Isabelle
Hoy comenzaré el tratamiento, voy a tomar el riesgo y empezar un tratamiento con medicamentos. No tengo otra opción, ahora mismo me encuentro en mi oficina mirando fijamente mi celular pensando si debo o no hacer lo que estoy reconsiderando.
Estoy nerviosa y ansiosa, pero debo hacerlo por mis hijos.
Dejo de lado los nervios y marco el número de la empresa de Alessandro Lombardi, ni siquiera sé que diré, pero debo cumplir con decirle.
—Buenos días, Compañía Lombardi. ¿Qué desea? —habla la persona del otro lado de la línea.
—Bueno días, no hablo italiano —respondo apenada.
—No sé preocupe señorita. ¿Qué desea?
—El señor Lombardi, ¿se encuentra? —pregunto ansiosa.
—No el señor Lombardi se ha instalado en una de sus empresas en Francia por lo que no sé cuándo volverá a Italia —cuando termina de hablar lo único que he captado es que Aless se encuentra en Francia. No sé si es el destino o qué, pero está aquí...
—¿Por las dudas tiene la dirección de la empresa en dónde se encuentra?
—Claro, pero no sé si sea correcto. ¿Para qué lo necesita? —indaga.
—Yo quiero hablar sobre un proyecto —miento.
—Está bien, ¿tiene dónde anotar? —pregunta a lo que emito un sonido de afirmación y comienza a darme la información la cual anoto en el primer cuaderno que encuentro.
—Muchas gracias —agradezco para después colgar. Voy a hacer la locura más grande que he hecho en mi vida. Voy a verlo por Dios.
Luego, de debatir si ir o no, tomo valor y me dirijo a mi coche en dónde me acomodo mientras pongo el GPS. Miro la carpeta que tengo en el asiento trasero, al ser mi caso grave han venido a visitarme los asistentes sociales, me han informado que por precaución es mejor que el padre de los niños se ocupe de ellos ya que no estoy capacitada para hacerlo.
Esto obviamente me enojo mucho, claro que soy capaz, me dieron toda la información, si me pasa algo mis hijos serían llevados a un hogar en caso de no estar a cargo de su padre. Además, si sigo así no puedo hacerme cargo de ellos y por lo que se, investigaron que no tengo trabajo como antes. Me he atrasado mucho por los días que he estado internada, y si no tengo trabajo no puedo cuidar y mantener a dos niños.
Eso quiere decir que tengo otro problema, no soportaría que me los quitarán. Me doy cuenta que ya he llegado por lo que aparco y me bajo del auto. Comienzo a caminar hasta la Compañía mientras siento como me sudan las manos y estoy temblando por los nervios. Por un instante pienso en irme, pero debo hacerlo, es la única opción que tengo.
Llegó a la recepción, parezco un caracol de lo lento que estoy caminando, pero tengo terror de verlo después de tanto tiempo.
—Buenos días, ¿qué desea? —pregunta una de las secretarias.
—Bonjour, ¿se encuentra el señor Lombardi?
—Está en la sala de juntas, ¿tiene cita?
—No tengo, pero necesito decirle algo muy importante —le explico.
Las dos me miran y niegan con un movimiento de cabeza.
—Lo siento señorita, pero sin cita no podemos hacer nada —me explica una de ellas.
—Por favor, pueden decir que entre a la fuerza —intento convencerlas sabiendo que es la única oportunidad que tengo.
—No insista —dice la que se había mantenido en silencio hasta ese momento.
—Es urgente, por favor —termino suplicando, la primera que hablo me mira y luego suspira resignada.
—Bueno, pero cualquier cosa entraste a escondidas —advierte a lo que asiento agradecida.
—Te lo agradezco mucho —digo mientras me indica la oficina por lo que empiezo a caminar hacia allí.
Al llegar abro la puerta para ingresar. Una vez adentro, observo el lugar que tiene una diseño muy neutro, tan él pienso.
¡Oh por Dios lo veré!
Inconscientemente me arreglo el vestido, pero como si eso importará, claramente me odia porque me miraría. Al estar debatiendo conmigo misma no me percaté de que la puerta ha sido abierta hasta que escucho unos pasos.
Me quedo estática, no sé qué debería decir, solo se escucha la respiración de ambos. Me voy volteando lentamente hasta que quedamos frente a frente. Creo que he dejado de respirar, lo observo detenidamente se ve increíblemente guapo, tiene una barba de unos días que lo hace ver sexy, viste un impecable traje azul oscuro, su cabello bien peinado con algunas canas que lo hacen ver irresistible, se ve más maduro, pero a la vez tiene aire de joven, a sus treinta y ocho años se ve muy bien, terminó mi inspección cuando me percató de su mirada. Sus ojos azules me miran primero confundido para después apretar su mandíbula y mirarme incrédulo.
—¿Qué mierda haces aquí? —pregunta con dureza. Lo miro, y no se parece en nada al hombre tierno que conocí —. Te dije que no te quería volver a ver en mi vida porque te destruiría —dice entre dientes observándome con todo el odio que siente por mí.
—Yo lo sé, pero necesitamos hablar —logro decir. Él se acerca furioso hasta donde estoy, e inconscientemente me cubro con mis manos, eso parece enfurecerlo más porque me toma del brazo al mismo tiempo que me acerca a su rostro.
—No tengo nada de qué hablar con una cínica como tú —asegura furioso. Siento como presiona más el agarre provocándome dolor —. Ahora lárgate de mi empresa y no vuelvas.
—Por favor escúchame Aless —le pido desesperada. Él se mantiene en silencio por lo que aprovecho para seguir hablando —. Necesito que protejas a nuestros hijos si me llegase a suceder algo. Si no se lo llevarán, solo debes firmar esto y no lo harán —explico mostrando los papeles que tengo en mi otra mano. El me mira para luego reírse en mi cara, y eso solo ocasiona que las lágrimas que estaba reteniendo desciendan por mi rostro.