Narrador omnisciente
26 años antes. (1995)
—¡Mami! ¿dónde está lucecita? —pregunto el niño cuando vio llegar a su madre, corrió hacia su encuentro, durante el embarazo se mostró muy protector, estaba entusiasmado con la idea de ser el hermano mayor. Al ver a su madre con el semblante triste y sin su hermana, la miro con sus ojitos tristes esperando una explicación.
Se supone que hoy su madre Gabriella, traería por fin a su hermanita, y podrían estar todos juntos, como lo que eran una familia. Pero en cambio, ahí se encontraba sin ella, y con su padre consolándola.
—Andriano, tu madre debe descansar. Hablaremos más tarde —respondió su padre, el niño con tan solo cuatro años era muy entendido y tranquilo. Haciendo caso a lo que su padre le pidió, se dirigió a su cuarto mientras veía a su padre llevar con suma delicadeza a su adorada madre. No entendía lo que ocurría con ellos, pero presentía que no era nada bueno, solo rogaba que su hermana Francesca estuviera bien, así podrían jugar juntos.
Ese era el nombre que eligieron en una de las tantas tardes que compartían como familia, los tres se mostraban muy emocionados con su llegada.
El pequeño niño estaba ansioso por lo que estaba ocurriendo. Caminaba de un lugar a otro, tratando de no pensar en negativo. Apenas escucho la puerta abrirse dirigió su vista a esta, ahí se encontraba su padre. Fabrizio apresar de ser un hombre serio y recto, su bella esposa e hijos siempre lo terminaban doblegando, son lo más puro que tiene.
—Mamá no se siente bien y debemos cuidarla. Tú... tu hermanita ahora es un ángel, ella se ha ido al cielo —le explicó el pobre hombre con voz quebrada, mientras sentía como se estaba derrumbando, pero debía ser fuerte por ellos.
—No, lucecita no nos puede dejar, ella tiene que jugar con nosotros —dijo con inocencia mientras lágrimas caían por su adorable carita.
—Debemos ser fuerte mi amor, tu mami está muy triste —le explico con todo el dolor que sentía en su interior por la pérdida de su pequeña bebé.
Todavía no podía creer que su más grande sueño, se había roto, su mujer sufrió complicaciones durante el parto, y lo peor no le permitieron estar con ellas. Después de más de dos horas de esperar en la sala, el médico salió para darle la peor noticia que había escuchado en su vida, ¿Cómo sucedió eso? ¿Por qué habían perdido a su bebé?, Ese ser que amaban sin conocerlo, qué ansiaban tener entre sus brazos ¿Cómo le diría a su amada esposa?, La destrozaría con aquello ¿Cómo los consolaría? si ni el encontraría consuelo en mucho tiempo.
La familia sufría la perdida de ese inocente, ninguno encontraba algo que los motivará, sentía que no podían de tanto dolor.
Un día cuando estaban desayunando en total silencio, cada uno se encontraba en su mundo. Una de sus empleadas les informo que un par de policías buscaban al señor Santoro, esto desconcertó a los esposos. Ambos le dijeron a la señorita que se quedará con su hijo, mientras ellos verían que sucedía.
—Buenos días, soy Fabrizio Santoro ¿qué se le ofrece? —preguntó educadamente, mientras se mantenía enfrente de su mujer protegiéndola.
—Señor Santoro, está acusado de robo, falsificación de documentos, entre otros delitos. Queda usted detenido, todo lo que diga será usado en su contra, tiene derecho a una llamada —empezó a hablar uno de los oficiales mientras lo esposaban. El hombre no podía creer lo que estaba pasando, en estos momentos no podía hacer escándalos que afectarán a su familia.
—Amor no te alteres esto debe ser un malentendido —dijo tratando de tranquilizarla, aunque él estuviera muerto de miedo.
—No se lo pueden llevar, él es inocente —decía llorando la mujer al mismo tiempo que intentaba impedir que lo llevarán. —. ¿Quién lo acusó? —pregunto perdida por tantas cosas que le pasaba a su familia.
—El señor Durant fue quien lo acusó, y siendo honesto su esposo pasará mucho tiempo en la cárcel —le respondió con prepotencia.
Desde ese día solo empeoraron las cosas, Fabrizio Santoro fue condenado a diez años de prisión, pero eso no era lo peor, si no que a los Durant no le basto con tenerlo preso, dejaron a su familia en la calle, eso terminó por romper todas las esperanzas que le quedaban. ¿Cómo habían terminado así? ¿Por qué quienes creían sus amigos los habían traicionado? Su cabeza era un caos, primero la muerte de su pequeña princesa, luego el no saber cómo continuar por ellos, y por si fuera poco ahora se encontraba en aquella celda lejos de su familia.
Seres con maldad rompieron aquella familia.
10 años después. (2005)
Afuera de ese horrible lugar esperaban con ansias la señora Santoro junto a su hijo de catorce años, su pequeño Andriano había crecido muy rápido, él era consciente de lo que ocurría, fue un gran apoyo y motor para sus padres. Al fin Fabrizio saldría en libertad, por más que intentaron no lograron encontrar pruebas que demostrarán su inocencia, pero ya no importaba. El hombre se había mantenido en contacto con ellos, aunque al principio no le gusto que fueran a ese lugar, pero era su familia y los quería cerca.
Años más tarde, entendió porque tanto odio hacia él. Un día Hugo Durant lo visito para decirle en su cara que siempre lo envidio, tenía la familia perfecta, su mujer lo enloquecía por eso los destruyó. El desde el primer momento estuvo interesado en su bella mujer, no podía creer que se haya atrevido a pensar así de su esposa, él lo consideraba un amigo, pero eso no le importo, se encargó de quitarle todo, lo único que jamás le podrá sacar es el amor de ella y su hijo.
Además, de eso dijo algo que acelero sus latidos cardíacos, ese hombre aseguraba que su luz no había muerto, pero ¿cómo era eso posible, si el la vio sin vida?
—Te odio tanto que me encargue de separarte de tu bastarda —dijo el tipo con maldad, él intento abalanzarse para golpearlo, sentía su sangre hervir, obviamente no lo permitieron, los policías lo sostuvieron, para recibir golpes de ese desgraciado sin corazón. El simple hecho de que la mencionara lo hizo volver a sentir ese dolor que por lo que se dio cuenta jamás se irá —. Tú hija no murió, yo me encargue de quitártela. Ahora es mía, su bella madre no lo fue, pero la pequeña Isabelle sufrirá las consecuencias. Nunca nos encontrarás —concluyo, me removía intentando llegar hasta ese hombre, mi beba estaba viva y él era el culpable de que no estuviera con nosotros.