lo que ocurría prefirió no hacer más preguntas y recostando su cabeza en la cama cerró los ojos tratando de darse a sí misma una respuesta lógica a lo que ocurría, sin embargo durmió plácidamente por un par de horas más.
— ¿Ya te sientes mejor?— preguntó la anciana con una voz muy dulce mientras entraba a esa pequeña habitación de aspecto humilde.
—Sí, sí gracias señora— contestó Dayana en una voz nerviosa.
—Ya te he dicho que me llames abuela o mami para ti, mami Teresa, ¿Cuándo entenderás lo que digo?— exclamó la anciana en un tono molesto.
— ¿Dónde estamos?
—En casa, ¿dónde más?— el tono de voz de la anciana ya no era más una voz dulce sino agresiva.
— ¿En casa?— volvió a preguntar Dayana confundida, sus ojos miraban cada rincón de la habitación.
Su angustia incrementaba al notar cada detalle de aquel lugar, observó a la anciana de pies a cabeza analizando si alguna vez la había visto en su vida.
¿Abuela? ella no era su abuela, fue ahí que tuvo un mal presentimiento y entonces corrió hacia un espejo sucio y roto a mirarse, su aspecto no había cambiado del todo, pero no era ella. Su cabello más oscuro, ya no era castaño y ondulado sino más bien rizado, su sonrisa no era tan blanca como a ella le encantaba relucir, sus ojos tenían el mismo rasgo aunque no tan claros, pero sus labios parecían inflamados, el cuerpo un poco más grueso y su busto más pronunciado, sus caderas no tan resaltadas y su tamaño oscilaba entre los 1.55 cm según sus cálculos.
—Debo estar soñando— se dijo, y volvió a mirarse una y otra vez, cuantas veces pudo solo para verificar que lo que veía era real, y sí, ¡era real! Luego salió a ver el lugar, el ambiente era distinto no se veían carreteras ni vehículos, no había televisión, ni teléfono celular, debido a que se trataba de una zona completamente rural.
Al salir de aquella casa se dispuso a ver el paisaje frente a ella, que más allá de encontrarlo bonito solo podía verlo con curiosidad y sorpresa, dividió su mirada en dos partes distintas, la primera era aquella que tenía frente a ella, un lugar constituido por un inmenso prado cuajado de flores y algunos árboles altos y frondosos cubriendo cerros, cerros pequeños que parecían insignificantes bajo ese cielo azul, despejado y luminoso, pero que parecían imponentes ante lo que era un pueblo pequeño bajando la colina, al parecer se encontraba en un campo por encima de un valle, si eso era, el pueblo parecía ser pequeño rodeado por una árboles por doquier.
Volteó su mirada ahora a su casa, una especie de cabaña pequeña en mal aspecto, no parecía que fuese a mantenerse en pie más tiempo, un asno atado a un lado de la lavandería, la misma que contenía un pozo del que vertía un olor nauseabundo; también divisó un sinnúmero de gallinas que caminaban por todo el patio y hasta por dentro de la casa, cerdos que jugueteaban en el lodo a tan solo 5 o 6 metros de aquella casa, un gato color marrón todo descuidado y sucio, además habían pequeños arbustos por todos lados, eso era todo lo que veía; agudizando un poco la mirada logró divisar con más claridad el pueblito a unos 3 kilómetros de dónde se encontraba aproximadamente. Confundida y ensimismada no dejaba de mirar a su alrededor.
Editado: 19.10.2020