Isabelle
Ha pasado un mes desde el día en que vi a Alessandro, mismo día que comencé el tratamiento. En ninguno de los dos casos he tenido suerte, no he sabido nada de él por lo que me doy cuenta que ni siquiera le conmovió mi situación y decidió no hacer nada al respecto para ayudarme. Esto solo complicó mi problema, tengo a los asistentes sociales presionando, hasta parece que alguien los estuviera apurando. Y para completar el tratamiento no ha funcionado, al parecer mi cuerpo no está reaccionando como debería por lo mismo hoy tengo otra cita médica. En resumen, mi vida va de mal en peor, lo único que me motiva a seguir son mis soles. Dejo de debatir conmigo misma cuando escucho las voces de mis bebés.
—Mamá, ¿hoy podemos ir a jugar a casa de Bérénice y su hermano? —pregunta mi príncipe con su voz angelical. Los observo, aún no puedo creer que soy madre de estos seres tan hermosos, a pesar de los problemas ellos llegaron y se convirtieron en mi todo. Soy capaz de pelear contra todos por protegerlos.
—Siiiiii, por favor mami —me pide la pequeña princesa saltando por el comedor. Pongo mi mano derecha en mi rostro haciéndoles creer que lo estoy pensando, y esto solo provoca que se queden quietos y me miren con sus ojitos de gatitos regañados. Son tan tiernos estos dos que no puedo decir que no, y además me sirve para ir tranquila al médico.
—Bueno, pero harán caso en todo lo que la mamá de Bérénice ordene —les digo a los que ellos asienten felices. Mi celular suena por lo que dejo de observarlos para mirar quien es, se trata de un número desconocido.
Tal vez sea una equivocación, pero lo que veo me produce un escalofrío. Se trata de una fotografía, pero eso no es lo que me asusta, sino que soy yo durante el secuestro. Trato de no mostrar nerviosismo delante de los niños, pero no es tan fácil por lo que me disculpo con ellos y subo a mi habitación. Al llegar trato de controlar mi respiración, cuando logro tranquilizarme vuelvo a ver la imagen, abajo de esta dice "Justicia". ¿Quién será? ¿Y si se trata de las personas que me secuestraron? ¿Por qué tiene que pasarme todo a mí? Mi enfermedad, los problemas con mi familia y Alessandro, y ahora esto. En cualquier momento voy a explotar si sigo con problemas. Me sobresalto cuando escucho un golpe en la puerta, me estabilizó y me acerco para recibir a quien se encuentre afuera. Al hacerlo me encuentro con mi amiga quién frunce el ceño ante lo agitada que sigo. Antes de que pregunte le muestro el mensaje, en consecuencia, ella maldice, y toma una postura sería.
—Debes estar tranquila, yo llevaré a los niños y tú te prepararas para la cita médica e iremos juntas, ¿ok? —pregunta, y solo asiento en respuesta, ni siquiera tengo ganas de hablar. Después de despedirme de mis hijos se van hasta el auto para dirigirse al jardín de infantes.
Mi amiga y yo nos encontramos sentadas en la sala de espera de la Clínica. Ya mis hijos estaban en el jardín de infantes, y yo puedo estar más tranquila en ese aspecto. Por otro lado, no puedo dejar de pensar si el mensaje es una amenaza, Zoé quiere que haga una denuncia, pero no me tomarán en cuenta según palabras textuales de los oficiales después de haberle dicho que sentía que alguien me perseguía hace seis meses atrás. "Usted está siendo paranoica por lo que ha pasado." Mi pregunta sería, ¿cómo no estarlo si casi muero con mis hijos en ese maldito secuestro?
Pongo mi manos en mi vientre de seis meses, al ser mellizos tengo un vientre grande, y todos creen que tengo ocho meses. Me estoy dirigiendo al cuarto en el que me estoy quedando, no es de lujo, pero al menos tenemos un lugar para pasar la noche, no he podido regresar a mi país natal porque en estos momentos no tengo dinero más que para comer algo.
Cuando me faltan unas cinco cuadras para llegar siento como si me estuvieran siguiendo cosa que me pone en alerta por lo que comienzo a caminar lo más rápido que mis pies me permiten. Cuando estoy llegando a casa, escucho una frenada para de un momento a otro ser rodeada por tres personas que no logro distinguir ya que llevan máscaras. Estos sujetos me agarran fuerte de mis brazos para comenzar a empujarme hasta la camioneta, muevo mis brazos desesperada intentando librarme, pero solo logro que me sujeten más fuerte. Grito con todas mi fuerzas, pero pareciera que no hay nadie, de un momento a otro siento mi mejilla izquierda ardiendo, me han pegado un cachetada, comienzo a sentir un sabor metálico en mis labios.
Comienzo a sentir como todo me da vueltas, mientras voy perdiendo la conciencia solo puedo pensar en mis bebés.
—Prepárate para el infierno, cara —dice una voz lejana. Dejo de sentir dolor y al fin puedo descansar.
Dejo de lado mis pensamientos al momento en que escuchó la puerta abriéndose. Dirijo mi mirada y ahí están los médicos, no me pasa desapercibida la mirada que se tiran mi amiga y el doctor André. Me alegraría mucho que encontrará el amor después de todo lo que ha pasado.
—Buenos días —dicen al mismo tiempo. Ambas los saludamos mientras nos preparamos para escuchar lo que tienen que decir.
—Los estudios no han salido para nada favorables —informa poniéndome más nerviosa de lo que estoy —. Tu cuerpo no ha reaccionado nada bien a los medicamentos, aunque era una posibilidad no pensamos que sería así. Ahora te examináremos, ¿según me contaste los síntomas están empeorando? —indaga.
En efecto, eso ha pasado. Los dolores de cabeza son más fuertes y prolongados, he bajado de peso, me empezaron a salir manchas en la piel, y me cuesta mucho respirar. He tenido que cambiar mi alimentación, no puedo practicar deportes, solo caminar, pero esto tampoco lo puedo hacer tanto tiempo porque me produce mareo o fatiga. Lo peor es que mis hijos lo han notado, le he dicho que no es nada malo, son niños, pero se dan cuenta de todas formas que algo no anda mal.