Amor a prueba de adversidades

Capítulo 34: Mis padres.

 

Isabelle 

 

   Me observo por quinta vez en el espejo, estoy peor que cuando tenía citas con mi esposo, pero es que tengo terror de que algo salga mal, mis....padres vendrán hoy, después de tres días de pensarlo le dije a Andriano que deseaba conocerlos. Me encuentro nerviosa, tanto que mis piernas tiemblan en sincronía con mis manos, sé que debo estar tranquila, pero como hacerlo si en menos de una hora conoceré a mis verdaderos padres.

 

   Aless ha hablado conmigo, me ha dado su apoyo ante cualquier decisión que tomara, él solo quiere que haga lo que deseo y eso significa mucho para mí. También, sé que tanto mis cuñados, mi mejor amiga y mi esposo sabían la verdad, pero no me moleste, ¿Por qué lo haría?, no estaba bien de salud y solo estaban preocupados por mí.

 

    Por otro lado, sé que Andriano es mi donante, y estoy eternamente agradecida por haberme salvado a mí y a mis hijos en el pasado, y también por haberme dado una oportunidad para ser feliz.

 

   Aún me sorprende pensar en que en realidad me llamo Francesca Santoro y no como me hicieron creer durante años, esas personas destruyeron una familia sin ningún cargo de consciencia. 

 

   Primero hablaré con ellos, y luego les presentaré a mis hijos, los cuales están ansiosos por conocer a sus abuelos. 

—Amor, te desgastaras de tanto observarte —pronuncia mi esposo desde la puerta, suspiro intranquila y me giro para quedar de frente a él.

—Tengo miedo, yo... estoy muy nerviosa —confieso en voz baja.

—Lo sé, pero todo saldrá bien —asegura acercándose para tomarme de la cintura al mismo tiempo que deja un beso en mis labios —. No debes tener miedo mi amor, sé que tienes esa inseguridad de que algo salga mal y te entiendo perfectamente, pero amor ahora todo es diferente, estamos juntos y es hora de que seamos felices —dice repartiendo besos por todo mi rostro provocándome cosquillas.

—No puedes hablar enserio al tiempo que me desconcentras con tus besos —le regaño acariciando su mejilla, al hacerlo él apoya está en mi mano disfrutando de mis caricias.

—No sabes las veces que soñé con volver a estar así —confiesa al tiempo que veo como sus fracciones se vuelven tristes.

—Eso es pasado, amour —le recuerdo separándome de él para agarrar su mano y comenzar a caminar —. ¿Ya han desayunado nuestros soles? —pregunto mientras seguimos nuestro camino.

—No aún, querían esperarte —explica provocando que mi corazón salte de ternura, ¿Pueden ser tan perfectos?

—Entonces, lo primero que haremos será desayunar —declaro al momento que entramos al comedor. Cuando lo hacemos, nuestros hijos están sentados cada uno en sus sillas, estos nos sonríen emocionados en el momento que nos ven.

—Mamá, preparamos el desayuno —me cuentan mis amores al unísono.

—Se ve riquísimo mis amores —les digo soltando la mano de mi esposo para sentarme, el corre la silla para seguidamente ayudarme a sentarme, le sonrió en agradecimiento y me acomodo.

—Yo también he ayudado, ¿no crees que me merezco un besito? —dice con picardía, yo por mi parte enarco una ceja.

—Siii, beso, beso —gritan mis soles.

—Sí, tienen razón se lo merece —les respondo con una sonrisa maliciosa, haciendo que Aless me mire con confusión, ¿crees que solo tú puedes jugar, mi amor?, pues te equivocas guapo.

Me acerco un poco a su lado, quedando a centímetros de su boca, tanto que puedo sentir su respiración, y cuando cree que lo besaré, me desvío a su mejilla para dejar un pequeño beso en la zona.

—¿Qué mierda fue eso? —pregunta molesto, y yo le lanzó una mirada asesina, sabe que tiene prohibido decir malas palabras delante de los niños.

—Mierda —dice Matteo provocando que Aless abra los ojos como platos mientras yo lo miro con desaprobación.

—No digas eso Alessandro Matteo Lombardi —le advierto enojada.

—Pero papi lo ha dicho —se defiende.

—Campeón, yo...yo dije miércoles, tú no debes decir malas palabras —le dice apresuradamente y casi, solo casi me derrito.

—Mierda, mierda —habla Chiara mientras ríe.

—¿Ves lo que ocasionas? Más te vale Lombardi que no los vuelva a escuchar porque dormirás en el incómodo sofá.

—Yo lo soluciono amore mio, igual no es para tanto, ellos son pequeños y no lo recordaran —asegura.

—No trates de convencerme —le advierto volviendo mi vista al plato para comenzar a degustar.

—No te enfades hermosa —pide, por lo que dirijo nuevamente mi vista hacia él y suspiro resignada, aunque quiera no puedo enojarme por mucho tiempo.

—No estoy enfadada amor, es solo que no me gusta que escuchen esas palabras —digo sonriéndole —. Amores, no pueden decir esa palabra porque mamá se pondrá triste —les hablo haciéndole ojitos a mis hijos.

—No, no lo dire nunca más mamá, no quiero que llores —dice mi princesa llegando a mi lado —, quiero que me alces —susurra con lágrimas en sus ojitos, y sin hacerla esperar lo hago.

—Sh, princesa no llores, porque si no mamá también lo hará —hablo e inmediatamente niega con su pequeña cabecita y regalándome una sonrisa.

—¡MAMÁ! —exclama mi hijo provocando que todos los miremos.

—¿Qué sucede mi sol? —pregunto intrigada.

—Yo lo lamento mami, ¿ya no lloraras? —cuestiona haciendo puchero. Dios, moriré de ternura con estos seres que iluminan mis días.

—No lo haré amor, ven —lo llamo, este se acerca y mi marido lo alza en su regazo.

—¿Papá hoy conoceremos a los abuelos? —pregunta con entusiasmo mientras su padre lo alimenta, me tenso al momento de escucharlo, casi olvidó ese tema.

—Lo haremos campeón, pero primero deben desayunar —le promete con voz calmada mientras me guiña un ojo para tranquilizarme.

Pasamos el resto del desayuno disfrutando de nuestra familia, sonreímos felices de ver lo que hemos logrado. 




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