Alessandro
Me encuentro en mi oficina, hace minutos terminó una junta que se realizó con el motivo de comenzar un proyecto en Francia. Cosa que no me agrada para nada, ya que no me trae buenos recuerdos, pero soy una persona adulta, así que acepte. Tampoco es como si la veré, tal vez ni vive ahí. Empiezo a acomodar mi oficina, firmar papeles, por último, tomo la correspondencia. Por un lado, separo las cuentas del Banco, por otro lado, las invitaciones entre otros, cuando estoy viendo las últimas hay algo que llama mi atención. Se trata de un sobre normal, pero no tiene remitente, por un momento pensé que era una equivocación, pero tiene mi nombre. Al principio, dudo si abrir, puede ser una broma, pero después de pensarlo mejor lo abro. Al abrir me encuentro una carta y una foto.
No logro descifrar completamente la imagen, pero logro ver una persona, sin embargo, no se reconoce su rostro por la sangre que tiene en este al igual que en todo su cuerpo. Todo indica que es una mujer por su panza de embarazada, de unos seis meses tal vez. Siento un escalofrío y un mal presentimiento es como si la conociera, pero eso es imposible. Por otro lado, el lugar es como un sótano, no se ven ventanas ni nada.
Decido leer la carta, para este momento ya no sé qué puede contener.
Una persona inocente sufrió por culpa de gente miserable que vive a tu alrededor. Debes buscar las pistas si quieres descubrir la verdad.
Anónimo...
Decido guardar todo en el sobre para después colocarlo en mi caja fuerte. No puedo creer que eso este sucediendo, de seguro quieren dinero por su supuesta verdad. No necesito más problemas por lo que vuelvo a mi trabajo.
Después, de un par de horas he terminado mi trabajo ahora mismo me estoy dirigiendo al ascensor. Subo al ascensor exclusivo, me gusta mantener mi privacidad y por ello prefiero no tener tanto contacto con los demás. Cuando llego al auto saludo a mi chófer con un asentimiento y me subo en la parte trasera. Me pierdo en mis recuerdos mientras vamos a la mansión.
—Odio que nos tengamos que ver a escondidas —digo cansado de eso, pero no es bueno para ninguno de los dos, no hasta que termine el contrato con su padre.
—A mí tampoco, pero por ahora es lo único que nos queda —responde mi hermosa novia. Nos encontramos en mi apartamento, solo nos vemos por las noches en este lugar ya que nadie se puede enterar de nuestra relación. Estoy seguro que no aprobarían nuestra relación y no es que me importe, pero no quiero que la señalen a ella.
Me acerco hasta Isabelle que se encuentra en mi cama se ve espectacular con ese vestido salmón y esas medias largas que la hacen ver sexy. Me acomodo arriba de ella y comienzo a repartir besos por su bello rostro, voy bajando hasta su cuello besándolo, la escucho emitir un gemido.
—Ale...ssandro —gime.
—Eres hermosa, amore —susurro mientras quitó su vestido y comienzo a desabrochar su brasier, lo lanzó por algún lado de la habitación al mismo tiempo que empiezo mi trabajo de besar y chupar sus pezones. Ella se encarga de quitar mi camisa, para luego seguir con sus medias y sus bragas. Al verla expuesta ante mí me pierdo en el deseo y termino por quitarme mi pantalón y mi bóxer.
— Hazlo Aless —suplica, ella quiere lo mismo que yo, abro sus piernas, y me doy cuenta de que está lista para mí por lo que me posiciono entre sus piernas.
—¡Ah! —gime cuando la penetró de una sola estocada, no me muevo por un momento para que se acostumbré.
—Muévete —ordena, y lo hago, comienzo a moverme, se siente tan bien estar dentro de ella. La penetró una y otra vez.
— Belle —gimo en su oído al sentirla por completo.
—Aless.
—Hazlo, amore —le pido y siento su liberación al mismo tiempo que yo lo hago. Nos mantenemos unos minutos en esa posición, luego salgo de ella y la atraigo a mi pecho en dónde se acurruca. Me dedico a acariciar su cabello y de pronto recuerdo algo.
—Amore, no hemos usado protección, soy un imbécil se supone que debo protegerme —me lamento. Soy el que tiene más experiencia en esto y ahora resulta que no soy capaz de cuidarla.
—No te preocupes, amour, comencé a tomar la píldora —me cuenta tímidamente. Sus mejillas se han sonrojado lo que la hace ver tierna.
—No debes tener vergüenza amor —le digo con dulzura. Es muy tímida, me hace acordar cuando tuvimos relaciones sexuales por primera vez. Estaba muy nerviosa, fui lo más dulce que pude era inexperta por lo que estaba asustada. Le abrazo más fuerte, nos quedamos así hasta que me duermo junto a la mujer que amo.
Otra vez esos malditos recuerdo, creía que era la mujer más pura e inocente que existía pero que equivocado que estaba solo era una maldita arpía, que quería mi dinero y jugar conmigo. A pesar de que la sigo amando al mismo tiempo la desprecio por haberme destruido. Bajo del auto y subo directo a la habitación, me desvisto para darme una ducha.
Muchas veces estuve a punto de buscarla, la perdonaría si aceptará lo que hizo, pero si hago eso me vería como un maldito cuernudo, y además me tendría que hacer cargo de un hijo que no es mío. Ella no merece mi perdón, ni siquiera que la piense, pero no lo puedo evitar.
Cuando termino de ducharme bajo a cenar, desde que no está me he acostumbrado a esta soledad, y es lo mejor no me pienso meter con otra mujer después de lo que pasó.
La semana entrante tengo que viajar a Francia, me tendré que instalar en mi empresa que está ubicada ahí no puedo manejar el proyecto desde aquí.
Cuando terminó de cenar, me acomodo en la cama y me encargo de terminan algunos asuntos pendientes. La semana pasada fue mi cumpleaños, no lo quise festejar ya que solo significa que me estoy poniendo viejo, el trece de junio cumplí 38 años. No puedo creer que estoy llegando a los cuarenta.